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La última oportunidad

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

El gobierno de Vicente Fox se encuentra en una encrucijada histórica. A punto de iniciar la segunda mitad de su mandato, está en riesgo de quedar relegado a las notas a pie de página de la historia como un Presidente cuya única importancia fue haber sacado al PRI de Los Pinos. Y es que las reformas estructurales necesarias para producir una verdadera transformación están todavía detenidas.

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Los voceros de la administración insisten en que en la LVIII Legislatura, que cubrió la primera mitad del sexenio, logró la aprobación de más de 200 iniciativas. Y es verdad: ha habido avances importantes, como la Ley de Garantías de Crédito y la nueva Ley Federal de Acceso a la Información. Pero estos cambios no son suficientes.

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Resulta indispensable una reforma hacendaria, que aumente la recaudación pero que haga también más sensato el gasto público; una eléctrica, que aumente la inversión en electricidad sin poner en riesgo la rectoría que el Estado debe mantener sobre un servicio público; y una laboral, que favorezca la contratación de trabajadores en la economía formal.

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El mandatario ha tratado de impulsar todas estas reformas, pero no ha tenido éxito. En parte esto se ha debido a que sus iniciativas concretas no han sido necesariamente las mejores. La de reforma fiscal, que propuso en 2001, por ejemplo, no era más que un aumento de impuestos a medicinas y alimentos que no eliminaba los problemas estructurales que hacen complejo e injusto el sistema. La de reforma laboral mejora algunos aspectos de la legislación actual, pero no ataca muchas de las barreras que han obstaculizado la creación de empleos y promovido la informalidad. En otros casos, como en el de la reforma eléctrica, el problema ha sido claramente el Congreso, que sigue aferrado a prácticas e ideologías obsoletas.

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En nuestro sistema político, sin embargo, el Presidente no tiene más opción que trabajar con los partidos de oposición para tratar de obtener los votos legislativos que permitan realizar los cambios. En otros países con sistema presidencial, como Estados Unidos, el jefe del Ejecutivo dedica la mayor parte de su tiempo a cabildear con los legisladores. En México, prefiere dejarle esta responsabilidad a los secretarios de Estado.

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Para Vicente Fox no hay mañana. Sin las reformas estructurales, México no podrá avanzar. Y si no avanza, será recordado no sólo como el Presidente que sacó al PRI de Los Pinos, sino como el que lo volvió a meter ahí.

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*Sergio Sarmiento es columnista del periódico Reforma y conductor de La Entrevista con Sarmiento de TV Azteca.

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