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La vida en plástico

Con la introducción de la tarjeta de débito se está logrando una masificación inusitada en la ut
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Lo que hace unos años era una profecía, ahora ya es una realidad: la compra a través de tarjetas bancarias representa una parte más significativa de segmentos cada vez mayores de la población mexicana. Los plásticos bancarios empiezan a constituir un medio de pago cada vez más difundido y, por lo tanto, un negocio cada vez más jugoso para los integrantes del sector. Por ello, las batallas para obtener una posición dominante en el mercado son cada vez más feroces.

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En el ámbito del crédito, el verdadero rey del negocio por sus pingües beneficios, si bien la emisión de tarjetas se ha destrabado por parte de los principales bancos, aún se está lejos de recuperar los niveles alcanzados en 1993. La crisis eliminó 50% de las tarjetas que circulaban en el mercado y los bancos actúan ahora con suma cautela antes de regresarlas a la vía pública. Pero todas las entidades están interesadas en relanzar un producto que, en épocas de bonanza, aporta un tercio de sus ingresos totales.

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Esta prudencia no es exclusiva de los bancos. También los tarjetahabientes mexicanos han demostrado una cautela extrema a la hora de sacar el plástico para realizar sus compras: actualmente las deudas contraídas por medio de la tarjeta apenas representan 4% del endeudamiento total por parte de los consumidores, una cifra ínfima si se compara con el 23% -registrado en Inglaterra o el 7% de Argentina.

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Así, si bien el esperado descenso en las tasas de interés y la progresiva normalización económica propiciarán el regreso de los plásticos de crédito al mercado, todavía es pronto para hablar de una rápida recuperación de los niveles anteriores a la crisis. “Para 1998, la emisión de tarjetas crecerá entre 15 y 20%. Pero apenas entre los años 2001 y 2003 alcanzaremos los niveles de 1993”, explica Eduardo Eraña, director general de Visa México.

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Actualmente existen unos 10 millones de tarjetas de crédito en México –frente a los 15 millones que había cuatro años antes–, de los cuales tres millones corresponderían a las emitidas por grandes superficies –Palacio de Hierro, Cifra, Liverpool...– y los siete restantes a las tarjetas respaldadas por bancos. De ellas, 56% del mercado correspondería a Visa y el 44% restante sería de MasterCard.

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“El mercado mexicano de tarjetas no cuenta con información confiable”, se queja Juan Piña, director general de MasterCard en México. Según él, la falta de colaboración para el intercambio de datos entre las diferentes compañías emisoras impide un verdadera tasación del mercado nacional. Todas las compañías del sector se escudan en sus respectivas “políticas de empresa” para no divulgar sus cifras de facturación.

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CARNET, CONDENADA AL OLVIDO
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Hoy por hoy, los participantes en el mercado de crédito son tres: Visa, MasterCard y, aún de forma incipiente, American Express. La privatización de la banca y la llegada de la crisis fueron estocadas mortales para Carnet, la marca mexicana creada en 1978 a iniciativa de Serfin y los bancos pequeños del sistema para competir contra las tarjetas de Banamex y Bancomer.

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Un solo dato: en seis años Prosa, la empresa matriz emisora de Carnet, ha pasado de tener 2,500 empleados en nómina a tan sólo 600. Y aún así, está previsto un recorte adicional en la plantilla de 20%.

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“Esta era una compañía llena de quistes que la volvían ineficiente –explica José Molina, director general de Prosa–. Se hacía de todo, desde mantenimiento e instalación de terminales en los comercios hasta captura, autorizaciones y procesamiento de datos. Además, los negocios con poco valor agregado eran los que nos generaban mayor número de quejas. La única opción era deshacerse de ellos y especializarse.”

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De este modo, en 1995 la parte del procesamiento de tarjetas se dejó en manos de Total Systems de México, la filial del consorcio estadounidense, a la vez que la empresa se ha ido deslindando de las actividades de mantenimiento de terminales y procesamiento de datos.

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La especialización a la que se refiere el director general radica ahora en la función de switch, es decir, en servir de interconexión para las transacciones entre los diferentes bancos a través de su sistema informático y de telecomunicaciones, ampliamente conocido como RED. Pero Prosa tampoco puede dormirse en sus laureles, sobre todo a raíz de la competencia que se acaba de crear con la conformación del Consorcio Tecnológico entre Banamex, Bancomer y Bital. ¿Sus intenciones? Arrebatar a RED esa única posición privilegiada que aún mantiene.

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NUEVOS HORIZONTES PARA EL LLANERO SOLITARIO
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Para suplantar a Prosa en el crédito hay un tercer recién llegado a este mercado: American Express (Amex). Con la constitución de su propio banco se ha lanzado a la emisión de tarjetas de crédito sin que ello suponga una renuncia a su tarjeta tradicional, con la que el cliente está obligado a sufragar el 100% de sus compras a fin de mes.

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“American Express abandonó su filosofía de llanero solitario –comenta Mario Sanmiguel, vicepresidente de crédito de la empresa–. Nos convencimos de que no podemos hacer todo en todas partes: los bancos tienen una gran cobertura con 7,000 sucursales en México. Entonces, ¿por qué no aliarnos con ellos y vender tarjetas como lo hacen Visa o MasterCard?”

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Así, la empresa dice haber creado un sistema de franquicia en el que se adecuan todo tipo de fórmulas: desde una en la que el banco suscriptor toma 100% de riesgo y otorga la tarjeta según su propio criterio, hasta otra donde el banco sólo es distribuidor y Amex maneja el otorgamiento y el cobro de la tarjeta. “En todos los casos damos nuestra asesoría para el análisis de clientes”, dice el directivo.

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Para Amex, esta sería una manera de acceder a nuevos grupos de consumidores, principalmente los jóvenes que hasta ahora no contrataban la tarjeta tradicional de American Express por no estar seguros de poder pagar el total de sus deudas a fin de mes. “Queremos gente financieramente responsable, no importa que sean de nivel alto, medio, o incluso medio bajo”, enfatiza el directivo.

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Por lo pronto, el primer acuerdo ha sido la tarjeta corporativa que lanzó al mercado junto con Bital. Sanmiguel, que tiene prohibido dar cifras del mercado nacional, dice haber recabado mucho éxito y estar en tratos con muchas otras entidades para la emisión de este nuevo plástico: En tan sólo tres años esperamos figurar entre los tres principales jugadores en el mercado de crédito”.

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En Visa y MasterCard prefieren mostrarse indiferentes ante el arribo de Amex a estas lides. “Quienes deberían preocuparse son los bancos, porque Amex trata de competir directamente con ellos”, coinciden Eraña y Piña. Algo habría de cierto en su aseveración, puesto que Sanmiguel asegura que, en una fase posterior, su compañía contempla la posibilidad de otorgar directamente créditos individuales. De todos modos, es un hecho que la nueva tarjeta de Amex puede canibalizar la demanda que se encontraba hasta ahora cautiva en manos de Visa y MasterCard.

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LA ESPERANZA DEL DÉBITO
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Donde sí ha habido un crecimiento explosivo, aunque aún es incipiente, es en el ámbito del débito. El difícil y laborioso acuerdo al que llegaron el año pasado los bancos con la Asociación de Tiendas de Autoservicio y Departamentales habrá servido para detonar la utilización masiva en comercios de un plástico que hasta hace poco sólo parecía exclusivamente reservado al retiro de efectivo en los cajeros automáticos.

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Pasados los cuatro primeros años de la introducción del producto, por lo pronto hay un claro vencedor en el mercado: Visa y su producto Electron, el cual finalizará el año con 12 millones de tarjetas emitidas en el mercado frente a los siete millones previstos por su rival Maestro.

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Piña, de Mastercard, se muestra visiblemente molesto por la preponderancia de su eterno rival y dice que su revancha llegará en el mediano plazo. Para sustentarlo, argumenta que Maestro es un producto que posee mejor tecnología y, por lo tanto, brinda mayor seguridad en las transacciones.

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Mientras la aceptación de Electron se efectúa a través de una terminal en los comercios similar a la de una tarjeta de crédito tradicional, lo cual significa que en el momento de la compra se autoriza la transacción, pero sólo en la noche se hace la compensación de los movimientos. “Es durante ese lapso cuando se detectan los mayores fraudes, porque la transacción no está cerrada y puede haber contracargos. Maestro autoriza y compensa a la vez: es una tecnología de mensaje único y, además, el cliente tiene que validar la transacción mediante la introducción de su código secreto a la hora de la compra: es doblemente seguro.”

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El problema es que todavía son pocas las terminales en comercios que admiten estas sofisticaciones tecnológicas. Eraña se defiende diciendo que su sistema también funciona con las características de Maestro, pero no era adecuado exigirlo a la tecnología disponible en el mercado mexicano. “Empezamos con lo que se tiene y allí está el resultado. He visto poca acción por parte de MasterCard y el mercado es el mejor juez. Quisieron copiar en México el modelo estadounidense y no lo consiguieron. Nosotros nos basamos en nuestra experiencia en España, la cual se adapta mejor al mercado local.”

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Pero Piña refuta las alegaciones de Eraña: “Electron tendrá éxito cuando los bancos y comercios empiecen a encontrarse con un aumento en el fraude. En Estados Unidos, un banco como Wells Fargo convirtió sus seis millones de tarjetas Electron en Maestro. Citibank ha aceptado sólo Maestro.” En México, además de Serfin, Banamex y BBV, ahora Inverlat también ha firmado con Maestro y Piña espera aumentar rápidamente el número de terminales que actualmente aceptan su tarjeta de débito en el mercado, las cuales suman 28,000 frente a las 40,000 que ya aceptan Electron.

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Los contrincantes concuerdan al menos en una cosa: aún se está lejos de ver una saturación de mercado de débito en México. Eraña comenta que, ya para este año, las compras realizadas con tarjeta de débito representarán 5% de la facturación total de Visa en el país. Para el 2001 será 20%. “Pero no supone tanto negocio como el crédito. El débito permite ahorrar el paso del cajero automático y, sobre todo, va a ayudar a la expansión de los medios electrónicos de pago. Es un paso enorme.”

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LAS PRIMERAS CHISPAS DEL CHIP
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Lo más incipiente y novedoso es ahora la llegada del llamado monedero electrónico y, con él, la introducción al mercado de la tarjeta con microcircuito. De entrada, Visa lanzó su programa piloto Visa Cash en Monterrey –junto con Banorte, Confía, BBV– y, según resulte la experiencia en los próximos meses, se lanzará a escala nacional. Además de Visa, Grupo Carso se ha lanzado al asalto con Banco Inbursa, el cual ha adoptado la tecnología belga Protón y piensa servirse de la extensa red de terminales que constituyen las cabinas de teléfonos de Telmex.

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Entretanto, MasterCard y su sistema Mondex está pendiente de ser adoptado por alguna entidad, y esa será seguramente el Consorcio Tecnológico de Banamex, Bancomer y Bital, decidido también a entrar al mercado de tarjetas con chip integrado. En todo caso, es un mercado todavía en plena creación.

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Si a ello se agregan las posibilidades tecnológicas que estas nuevas tarjetas auguran en cuanto al comercio electrónico y la banca por Internet, es probable pensar que se esté en los albores de una nueva cultura del plástico bancario. Está claro que nunca antes un minúsculo trozo de plástico había llegado a significar tanto en la vida de tantas personas.

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