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Los estados alterados del ejecutivo

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Los sonidos más diversos le torturan los oídos. El fax, el teléfono, el incesante zumbido de la computadora (que debiera pasar desapercibido) le causan una terrible jaqueca. En medio de memoranda, documentos sin archivar, el periódico de hoy y el de ayer, se encuentra, cigarrillo en mano, tratando de controlar sus nervios y concentrarse en la revisión del nuevo proyecto de la empresa. Da un sorbo a su café y mira el reloj. Luego pierde la mirada más allá de la ventana. Sabe que su trabajo es importante, pero no consigue realizarlo...

- ¿Le parece familiar esta escena? Los hombres de negocios no son en absoluto ajenos a problemas psicológicos y de desestabilización emocional. Las causas son diversas, pero cabe tener presente que la psiquiatría ofrece soluciones, sobre todo tratándose de casos difíciles.

- El director de la Asociación Psiquiátrica Mexicana, doctor Enrique González Ruelas, explica que uno de los síntomas más evidentes de que la persona puede tener un desequilibrio grave es la angustia, “misma que ha acompañado al hombre desde el principio de su existencia”. Si antes ese mal era provocado por el temor a la naturaleza o el ataque de las bestias, en la actualidad es causado por amenazas más psicológicas que físicas.

- Cuando una persona tiene grandes responsabilidades que le llevan constantemente a tomar decisiones que de ser erróneas acabarían con su trabajo —y, por añadidura, con su salud y estabilidad emocional—, padece descargas de angustia que a la vez generan alteraciones nerviosas. Además, los estímulos visuales, auditivos y tactiles provenientes del exterior (tales como los proporcionados por la televisión, las computadoras o los faxes) encuentran una vía rápida hacia la mente, la cual puede captar grandes cantidades de información en periodos cortos, aunque es frecuente que esos límites de tolerancia sean sobrepasados.

- Si el individuo no tiene la capacidad de realizar una buena organización para el manejo de tales estímulos, es posible que caiga en estados de estrés, entendido como la suma total de diversas respuestas corporales a un estímulo que tiende a alterar el equilibrio existente.

- Las angustias
Según González, la sobrecarga de estímulos sensoriales es uno de los factores más importantes en la producción de estrés. Junto a ese factor, existe otro también provocado por la “modernidad”: la competencia, que se ha convertido para muchos en un modus operandi de su vida diaria. En la sociedad actual pierde crédito aquella persona que no tiene éxitos profesionales, lo que suele ocasionar marginación del resto de su grupo. Otra causa común de desequilibrio es el temor al despido, el cual eventualmente provoca daño económico y moral.

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- El uso de medicamentos autorrecetados o alcohol y tabaco, que provocan en primera instancia una disminución de la ansiedad, la incrementan al final del camino: al no ser usados de manera adecuada establecen círculos viciosos en donde el individuo toma y fuma cada vez con mayor frecuencia o se vuelve adicto a ciertos productos farmacéuticos.

- Todo ello sin mencionar la deficiente oxigenación del cuerpo (debido a la exposición a gases y materiales en combustión, típicos de las urbes), por la que éste se encuentra menos preparado para enfrentarse a situaciones tensas o difíciles. Si a esto se le añade que los ejecutivos tienden a laborar muchas más horas de las ocho recomendadas por los médicos —en ocasiones sin un lapso de descanso y alimentación adecuada— se provoca una merma en el rendimiento del organismo.

- Para rematar, son inevitables también los problemas familiares de la vida diaria, amén de la inseguridad pública que afecta en especial a los empresarios en lo que concierne a la próspera “industria del secuestro”.

- Relax...
El especialista acota, sin embargo, que “el estrés o la angustia nos ayudan a ir adelante, son motores que nos impulsan. Si no estuvieran presentes seríamos apáticos, pero hay que saber manejarlos para que no adquieran niveles patológicos que requerirían un tratamiento especializado”.

- Recomienda —idealmente— que el lugar donde se labora posea mecanismos que favorezcan el desarrollo integral del empleado mediante actividades deportivas, familiares o sociales. La empresa debe proveer los elementos necesarios para realizar de forma adecuada las labores de cada individuo.

- Lo fundamental, no obstante, es una vida sana, donde se satisfagan las necesidades mínimas de todo ser humano: alimentos, sexo, sueño, convivencia familiar y laboral, además de mantener un control estricto sobre el café, el alcohol, el tabaco y otras toxinas. El ejercicio es básico para estar menos propenso a la ansiedad, así como mantener una vida personal en la que el ejecutivo se ocupe de actividades gratificantes fuera de la oficina. Tanto los masajes como la hidroterapia suelen ser excelentes para la relajación corporal.

- González indica que no es lo mismo relajarse que curarse de la ansiedad, y que cuando la angustia ha alcanzado los grados de enfermedad hay que darle mayor importancia a la atención especializada.

- Para distinguir si la ansiedad ha llegado a niveles perniciosos hay que observar si limita la capacidad de acción del individuo. Observe los siguientes síntomas: estados de sudoración momentáneos, temblores en alguna parte del cuerpo, sensación de asfixia, dificultad para pasar los alimentos o tomar agua, opresión en el pecho, náuseas, vómitos, malestares estomacales diversos como gastritis, colitis nerviosa y úlceras; hipertensión arterial, mareos, problemas de insensibilidad en alguna parte del cuerpo, eyaculación precoz o impotencia sexual, escalofríos y miedos irracionales.

- Hay muchos tipos de angustia que van desde las crisis o ataques de pánico, hasta la agorafobia —miedo a los lugares abiertos o espacios donde se reúnen multitudes—, y toda clase de fobias que paralizan a las personas y no les permiten hacer su vida normal.

- Ya lo comentaba otro especialista, Agustín Caso Muñoz, en su obra Fundamentos de psiquiatría: “El que siente angustia ‘siente la muerte’ y, muy probablemente, en muchas ocasiones el que piensa que va a morir presiente su destino por los síntomas de la angustia que acompañan a dicha fatal situación”.

- No es necesario llegar a experimentar esa sensación extrema. Los médicos saben que ni la depresión ni la angustia son signos de debilidad: son enfermedades que pueden afectar a cualquier ser humano. Pero también es claro que mientras más rápido reciba la ayuda, más pronto se puede corregir el trastorno.

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