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Mitsubishi Co. <br>En busca de inversion

Para Naoyoshi Uehara, director general ejecutivo de la empresa nipona, México puede recibir más ca
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Prácticamente 50% de la sal que se consume en Japón es mexicana. A través de una coinversión con el gobierno de México, la empresa nipona Mitsubishi Corporation invirtió cerca de $30 millones de dólares en Exportadora de Sal, la fábrica de este producto más grande del mundo –ubicada en Guerrero Negro, Baja California–, y que produce cerca de seis millones de toneladas cada año, de las cuales 70% se destina al mercado japonés.

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En Japón, la Asociación de la Industria de la Soda, que utiliza anualmente 9,380,000 toneladas de sal –ocho millones importadas y el resto es producción nacional–, es su principal consumidora. Además de México, importa desde India, Australia y China, y aunque podría pensarse que estos dos últimos países tienen la ventaja de estar más cerca del archipiélago nipón –y por lo tanto desplazarían a México–, la sal mexicana tiene un precio bastante competitivo en ese mercado y los canales de distribución de Mitsubishi son muy eficaces.

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En entrevista con Expansión, Naoyoshi Uehara, sembu de grupo Mitsubishi Co. (en Japón, cargo ejecutivo inmediatamente después del director general) sostiene que Exportadora de Sal es una empresa rentable para ellos y para México, y está considerada entre las filiales más importantes en el continente americano y una de sus excelentes inversiones a largo plazo. Gran conocedor de la república mexicana –donde vivió durante 13 años, desempeñándose como director general de Mitsubishi México–, el ahora también responsable de la región de América del grupo japonés expresa su confianza en México y confiesa que su mercado es muy importante en sus planes de expansión. “Si el gobierno mexicano nos invita a invertir más, con mucho gusto estaremos presentes”, dice.

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Uehara habla a través de su experiencia de negocios en México, luego de la crisis de 1982, en que la actividad comercial entre ambas naciones decayó mucho. Así y todo, recuerda, el área de industria pesada de Mitsubishi equipó muchas plantas de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). “Cerca de la mitad de dichos equipos proviene de nuestro grupo; la última planta que abastecimos fue la de Petacalco y puedo afirmar que, en este sector, la Comisión es nuestro cliente número uno en el mundo.” El hecho de que hayan perdido la licitación para construir y manejar la planta de gas Mérida III no hizo decaer el entusiasmo. “Así es esto, con base en concursos a veces se gana y otras se pierde.”

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UN GRUPO SÓLIDO
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Símbolo de la riqueza empresarial japonesa, el origen del grupo Mitsubishi se remonta a 1870, cuando se llamaba Shoji Kaisha (empresa de comercio). Al terminar la Segunda Guerra Mundial fue desmantelada –de acuerdo con los dictámenes de los aliados– y el negocio se pulverizó en 100 diferentes compañías. No fue hasta 1954 cuando se creó Mitsubishi Soji, que más tarde se convirtió en Mitsubishi Corporation.

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Considerado uno de los grupos empresariales más grandes del mundo, desarrolla sus negocios básicamente en siete áreas: información, sistemas y servicios, alimentos, textiles y mercancía en general, químicos, maquinaria, combustibles y metales. Estas áreas han dado origen a diferentes compañías, entre otras, Mitsubishi automóviles, Mitsubishi electrónicos, Mitsubishi industria pesada, Comercializadora Mitsubishi, Kirin (cervecería) y Nikon.

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En el primer semestre del año fiscal 1996 (abril a septiembre) el grupo generó operaciones comerciales por $68,815 millones de dólares, utilidades antes de impuestos por $397 millones de dólares y utilidades netas por $197 millones de dólares. La cifra de actividad total ascendió a $84,050 millones de dólares (todas cifras consolidadas).

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Según el informe oficial, estos resultados se debieron básicamente al éxito en las transacciones de las subsidiarias, tanto de ultramar como del interior del país. A esto se suman el aumento en las exportaciones del área de combustibles y la expansión de la venta de alimentos, textiles y mercancía en general. Los negocios con México, que se mantuvieron estables, forman parte de estas cifras.

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Tal vez por lo anterior, Mitsubishi no quita el dedo del renglón con respecto a nuevas posibilidades de negocios y de inversión en México. Actualmente, dentro de sus intereses se encuentran las plantas de petroquímica secundaria que, a través de una nueva estrategia de desincorporación, están disponibles en 49% para el capital privado extranjero.

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Así, en consorcio con Mitsui y otra compañía nipona, presentaron una propuesta para intentar adjudicarse algunas de dichas plantas o complejos. Uehara confiesa que desde hace más de cuatro años que Mitsubishi viene manifestando su interés en la desincorporación de este sector. “Poco a poco, México está abriendo las puertas para la explotación de sus recursos naturales; Japón no los tiene y por eso nosotros queremos ir, no sólo para hacer compraventa, sino para adjudicarnos algún proyecto, alguna planta, para así conocer más a fondo la situación energética de México. Deseamos trabajar conjuntamente con Petróleos Mexicanos.”

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El empresario reconoce la experiencia de México en el campo de la refinería y la existencia de mano de obra calificada. Señala que si llegaran a adjudicarse el complejo de Cadereyta, el consorcio del que forman parte financiaría los equipos con el apoyo de Eximbank.

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La participación de Mitsubishi en proyectos a largo plazo y basados en los recursos naturales de las naciones latinoamericanas, no es nueva. Por ejemplo, en conjunto con compañías alemanas y finlandesas, ha financiado parte importante de las actividades de la mina de cobre La Escondida, en Chile, de donde se extraen más de 1,000 toneladas anuales del mineral, que se venden a numerosos países. Según un informe del grupo japonés, esta mina ha sido explotada durante más de 50 años y aún está lejos de agotarse.

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INTERESADOS EN LA “ZONA DE RIESGO”
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Más de 100 años no han bastado para consolidar una verdadera relación económica entre México y Japón. En general, este último país sigue considerando a Latinoamérica como “zona de riesgo” y la gran mayoría de los empresarios no conoce México ni el resto de las naciones sudamericanas. La crisis de 1982, el “efecto tequila” de 1994-1995, el secuestro de un empresario de Sanyo en México y la toma de la embajada japonesa en Perú, desafortunadamente pesaron en el ánimo para invertir o hacer negocios.

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Con respecto a México, en 1982, por ejemplo, había más presencia japonesa en la industria siderúrgica. Ahora, Mitsubishi participa en los viveros de truchas y en una fundidora, pero debe competir con otras grandes multinacionales. La cosa, por lo tanto, no pinta nada fácil.

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Pese a esto, Uehara forma parte de un grupo minoritario que aún confía en México. “A México hay que promoverlo más en Japón –señala el ejecutivo–. También, para que reciba más inversión extranjera debe contar con una buena industria de soporte. Es un país con muchas posibilidades para la pequeña y mediana empresa, que para nosotros son muy importantes.” En este sentido, recuerda, por ejemplo, el caso de Toyota, que se vio obligada a paralizar las líneas de producción en México por la falta de una pieza debido a que una pequeña empresa que la fabricaba se quemó. “México necesita ese tipo de industrias, porque una gran empresa no fabrica todo.”

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Al parecer, este país no ha ofrecido concretamente nada al respecto; tal vez por eso los capitales nipones siguen concentrándose en Asia, fundamentalmente en China. De hecho, de la inversión total japonesa en América Latina –que es relativamente escasa– apenas 10% llega a México.

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Sin embargo, el ejecutivo de Mitsubishi no concuerda con esta política: “En general, América Latina es un campo muy próspero y, dentro de ella, México. Pero este país debe analizar y saber exactamente en qué sectores es importante nuestra inversión. Con los chilenos nos pasó algo similar; nos decían ‘vengan a invertir, hay una ley que favorece al inversionista’, pero no sabían precisamente dónde había que inyectar capitales. Los inversionistas japoneses no iban a arriegarse sólo para sustituir lo que están haciendo en Asia.” Uehara cuenta que eso pasó hasta que los chilenos encargaron al Instituto de Investigación de Mitsubishi un estudio para detectar las posibilidades de negocios. “Sería bueno que los empresarios mexicanos hicieran lo mismo, aprovechando también la privilegiada posición de su país, colindante con el mercado más grande del mundo”, concluye.

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