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Más allá del centenario

La tragedia es que la receta mágica para fincar responsabilidades en los consejeros de las empresas
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Desveladas y desmañadas al margen, en paralelo a las interminables jornadas de evaluación en las que el Señor Presidente ni cabeceaba, ni comía, ni iba al baño, la época de oro para los funcionarios públicos de alto nivel floreció bajo el mandato de Luis Echeverría: Centenario por reunión de Consejo... cuando el México de la economía mixta contaba con 1,250 empresas paraestatales.

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Imagínese usted la flatriquera del señor Secretario, presidente a un tiempo de Pemex y la Comisión Federal de Electricidad, a más de consejero propietario de Ferrocarriles Nacionales de México, Concarril, Dina, Fertimex, Altos Hornos de México, Conasupo, Aeropuertos y Servicios Auxiliares, Pipsa y Uramex...

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Digo, para no hablar del señor Subsecretario que hacía su ronchita en Nacional Hotelera, Astilleros Unidos de Veracruz, Banco de Crédito Ejidal, Comisión Nacional Azucarera, Instituto Mexicano del Café, Compañía Naviera y Minera del Golfo o Sistema de Transportes Eléctricos.

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El caso es que al estallido de algún escándalo de corrupción en la empresa pública, el consejero de a monedita de oro de $50 pesos, acuñada en la época de Don Porfirio, se lavaba olímpicamente las manos, aduciendo que no sabía nada; que no podía estar en todo; que es problema del director general; que él no era quién para andar de pastor, y ultimadamente uno-aprueba-lo-que-le-dicen.

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La historia, no crea usted, se mantuvo incólume al arribo de la era de la privatización. Y yo qué iba a saber si los señores Ancira tiraban la casa por la ventana. Y a mí qué me dice de los enjuagues  que hacía el señor Lankenau. Y yo cómo iba a saber que los créditos  rebotaban al bolsillo del señor Cabal...

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La tragedia es que el remedio y el trapito, el elíxir, la receta mágica para ubicar (¿o sería mejor decir fincar?) responsabilidades  en los consejeros de las empresas, pasó de noche en la vorágine –digo, como anotaría algún clásico– de los acontecimientos de las últimas semanas.

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A iniciativa del Comité de Mejores Prácticas Corporativas, integrado al seno del Consejo Coordinador Empresarial, surgió un Código “para un mejor gobierno corporativo de las sociedades mexicanas”, coticen o no en la Bolsa Mexicana de Valores.

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El ordenamiento ético de observancia voluntaria, aunque en búsqueda de adhesiones, señala funciones específicas de los integrantes de los Consejos de Administración de las empresas:

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  • Establecer la visión estratégica de la sociedad.
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  • Asegurar que los accionistas y el mercado tengan acceso a la información pública de la sociedad.
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  • Establecer mecanismos de control interno.
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  • Asegurar que la sociedad cuente con los mecanismos necesarios que permitan comprobar que cumple con las diferentes disposiciones legales que le son aplicables.
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  • Evaluar regularmente el desempeño del director general y de los funcionarios de alto nivel de la sociedad.

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Metido al detalle, el código recomienda reducir el número  de asientos de los consejos de administración hasta un máximo de 15; crear las figuras de consejeros patrimoniales, consejeros relacionados y consejeros independientes, especificando que estos últimos deberán ser seleccionados, al margen de inexistencia de nexo alguno con la empresa, por su experiencia, capacidad y prestigio profesional, aplicándoles  a todos ellos tareas  concretas de evaluación y compensación, de auditorías y de finanzas y planeación.

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Más aún, se especifica que el órgano deberá reunirse al menos cuatro veces al año, una de las cuales se dedicaría a la definición de la estrategia de mediano y largo plazo de la sociedad, independientemente de la existencia de un procedimiento para permitir que por acuerdo de 25% de sus integrantes se pueda convocar a sesión.

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Y sin entrar al laberinto de deberes y obligaciones específicas, el código apunta hacia un esquema en que la tarea de los consejeros se involucra con la marcha cotidiana de las empresas.

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Que desquiten el Centenario, pues.

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¿Viva la nostalgia?

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