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Pensar en la migración

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

¿Quién puede actuar a escondidas inmerso en la omnipresente Galaxia del Video? ¿Quién puede pretender actuar sin consecuencias cuando un ogro inusitadamente filantrópico, un big brother de buen signo, lo atisba de forma permanente?

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Paradojas de la tecnología aparte, hace unas semanas las cámaras de televisión presenciaron de nuevo un acto de abuso y vejación. Un par de migrantes mexicanos fue apaleado por agentes estadounidenses en Riverside, California.

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El hecho, por supuesto, generó indignación y protestas en México y nutridas movilizaciones populares en California. Se expresó un “basta” al clima antimexicano que se percibe desde hace tiempo en las entidades fronterizas de la Unión Americana y que algunos precandidatos presidenciales en Estados Unidos atizaron recientemente para llevar agua a sus molinos.

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Y es que a muchos sorprende, con toda razón, que en una resplandeciente era post-Tratado de Libre Comercio el tema crucial de la migración de mexicanos a Estados Unidos haya sido apartado sistemáticamente de la mesa de negociaciones. Que cada quien se rasque con sus uñas, pensarán los que le sacan la vuelta una y otra vez.

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Hay que decirlo con firmeza y claridad: no es posible soslayar el tema migratorio a la hora de pensar y construir el futuro económico de Norteamérica. Es cierto que el asunto es espinoso, multifacético y fértil para la controversia. Todo país tiene el derecho sobre sus fronteras, de acuerdo. El gobierno mexicano debiera ser el principal generador de empleos para sus ciudadanos, sin duda. Pero la realidad real, no la del discurso, exige soluciones igualmente reales y compartidas.

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Por supuesto que no basta con que el gobierno mexicano quiera ver todo como un asunto de derechos humanos y olvide su responsabilidad como proveedor de trabajo para sus nacionales. En un cálculo considerado conservador, el politólogo Jorge G. Castañeda estima que entre 150,000 y 300,000 mexicanos buscan trabajo en Estados Unidos cada año; esto representa entre 15 y 30% del millón de empleos que deberían crearse cada año. Si se toma en cuenta que, en el mejor de los casos, estamos generando 500,000 nuevos empleos, la migración de mexicanos al vecino país representa entre 30 y 60% de los empleos que no se crean.

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¿Está obligado a crearlos Washington? No, aunque un buen socio, un buen vecino, sabe que la tranquilidad del de al lado también es la suya.

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Ideas para el debate
Es precisamente con el tema migratorio con el que la talentosa politóloga Denise Dresser, binacional de sangre, se inaugura en las páginas de EXPANSIÓN. Atenta no sólo a la agenda bilateral, sino también a la agenda política mexicana confiamos en que comparta con el lector sus provocativos puntos de vista en ambas materias.

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Doctora en Ciencia Política por la Universidad de Princeton, Dresser ha sido investigadora invitada en el Inter-American Dialogue, en Washington, y en la Universidad del Sur de California, en Los Angeles, además de profesora visitante en la Universidad de Georgetown. Colaboradora del volumen La conexión México-California, actualmente es profesora en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

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