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Presupuesto: más que &#34¿cuánto?&#34

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Si se comprara un año más de esperanza de vida de un mexicano promedio por el lado del combate a las enfermedades respiratorias o gastrointestinales, costaría $160 pesos. El mismo año, por el lado de las intervenciones quirúrgico-cardiacas, cuesta como $6,000 pesos. ¿Cuál debe pagar el presupuesto público?

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En respuesta a esas reflexiones, la Secretaría de Salud ha orientado más y más sus recursos hacia servicios en zonas donde abundan las enfermedades cuya atención tiene una mejor relación costo-efectividad. Pero es inimaginable la cantidad de dependencias que no se hacen el menor cuestionamiento respecto al costo-efectividad de sus acciones.

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La inercia en la presupuestación está en el corazón de los problemas. Todos los años se repiten los presupuestos anteriores sin la menor reflexión ni diálogo entre las áreas administrativas y las áreas operativas del gobierno.

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A esto se añade la ausencia de análisis de equidad. En un gran número de ocasiones el gasto público es tremendamente regresivo: da más a los que más tienen. Desafortunadamente los indicadores de desempeño nos impiden percatarnos de estas deficiencias. Son tantos y tan complejos, tan orientados a procesos (cuántas juntas se tuvieron o cuántos oficios se turnaron) y tan poco a resultados, que es difícil interpretarlos. Esto es producto entre otras cosas del infortunio que constituye el que la política se dé en el seno del Poder Ejecutivo y no en el Legislativo, como en otros países.

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La Reforma al Sistema Presupuestario que persigue la Secretaría de Hacienda tiene como objetivos entre otros corregir estas deficiencias. Todos los años nos preocupamos por el nivel del gasto público pero pocas por la eficiencia con que se asigna y se ejerce. Ya es tiempo de hacerlo. El desperdicio anual del sector eléctrico es casi equivalente al servicio de la deuda externa; con menos de 10% del presupuesto se podrían regalar dos salarios mínimos por familia a los 20 millones de mexicanos más pobres; en algunas dependencias uno de cada $2 pesos no termina ejerciéndose donde se programó ejercerlo. ¿No es acaso hora de que además del “cuánto” empecemos a preocuparnos por el “cómo”?

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Ojalá la Reforma al Sistema Presupuestario se perciba como un proceso de mejora continua y permanente y no como una moda de un grupo al que le tocó pasar por el área de política y control presupuestal. Reformas de esta naturaleza deben trascender las administraciones. En los últimos 20 años Corea del Sur aumentó su PIB per cápita 400%. Los mexicanos desaparecimos 10% del nuestro. O reformamos de raíz la manera de hacer las cosas, o no se sorprendan cuando a punta de pistola les pidan la cartera en el primer semáforo. La manera de asignar, ejercer y evaluar el gasto público es uno de los mejores lugares para emprender esta reforma radical en nuestra manera de concebir el mundo y nuestro papel en él. Ojalá se le dé la importancia que merece.

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