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Tipo de cambio <br>Volatilidad, ¿hasta

Algunos analistas, exportadores y directivos de casas de cambio consideran que no existen razones pa
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

A principios de octubre, la cotización del peso frente al dólar sufrió una seria presión, hasta llegar a $8 pesos por cada divisa estadounidense. Esto coincidió con el anuncio de un nuevo proceso para desincorporar la petroquímica, lo que se reflejó en una baja en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV).

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Sin embargo, según analistas, exportadores y cambistas consultados, esta nueva devaluación de la moneda aún no constituye un riesgo serio, en tanto que la economía se encuentra en proceso de ajuste y próxima a fortalecer su crecimiento. Añaden que las nuevas medidas político-económicas —como el caso de las petroquímicas— no fueron la causa de dicha devaluación.

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Asimismo, consideran que el comercio exterior mantendrá su dinamismo, en los márgenes previstos al inicio del presente año, con un saldo positivo de $7,000 millones de dólares aproximadamente. En todo caso, el sector exportador aún debe esforzarse mucho más para diversificarse y ampliar realmente su volumen de ventas, ya que hoy sólo tres sectores industriales y 660 empresas llevan a cabo 85% de las exportaciones mexicanas.

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Gerardo Cruz Vasconcelos, director de Análisis Macroeconómico y Financiero de Bancomer, manifiesta que el movimiento en el precio del dólar coincide con lo que la mayoría de los analistas habían pronosticado para el cierre de este año: superior a $8 pesos, y es posible que en diciembre oscile entre $8 y $8.20 pesos. “La volatilidad —expresa— es una característica obvia en un mercado delgado como el nuestro, que no tiene gran volumen de operaciones. Así, no debería extrañar que repentinamente, si algún agente quiere cambiar sus posiciones de dólares a pesos, o al revés, se llegue fácilmente a cambios en el mercado.”

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Agrega que debe seguirse con el actual esquema de libre flotación, pero considera que podría lograrse una manera suave para estabilizar el ajuste en las tasas de interés, si el Banco de México tuviera una política más agresiva para acumular reservas internacionales. “Si las subastas de dólares fueran más amplias, por $400 ó $500 millones de dólares, por ejemplo, posiblemente se daría más sustento a la política monetaria y se lograría mayor solvencia.”

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Por su parte, Héctor Lagos Dondé, presidente de la Asociación Mexicana de Casas de Cambio, explica que durante los primeros nueve meses del año el mercado cambiario tuvo un comportamiento estable. “En relación con 1995, fue bastante calmado.”

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Simplemente ocurrió que, con nueve meses de estabilidad, diferenciales de inflación importantes entre México y Estados Unidos y tasas de interés a la baja, llegó un momento en que los inversionistas consideraron que el riesgo de invertir en pesos ya no estaba compensado en tasas de interés pagadas.

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“Creo —opina Lagos— que a los niveles actuales o ligeramente arriba de $8 pesos por dólar para fin de año, hay margen de subvaluación. Y ese margen es necesario para mantener dinámico nuestro comercio exterior y tener además capitales invertidos en el país.”

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El director de Estudios Económicos de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra), José Luis Romero, estima que el tipo de cambio se ha convertido en una suerte de “tabú económico”: “Si lo movemos un poco hacia la subvaluación, se afecta a la estructura productiva del país; si lo movemos para revaluar, se afecta a las empresas exportadoras”.

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Cree que hay que explorar mecanismos finos de política económica, como restaurar el consumo interno, por ejemplo. El país, dice, requiere divisas para hacer frente a sus compromisos con el exterior y contar con recursos que permitan apoyar la estructura productiva.

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Devaluar no es la base para exportar
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Si bien los movimientos en el tipo de cambio obedecen a diversas variables y tienen distintas repercusiones, es un hecho que quien más los resiente, para bien o para mal, es el sector exportador.

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Los empresarios exportadores aceptan que un tipo de cambio competitivo, estable y sin sobresaltos favorece la venta de bienes y servicios en los mercados internacionales. Sin embargo, también reconocen que su actividad no sólo debe basarse en la cotización peso-dólar, pues ello no resuelve los problemas estructurales y productivos del país.

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Luis Rebollar Corona, presidente de la Asociación Nacional de Importadores y Exportadores de la República Mexicana (ANIERM), reconoce que este sector aún tiene que trabajar más para modernizarse, diversificarse, crecer y ser realmente competitivo. “Este proceso lo han concretado 660 empresas que exportan 85% del total nacional, mientras que hay otras 30,000 que deben cambiar, ya sea para convertirse en proveedoras de otras plantas o para exportar en forma directa.”

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Además, señala que el tipo de cambio actual refleja la concentración que existe en materia de exportación, y que es correcto para ese grupo de empresas. “La cotización no resuelve, por sí misma, la competitividad exportadora. Sin maquila, las cifras demuestran que hemos dejado de vender; en agosto ya teníamos un déficit de $360 millones de dólares”.

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Datos de INEGI, Bancomext, Secofi y de la SHCP revelan que sólo tres sectores —maquinaria y equipo industrial, automotriz y autopartes, y eléctrico y electrónico— llevan a cabo poco más de 67% de las exportaciones. Esas instituciones calculan que, este año, el comercio exterior puede llegar a registrar ventas por $100,000 millones de dólares, de los cuales $80,000 millones serán generados por 2% de las empresas que integran la plataforma exportadora nacional.

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Asimismo, 85% de las ventas foráneas mexicanas se concentran en Estados Unidos; 5.1% en Europa; 2.5% en Canadá; 6% en América Latina y 1.4% en Asia. Según cifras de la SHCP y del INEGI, en los primeros nueve meses de este año las exportaciones sumaron $69,700 millones de dólares, 19.2% más en relación con el mismo lapso del año anterior.

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El dirigente de la ANIERM indica que, pese a los esfuerzos realizados por el gobierno y empresarios del sector, los resultados para integrar cadenas productivas y sustituir importaciones aún son magros. “Se precisa un cambio en la cultura empresarial, para aumentar la productividad, mejorar la calidad, introducir cambios en lo administrativo y en lo tecnológico, para que haya una efectiva capacidad de respuesta a las necesidades del mercado”.

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Para Rebollar, es definitivo que sí hay interés por mejorar la participación en el sector exportador. Opina que, sin embargo, las pequeñas y medianas empresas requieren de ayuda, desde orientación para producir y ser eficientes, hasta apoyos financieros y tecnológicos. Para ello se han puesto en marcha programas de desarrollo de proveedores, en los que se han coordinado Bancomext, Secofi y Nafin. A través de estos se busca que dichos empresarios puedan ser proveedores de otras empresas, como las maquiladoras, que requieren de insumos y sólo compran 2% de estos a plantas mexicanas; el resto lo importan.

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Según el presidente de ANIERM, para algunas empresas el tipo de cambio sí puede operar como un ancla. “Pero definitivamente no debemos distraernos con la idea de que modificar la cotización resolverá los problemas estructurales del país; al contrario, esto ha significado un costo serio para el país.”

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Romero, por su parte, piensa que es preciso trabajar en restaurar las cadenas productivas, apoyar a la pequeña y mediana industria para generar producción y ya no depender en el mediano plazo de una variable tan frágil como el tipo de cambio.

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En contraposición, tanto Cruz como Lagos coinciden en que el sector exportador requiere un tipo de cambio competitivo. “Pero no a niveles exagerados de subvaluación, porque no fomentaría la exportación sino que se crearían otros problemas, como inflación y falta de competitividad, entre otros; se entraría a un círculo vicioso y nunca acabaríamos.”

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1996: cierre aceptable
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Todos los entrevistados piensan que al cierre de este año las diversas variables económicas serán las previstas, y aceptables para el buen desarrollo de la economía.

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Y revisan, como si fueran una suerte de astrólogos, lo que se espera en el futuro inmediato: la cotización podrá arribar a $8.20 pesos por dólar, la balanza comercial tendrá un superávit de $6,500 millones de dólares aproximadamente, la cuenta corriente terminará con un déficit de 0.5% del PIB y las tasas de interés posiblemente lleguen a 30%.

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En términos generales, califican como aceptable la política económica aplicada hasta el momento. Pero consideran que debe haber “una estricta aplicación de la política monetaria y un respeto a la política fiscal para que las finanzas públicas estén equilibradas”.

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¿Y para el año que se avecina, qué? Entrevistados poco antes de la presentación ante la Cámara de Diputados de los Criterios Generales de Política Económica, el Presupuesto de Egresos y la Miscelánea Fiscal para 1997, indican que no habrá cambios sustanciales en la política seguida, y confían en una franca recuperación a partir del segundo semestre.

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Según Cruz, en 1997, por la tendencia creciente de las importaciones, el superávit comercial será de sólo $3,000 millones de dólares y la cuenta corriente tendrá un déficit de más de 1.7%, es decir “bastante manejable”. Continúa: el crecimiento del PIB puede ser de 4.2%, la inflación se mantendrá entre 17 y 18%, los Cetes a 22% y el dólar llegará a un precio cercano a los $9 pesos. “Es factible que en el segundo semestre se dé una recuperación más pareja, que permita mejores niveles de empleo y de ingreso.”

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Por su parte, Lagos y Romero estiman que a finales de 1997 el tipo de cambio podría oscilar entre $9.10 y $9.20 pesos y la inflación también se debatiría entre 17 y 18%. Para el primero, es preciso que —si en el mercado hay realmente un exceso de dólares—, en lugar de dejar que el tipo de cambio baje, el Banco Central debería comprar para aumentar sus reservas, “pues el programa de opciones de venta aplicado hasta el momento es muy conservador”.

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Por último, tanto Cruz como Romero señalan que el Paquete Económico para 1997 debe llevarse a cabo en el tiempo y forma en que se ha anunciado, sin forzarlo y sin retrasos en la aplicación del presupuesto —como ocurrió este año—, y convienen sobre la necesidad de instrumentar los programas de política industrial y de apoyo al comercio exterior anunciados en 1996.

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Estos programas permitirán básicamente cerrar brechas y restaurar cadenas productivas; si no, la volatilidad cambiaria será recurrente.

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