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¿De parte de quién?

Las clientelas son capaces, en algunas democracias, de cargarse a ministros en un par de semanas.
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Me imagino que los electores somos, para muchos políticos, como los nopales: sólo nos buscan cuando damos tunas... o votos. De ahí en fuera, cada cual (de entre los políticos y funcionarios públicos, se entiende) cultiva las parcelas de interés más importantes para su carrera política: los grupos de presión, los jefazos del partido, alguno que otro de los "formadores de opinión", el líder de la bancada de diputados o senadores, el gobernador que echó el hombro para que se obtuviera la candidatura, el sempiterno dirigente sindical... "clientelas", les llaman.

- - Igual se suele comportar la multitud de "representantes" oficiales y oficiosos de tal o cual gremio, de las cúpulas, los "cupuleros" como decía un amigo.

- - Las clientelas son capaces, en algunas democracias, de cargarse a ministros en un par de semanas. Sucedió en Argentina en marzo... Con el agua llegando a los aparejos (un déficit fiscal fuera de control porque el gasto del gobierno siguió su marcha desparpajada sin conocer límites) el presidente argentino Fernando de la Rúa echó mano de un prestigiado economista, Ricardo López, con la esperanza de que enderezara la nave.

- - López le entró al toro por los cuernos y propuso un multimillonario recorte del gasto público. El razonamiento era impecable. En medio de una recesión desesperante, la forma más sana de poner límites al crecimiento del déficit fiscal no es otra que recortar, sin miramientos, el gasto del gobierno. Eso lo sabe López, lo sabemos usted y yo, que ¿cuántas veces, ante un desbordamiento de las deudas o una caída súbita en los ingresos, nos hemos apretado el cinturón? Pero ni López, ni usted ni yo somos buenos políticos. El economista de la Universidad de Chicago perdió el cargo en un par de semanas: paros sindicales, protestas estudiantiles, iracundas reprimendas de los viejos políticos y hasta obispos, metidos a economistas de ocasión, acabaron por tumbarlo.

- - Para consumo de los medios de comunicación se dirá que el recorte al gasto público propuesto por López disgustó a la sociedad. Pamplinas. Disgustó a los que tienen la sartén por el mango, a los devoradores de dinero público: sindicalistas, burócratas, líderes partidarios... Hábiles para azuzar, por ejemplo, a una turba de estudiantes despistados (a quienes se les aseguró que el "malvado neoliberal" quería terminar con la universidad pública y gratuita –suena familiar por México ese sambenito–). Los políticos profesionales le mandaron un mensaje muy claro al temerario ministro: "nuestras rentas y prebendas son intocables. Que traigan a otro."

- - Y el Presidente trajo a otro prestigiado economista. Domingo Cavallo resultó excelente político: pidió para el Poder Ejecutivo facultades legislativas extraordinarias, apeló a la unidad de las fuerzas políticas y les recetó a los argentinos un impuestazo (del 0.25%) para cada operación bancaria, de crédito o de débito, al tiempo que se decretó que cualquier transacción de más de $1,000 pesos argentinos (dólares) debe hacerse mediante cheque bancario.

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- - Hasta ahora el plan Cavallo, que contempla otras medidas y que astutamente se bautizó como Plan para la competitividad, está resultando. ¿Por qué? Porque los que tienen la sartén por el mango, los devoradores de dinero público, dieron su visto bueno.

- - Al final del día, Cavallo, que no tiene un pelo de tonto, tendrá que buscar cómo recortar el gasto del gobierno, pero no cometerá la imprudencia de avisarlo a sus colegas políticos. Buscará, sin duda, al grupo de interés más débil, al menos cohesionado, al menos gritón, para pasarle la factura. Por lo pronto la factura fuerte –¡y qué factura!– ya se la pasaron a los contribuyentes.

- - ¿Será que los ciudadanos argentinos comunes y corrientes prefieren pagar más impuestos antes de que se toque con el pétalo de un recorte el gasto del gobierno? No, qué va. No están locos. Lo que pasa es que no cuentan, salvo cuando, como los nopales, tienen tunas... o votos que ofrecer.

- - Saque usted, estimado lector, la moraleja, si hay alguna, para México. ¿A quién representan nuestros representantes?, ¿de parte de quién hablan y deciden?

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