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¿Hay respuestas para Zenaida?

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Zenaida se recupera en un hospital de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas. Zenaida tiene cuatro años. Los médicos no saben si recobrará la vista pero, fuera del nervio óptico dañado por una bala, su estado de salud es “bueno”. Zenaida perdió la vista dos días antes de Navidad durante la matanza de Acteal, en el municipio de Chenalhó. Eso no fue lo único que perdió, también perdió a su mamá, a su papá, a sus hermanos. Zenaida está casi sola en este mundo que no tiene respuestas para ella. No le sirven de nada los análisis de los señores de uno y otro bando que dicen saber todo sobre lo que pasa en Chiapas. Ante su drama concreto debemos confesar que nuestra palabrería ideológica no sirve para nada, o peor todavía: que nuestra charlatanería de siglas, consignas, interpretaciones, análisis, ha contribuido a construir esta tragedia, que pudimos haber evitado.

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Mientras Zenaida, con la cabeza vendada, está en tinieblas en una cama de un hospital de San Cristóbal de las Casas, los políticos de uno y otro lado hacen campaña con la masacre de Acteal. Dicen que los asesinos, incluido quien disparó contra Zenaida, ya están detenidos. Aun si así fuese, eso de nada le sirve a Zenaida. Mucho menos le sirve saber de los discursos del Presidente de la república, de las arengas del jefe de gobierno del -DF, de las prédicas contra el neoliberalismo o de las cartas del subcomandante Marcos. Zenaida no entiende nada de eso, sólo entiende que su familia ya no está aquí, pero nadie de nosotros puede explicarle por qué. Al menos, las respuestas que interesan, no están en nuestra habitual palabrería política, ideológica. A Zenaida tampoco le sirve que hoy día haya muchos que aseguran, con disimulada satisfacción, que ya habían advertido que la masacre podía pasar. Ese es otro juego de adultos que ella no entiende. Tampoco le sirve que ahora pongamos en la picota a los negligentes o cómplices que no hicieron lo que deberían haber hecho para que el estado de derecho no fuese una burla en Chiapas.

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La historia de Zenaida fue presentada en un noticiario de televisión la noche del viernes 26 de diciembre. Un reportero, Jorge Zarza, la contó así, tal cual. Ese mismo día, por la mañana, escuché a un político (de esos de media tabla para abajo) pontificar que ese reportero, Zarza, estaba “de vacaciones en Chiapas”. Quién sabe, seguramente el político le reprochaba al reportero que su “información” no fuese útil para la “grilla”. Ese mismo día, unos señores y unas señoras, de esos que “saben todo” sobre Chiapas, publicaban en un diario una carta reprochándole a la televisora manipular la información sobre la matanza en Chenalhó. El “pecado” de los noticiarios de esa televisora fue, según la carta de los miembros del Cencos, haber dicho el 23 de diciembre que el ataque fue perpetrado por un grupo “no identificado”. El “pecado” es que la televisora no había hecho un juicio sumario desde el primer momento y no le había puesto etiquetas a los buenos y a los malos. Se suponía que los reporteros tenían que haber dicho: “Los matones eran del -PRI, las víctimas eran unos indígenas pacíficos sin filiación política”, o al revés, lo mismo da. Se suponía que los reporteros tenían que erigirse en jueces siguiendo los dictados de aquellos que ya lo saben todo sobre Chiapas, como los miembros del Cencos. Lo saben todo, pero no tienen respuestas para Zenaida.

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La historia de Zenaida no es “información”. Es una “cursilería” ramplona para el político priísta de la media tabla. Es una mera “sensiblería” para los cristianos progresistas del Cencos (tal vez es un ardid para “manipular” los hechos). Es una anécdota sin relevancia para los sesudos analistas que prefieren ir a “las causas profundas” y “a las raíces del problema”. No faltará quien la ponga de ejemplo de ese aborrecible “sensacionalismo” de los noticiarios de televisión que perturba la digestión de las “buenas personas”.

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Tal vez, pero la historia de Zenaida no me dejó dormir a diferencia de los arrullos ideológicos que son infalibles para conciliar el sueño. Tal vez, pero Zenaida es real y concreta. No es una metáfora ni una carta del subcomandante. No es un tropo en el discurso del Presidente. No es una condena en las Naciones Unidas. Es más contundente y más incómoda que eso.

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Ni los obispos, ni los presidentes, ni los gobernadores, ni los antropólogos, ni los “cristianos comprometidos”, ni los políticos en cualquier lugar de la tabla de posiciones ni mucho menos los periodistas tenemos respuestas para Zenaida. Sólo Dios sabe.

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El autor es director de Información de TV Azteca - y colaborador de El Economista.

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