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¿Otra elección excepcional?

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Dos hechos han alterado de manera profunda la sucesión del 2000. En primer lugar, la precandidatura de Vicente Fox, activa desde hace aproximadamente un año, obligó a todos los partidos a adelantarse. No obstante las reglas para la selección de candidatos en el pan son muy claras y no requieren de simpatías externas, Fox optó por buscarlas como estrategia para asegurar su nominación, con ello alteró tanto la vida interna del partido como los tiempos de los demás. Acortó el tiempo de gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas, quien antes de cumplir 18 meses como Jefe de Gobierno del DF fue obligado a entrar a la lógica de la elección presidencial, abonó en la presión para que el PRI abriera el juego de los precandidatos y provocó que los tiempos electorales se hicieran sustancialmente más prolongados.

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Aun cuando falta un año para la elección, los candidatos ya están prácticamente definidos, las precampañas se fundirán con las campañas haciéndolas sumamente extensas. Esto repercutirá necesariamente en la conducta de los electores, puede ser que se genere una expectativa tal, que el electorado se vuelque masivamente a las urnas, pero es también posible, que dentro de 365 días los electores no quieran saber nada más de elecciones y el abstencionismo sea mucho mayor que el calculado. ¿A quién favorecería uno u otro desenlace?

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Las nuevas reglas del PRI para seleccionar candidato a la presidencia cambian también la lógica de la elección. Los precandidatos (que siempre han existido) ya no giran solamente en torno al Presidente, los que quieran “estar en la foto” tendrán que moverse al menos en dos grandes ámbitos, que no necesariamente se corresponden, el Presidente y su potencial electorado.

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Por más fuerte que aparezca la candidatura de Francisco Labastida, el PRI se abrió a lo impredecible. No necesariamente todo les saldrá bien y puede haber resultados inesperados. Hoy Zedillo es un factor más en la selección del candidato a sucederlo, el más pesado quizá, pero ya no el único. Por otra parte, al haber alterado sus reglas para la elección del candidato presidencial, es probable que la presión de la militancia se extienda más allá de lo que las cúpulas estaban dispuestas a ceder. Si todas las candidaturas se someten a primarias, la lógica sectorial de cuotas quedará alterada, esto repercutirá a su vez en la forma de trabajo del Congreso y diputados y senadores tendrán un margen de libertad que trastocará definitivamente la disciplina partidaria y presidencial. ¿Qué esperar de un Congreso que empieza a responder a sus electores?

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Sin lugar a dudas, la elección del 2000 será una elección de excepción. Una vez más, como todas las elecciones presidenciales desde la de Miguel de la Madrid (1982), es difícil prever las consecuencias de los elementos nuevos que obligan a señalar como única la próxima elección. ¿Por qué el presente político mexicano es, al mismo tiempo, tan aburridamente repetitivo e inquietantemente singular?

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La autora es profesora e investigadora de la Universidad de Guadalajara

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