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¿Qué nombre llevan en mente?

Los encuestadores tienen siempre una respuesta. En tiempos electorales hacen un buen negocio y se vu
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

El año 2000 será decisivo para México. Más de 50 millones de ciudadanos podrán acudir a las urnas para elegir Presidente de la República, gobernadores, senadores, presidentes municipales y diputados. A través de los diferentes medios de comunicación, los mexicanos podrán conocer la ideología de los partidos políticos y la oferta de sus candidatos.

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Meses antes de que se realicen las elecciones, se difundirán –a través de la radio, televisión y prensa escrita– una gran cantidad de entrevistas, discursos, actos de campaña y encuestas, que servirán a los electores como referencia para emitir su sufragio en favor de un candidato.

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Desde 1988, las encuestas electorales han crecido considerablemente en México. Sin embargo, existe la creencia de que sus resultados pueden influir en la intención del voto de los ciudadanos y que las cifras finales de estos sondeos depende de quién los paga, lo que implica una supuesta manipulación de los datos por parte de los encuestadores para llegar a resultados predeterminados.

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En Europa, a finales del siglo pasado, conjuntamente con el desarrollo de las encuestas crecieron los conocimientos estadísticos y aparecieron diversas teorías que fundamentaron el método de selección de una muestra que permitiera hacer afirmaciones respecto de la totalidad de una población. Durante los primeros años del siglo XX surgieron aplicaciones concretas de los principios estadísticos, concebidos como consultas preelectorales que interrogaban a un cierto número de posibles votantes.

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Esta tradición, llamada “votos de paja”, se mantuvo hasta noviembre de 1936, cuando la empresa estadounidense Literary Digest –que durante 20 años hizo predicciones correctas– después de consultar a más de dos millones de personas, erró en los resultados electorales de ese año cuando fue reelecto Franklin D. Roosevelt como presidente de Estados Unidos. Por tal motivo, esta fecha se puede considerar como el nacimiento de los sondeos de opinión.

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Pero estas encuestas electorales no fueron bien aceptadas, debido a un segundo fracaso: el pronóstico equivocado de Gallup sobre el resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos en 1958.

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40 años más tarde, los estudios de opinión son una práctica común en Europa, Estados Unidos y América Latina, sobre todo. Hoy, en México, existen más de 150 empresas dedicadas a la investigación de mercado y de opinión pública. Esta industria genera cerca de 3,000 empleos directos y registra un crecimiento anual de por lo menos 25%.

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Las encuestas electorales proporcionan información a partir de una serie de preguntas que se le hace a una muestra representativa de la población. Este tipo de investigación es utilizada por los partidos políticos y candidatos para conocer el avance, virtudes, debilidades y estrategia de sus adversarios. Además, el gobierno recurre frecuentemente a los sondeos de opinión para conocer la posición de los ciudadanos respecto de un asunto determinado. Los medios de comunicación también emplean las encuestas electorales con el fin de obtener credibilidad y oportunidad en la noticia.

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Hasta 1993 las leyes electorales mexicanas no contemplaban disposición alguna a este respecto. Fue en 1994 cuando la Cámara de Diputados legisló las primeras normas jurídicas, que se encuentran contenidas en el artículo 190 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe), y que son las siguientes:

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 “Quien solicite u ordene la publicación de cualquier encuesta o sondeo de opinión sobre asuntos electorales…, el día de la elección deberá entregar copia del estudio completo al secretario ejecutivo del Instituto Federal Electoral si la encuesta o sondeo se difunde por cualquier medio. En todo caso, la difusión de los resultados de cualquier encuesta o sondeo de opinión estará sujeta a lo dispuesto en el párrafo siguiente.

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“Durante los ocho días previos a la elección y hasta la hora del cierre oficial de las casillas que se encuentren en las zonas de husos horarios más occidentales del territorio nacional, queda prohibido publicar o difundir por cualquier medio los resultados de encuestas o sondeos de opinión que tengan por objeto dar a conocer las preferencias electorales de los ciudadanos.”

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 “Las personas físicas o morales que pretendan llevar a cabo encuestas por muestreos para dar a conocer preferencias electorales de los ciudadanos o las tendencias de las votaciones, adoptarán los criterios generales de carácter científico que para tal efecto determine el Consejo General del Instituto Federal Electoral.”

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El Consejo General del Instituto Federal Electoral acordó, además, criterios estadísticos para la realización de encuestas por muestreo, entre los que se encuentran los referentes al marco y diseño muestral, tamaño y selección de la muestra, trabajo de campo y procesamiento de la información. Asimismo, recomienda a quienes soliciten u ordenen la publicación de cualquier encuesta sobre asuntos electorales que publiquen las características metodológicas fundamentales de dichos estudios, con el fin de facilitar su lectura e interpretación.

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Los encuestadores opinan
Javier Alagón, presidente de la Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercado y Opinión Pública (AMAI), considera que los sondeos le dan validez y credibilidad a los procesos electorales. Si por algo se cree en los resultados del Instituto Federal Electoral, asevera, es porque han sido congruentes con la mayoría de las mediciones que este tipo de empresas han realizado. Además, “responden a la inquietud que tiene la sociedad de saber anticipadamente que los resultados oficiales son verdaderos”.

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Por su parte, Roy Alberto Campos, director de Consultores Asociados en Investigación de Opinión (Consulta), señala: “El periodo de incertidumbre entre las elecciones y los resultados provoca acusaciones y tensiones. Sin embargo, los sondeos electorales –en este caso las encuestas de salida o los conteos rápidos–, generan un ambiente de tranquilidad y limpieza electoral.”

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A pesar de que la mayoría de los directivos de las empresas dedicadas a la investigación de la opinión pública elogian su labor, Ian Reider, director de Gallup-México, considera que en el país todavía no hay expertos en estudios de opinión en materia electoral. “Hay empresas que han tenido éxito y están aprendiendo, pero países como Estados Unidos nos llevan mucha ventaja. Ahí están como ejemplo las elecciones presidenciales mexicanas de 1988, cuando los resultados de las encuestas se vieron afectados por una mala designación de los electores indecisos, es decir, de aquellos que al momento de la encuesta no saben o no quieren decir sus preferencias políticas.

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César Ortega de la Roquette, presidente del Buró de Investigación de Mercados (BIMSA), precisa que, en términos de capital humano e infraestructura informática, México se encuentra al mismo nivel que Estados Unidos y Europa. “Si hay alguna diferencia entre la forma en que se conducen las entrevistas, tiene que ver con las características estructurales de nuestro país, además de que la cultura de la encuesta no está tan arraigada como en otras naciones.”

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Edmundo Berumen, director de Berumen y Asociados, considera que las encuestas electorales en México han tenido un crecimiento espectacular, debido a que estas empresas llegaron en una época muy oportuna a atender un nicho de mercado: realizar investigaciones con solidez técnica y bien fundamentadas. Berumen menciona que en 1998 su compañía registró un crecimiento de 115% en relación con 1997, para facturar $150 millones de pesos.

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Las empresas dedicadas a la investigación de mercados y opinión pública clasifican a las encuestas electorales en el ámbito de las investigaciones cuantitativas, es decir,  estudios mediante los cuales las preferencias electorales, el perfil de los votantes y los resultados finales de los comicios se puede medir con cifras.

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Sin embargo, este tipo de encuestas también es analizado desde un punto de vista cualitativo, con el que se busca profundizar en las causas que provocan que las personas entrevistadas respondan en los sondeos de tal o cual manera.

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Gabriela de la Riva, directora de De la Riva y Asociados, empresa dedicada a estudios cualitativos, define a un candidato o a un partido político como un producto: “El candidato es como una Coca-Cola y el objetivo final es que ese producto llegue a un receptor a un consumidor que lo acepte... Igual que en un producto, hay motivaciones que llevan al consumidor a buscarlo o frenos que evitan que se acerque.”

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Agrega que la tarea de su empresa es analizar los aspectos positivos y negativos de un candidato o partido político para después ubicarlo en un entorno de competencia. “Se busca que las necesidades o perspectivas de los ciudadanos coincidan con los planteamientos de un candidato o partido político. Lo primero que se hace es un análisis del entorno social, económico y político, seguido de un diagnóstico. Después vemos la imagen del candidato contra la de sus competidores. Continuamos con su potencial: imagen física, forma de vestir, modo de actuar, relaciones sociales, lugares a donde debe acudir, etcétera.”

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Este tipo de análisis, añade la experta, hace que los políticos “sean más audaces al desarrollar sus estrategias de campaña, aunque pierdan espontaneidad”.

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La visión del IFE
José Woldenberg, presidente-consejero del Instituto Federal Electoral, considera que las encuestas electorales han jugado un papel cada vez más importante. El hecho de que las elecciones sean monitoreadas de manera permanente y que se hagan diferentes sondeos de opinión, permite que los ciudadanos lleguen a las urnas con un cuadro más o menos previsible de lo que sucederá, lo cual da certeza a los propios resultados oficiales.

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Cuestionado sobre las empresas que se dedican a la realización de estos sondeos, Woldenberg responde que la actividad de los encuestadores profesionales ha sido muy eficiente. “Sin embargo, gente sin escrúpulos podría hacerse pasar por encuestadores y falsear información.”

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¿Y la legislación? “Es satisfactoria.”

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Por cierto, la encuestomanía sobre la sucesión presidencial del 2000 ha comenzado.

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