¿Un modelito, joven?
Aunque el respetable urge más acción en los duelos entre Francisco Labastida y Roberto Madrazo; Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, y Vicente Fox y Humberto Roque, por más que unos den en la báscula semicompletos; otros welter, y los más mosca, en realidad lo que está arriba del cuadrilátero en la campal de relevos australianos por la grande, es el modelo económico para el nuevo milenio.
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¿Se mantendrá vivo el esquema neoliberal al estilo salinista zedillista? ¿Regresará, brioso, desbocado, el populismo con el sello echeverrista-lopezportillista? ¿Arribará a tierras mexicanas la Tercera Vía a la que se convirtiera milagrosamente el propio ex presidente Carlos Salinas de Gortari? ¿Sentará sus reales la Economía Social de Mercado? ¿Nos ajustaremos a la moda sudamericana de la Cuarta Vía?
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Hagan sus apuestas, señores.
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Lo curioso del caso es que aunque Labastida lleva la estafeta del presidente Zedillo, quien mantendría la fidelidad a la línea, aunque sin los excesos de los rescates a costa de más miseria, es Roque Villanueva.
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Y en cruel paradoja, dados los sesudos artículos periodísticos con que Salinas ha ponderado a título de inaudito acto de contrición, el modelo de moda en Europa, quien perfila mejor su adhesión a la causa es Cárdenas.
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Y aunque los maledicientes de éste lo acercan a la línea implantada en Venezuela por el ex militar Hugo Chávez, en realidad el más cercano homólogo de éste es Madrazo.
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Ahora que el abanderado indiscutible de la Economía Social de Mercado, por más que su discurso –y no precisamente el que debatió con el destacado intelectual Eugenio Derbez, o con el punzante explorador de ideas, Adal Ramones– salpique de posturas populistas, es Vicente Fox.
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El abanico tiene cara de banquete:
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Según la propia definición de sus panegiristas, la Economía Social de Mercado –implantada con éxito en algunos países de Europa, con énfasis en Alemania–, es un orden social inspirado en la doctrina social de la iglesia y centrado en el hombre, en el que, a diferencia del neoliberalismo, la política económica y la política social son simultáneas.
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Las palabras claves de la modalidad son dignidad de la persona humana, solidaridad, subsidiariedad y bien común, ubicadas todas ellas en el tradicional diccionario del PAN.
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Entre sus principales líneas se ubica el establecimiento de un sistema de precios de “competencia perfecta”, bajo la condición de muchos oferentes y muchos demandantes; estabilidad de la moneda, garantizada por un banco central con plena independencia del Ejecutivo; libre acceso a los mercados, al margen de monopolios, y libertad contractual, aunque bajo advertencia de intervención del Estado si se cometen abusos contra la justicia social.
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La Tercera Vía, cuyo mayor exponente en este momento es el Primer Ministro de Inglaterra, Tony Blair, es un capitalismo con sentido humano, es decir la conjunción de la idea de justicia con el impulso a la actividad productiva.
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Lo cierto es que a nivel latinoamericano, el furor desatado en el cono sur apunta hacia lo que se ha llamado, en respeto de la corriente anterior, como la Cuarta Vía.
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Es un inaudito híbrido entre el neoliberalismo puro y el populismo exacerbado, cuyos exponentes estelares son los presidentes de Argentina, Perú y Venezuela.
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Estamos hablando de la curiosa convivencia entre las privatizaciones y el aumento general de salarios por decreto; entre la apertura total al capital extranjero y la implantación de políticas de fomento con cargo a la actividad productiva.
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De pronto, por ejemplo, a contrapelo de su discurso de encendido corte nacionalista en su asunción al poder, el presidente venezolano abre la posibilidad de inversión privada en Petróleos de Venezuela, concretamente en el área petroquímica, y más al detalle en impulso de la industria de fertilizantes.
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En el cóctel se ubican capitales de Estados Unidos, Italia, Francia, Japón, Holanda y Colombia.
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¿Será melón? ¿Será sandía?