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La decadencia de Estados Unidos

Si damos un vistazo al pasado, nos daremos cuenta de que la crisis del país vecino del norte es más profunda de lo que parece.
lun 10 octubre 2011 01:14 PM

Asistimos a una época de un cambio de paradigmas, como señala Thomas Kuhn, en sus estudios sobre las revoluciones científicas, que muchos autores han denominado ‘posmodernidad'. Sus síntomas serían el descrédito de la razón; el cambio de una economía industrial a la emergencia de los servicios; y tan importante como éstos, el declive de Estados Unidos como primera potencia mundial, aquejado por una deuda pública superior a 101% del PIB, de alrededor de 14 billones de dólares.

Los datos son abrumadores. El TLCAN se construyó en torno a la fortaleza económica de un país que en 1990 detentaba 15% del comercio del mundo; y que ahora, aquejado de una grave crisis económica, este índice se ha reducido a 8%, según datos del Fondo Monetario Internacional. Información proporcionada por Cypher, ya en 1990, resultaba también alarmante. Su pérdida en incremento de la productividad ha sido enorme: de 1950 a 1973, ésta se incrementaba a 2.4% anual, mientras que de 1973 a 1990, lo había logrado únicamente en 0.8%. EU arrastra un triple déficit, el cual ya en 1990 era de 6% del PIB, y ahora, de más de 10%; el comercial registraba un pasivo de 100,000 millones de dólares (hoy superior a 700,000 millones), y a partir de 1989, pasó a 650,000 millones (y ahora de 14.3 billones).

Asimismo, Cypher ya comentaba sobre el crecimiento de la deuda de las familias estadounidenses, que en 1950 representaba 35% de la deuda doméstica, para 1989 apuntaba a 80% y ahora es superior a 110%. Este autor subrayaba, junto con Cantwell, que las corporaciones trasnacionales estadounidenses, en el periodo 1974-1982, perdieron 20% de su grado de internacionalización en 12 sectores manufactureros. Incluso, en los sectores de alta tecnología descendieron: en el mercado global de la fibra óptica, en el periodo de 1980 a 1988, 21%; en semiconductores, 24%, y en máquinas herramientas, 23%.

Algunos autores equiparan el rápido declive estadounidense con la desaparición del esplendor de la Gran Bretaña y su imperio. A este país lo posicionaron sus triunfos militares sobre Francia en 1815, su fortaleza económica derivaba de los nuevos descubrimientos industriales (la máquina de vapor, la de tejer, el ferrocarril, la electricidad), y de su enorme potencial para generar riqueza, lo que le llevó a detentar los mayores niveles de industrialización per cápita y una participación relativa en la producción manufacturera del mundo, que lo condujo en 1880 a administrar 23% de la producción industrial mundial.

¿Qué causas adicionales han acelerado la decadencia de Estados Unidos? A nuestro juicio, tres: la pérdida del incentivo psicológico, que representaba la lucha frente al enemigo comunista, al que había que vencer a toda costa, tan despertado por presidentes como Kennedy y Ronald Reagan; el capitalismo voraz de las multinacionales estadounidenses, que ha socavado la competitividad de ese país al trasladar fábricas e investigación y desarrollo a los tigres asiáticos, y el síndrome apuntado por Daniel Bell en Las contradicciones culturales del capitalismo: el paso de una sociedad burguesa emprendedora y ahorradora, a otra consumista y dispendiosa.

¿Qué debe hacer Estados Unidos para recuperar su liderazgo? Pregunta difícil, pero a la que han respondido numerosos economistas, como Thomas Friedman, Joseph Stiglitz y Clyde Prestowitz en The Betrayal of American Prosperity: reforma a su sistema financiero, vuelta al ahorro, una nueva política industrial, disminuir su dispendioso gasto militar, abandono del Consenso de Washington.

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¿Y México? Lo que ha hecho EU debe servirnos de ejemplo de lo que no debemos hacer: seguir un modelo de capitalismo financiero, que genera inestabilidad y mucha desigualdad, el gasto dispendioso, el consumo desenfrenado.

El autor es doctor en Derecho de la competencia, profesor investigador de la uaem (Morelos) y responsable del área de competencia del despacho Jalife y Caballero.

Comentarios: opinion@expansion.com.mx

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