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La economía de la belleza

El debate sobre las posibilidades que tienen los físicamente mejor dotados de obtener el trabajo que desean está de vuelta.
lun 17 septiembre 2012 11:10 AM

La gente más atractiva gana más que los menos agraciados, dice Daniel Hammermesh. Eso lo sabe hasta el niño de la primaria que lleva las ‘orejas de burro'. El mérito de este investigador es que ha desarrollado un método cuantitativo para medir el fenómeno. Acuñó el término ‘Pulchronomics' para describir la ‘economía de la belleza'.

Hay una relación entre belleza, capacidad de negociación y resultados, pero las cosas no son tan complicadas. La gente guapa tiene más facilidades para demostrar lo que puede hacer. Recibe un trato preferencial en el momento de elegir a quién se contrata. Es más tomada en cuenta cuando aparecen las oportunidades de ascenso. El porcentaje de ventaja de los bellos en los ingresos varía según el tipo de actividad. Va desde 12% hasta cifras de tres dígitos.

Hammermesh había publicado sus trabajos a lo largo de la década pasada. Era una rareza digna del Freakonomics, un alma solitaria en busca de compañía literaria hasta que apareció Catherine Hakim, una socióloga seria, interesada en asuntos de la situación de la mujer. Hakim es la autora de Honey Money: The Power of Erotic Capital, un libro que parece producto de una divertida cruza de Paris Hilton y Jean Paul Sartre.

Catherin Hakim no utiliza series estadísticas, como Hammermesh, para apoyar su punto de vista. Parte de lo obvio: en este mundo material hay un bono para la gente atractiva, un beauty premium, y trata de encontrar respuestas a ello. En la cartografía de los tipos de capital, ubica el capital erótico, junto al capital económico, vinculado al dinero; el capital cultural, relacionado con la educación y las costumbres aprendidas en casa, y el capital social, relacionado con las redes de relaciones.  El capital erótico es una combinación de belleza, estilo, habilidades sociales y carisma, explica Hakim. Todo eso forma parte de un paquete que trasciende la belleza heredada. Puede comprarse: "El maquillaje, las cirugías y la ropa se valen en esta carrera de ratas en la que se ha convertido la vida profesional".

 Cita el concepto francés de la belle laide, que define a una mujer fea que se vuelve atractiva gracias al acierto con el que cuida su imagen y su estilo. A esta socióloga, que viene de las trincheras del feminismo, le llama la atención que en el caso del capital erótico, las mujeres tienen una ventaja: la pimienta sensual no está repartida equitativamente entre los géneros. Ellas están mejor dotadas de ese condimento en el que los hombres se encuentran en déficit. Por él están dispuestos a gastar dinero o correr riesgos profesionales.

Hay cientos de cosas que la humanidad lleva siglos sabiendo que existen, aunque no puede explicar cómo funcionan. La novedad, podríamos argumentar, es que en un periodo relativamente corto, hay dos intelectuales de cierto calado que se ocupan de este asunto.

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Peter Drucker definía la honestidad intelectual como no confundir lo que las cosas son con lo que a nosotros nos gustaría que fueran. En ese sentido, Hammermesh y Hakim hacen de su exploración un ejercicio brutal de honestidad intelectual. Ambos rechazan lo políticamente correcto y nos entregan nuevos conceptos, que sirven como redes para atrapar ideas inasibles.

Vivimos tiempos de confusión. Lo trascendente se trivializa y lo trivial se estudia en los programas de doctorado. ¿Qué les puedo decir? Para concluir, les dejo una frase de Hammermesh: "La belleza no crea nada tangible, pero el reto es medir eso intangible que produce".

El autor es director editorial del periódico El Economista.

Comentarios: opinion@expansion.com.mx

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