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Los porqué de la crisis

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lun 01 octubre 2012 09:55 AM
Krugman explica que la crisis es un problema de organización y coordinación, que se debe resolver para que la economía recupere su vitalidad. (Foto: Dayan Jiménez)
libro Paul Krugman abstract expansion1100 (Foto: Dayan Jiménez)

En una frase: Es posible superar la crisis actual si los dirigentes tienen la claridad intelectual y la voluntad política para hacerlo.
Especial para: quien quiere entender cómo surgió esta crisis y la receta de un Premio Nobel para salir.

Hoy estamos metidos en un lío de proporciones colosales, porque hemos controlado mal una maquinaria delicada, cuyo funcionamiento desconocemos. En consecuencia nuestras posibilidades de riqueza podrían echarse a perder por un tiempo quizá muy, muy largo". Estas palabras, que podrían hacer referencia a la situación actual, fueron escritas hace más de 80 años, durante la Gran Depresión de Estados Unidos, por el famoso economista John Maynard Keynes.

Ahora, el Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, las retoma en su libro ¡Detengamos esta crisis ya!, para recordarnos que Keynes creó buena parte del marco analítico que se necesita para explicar las recesiones económicas. Con base en ello asegura que el problema actual no se centra en el motor económico mundial, que sigue siendo tan potente como siempre.

Al contrario, se trata de un problema técnico de organización y coordinación. Es decir, un lío de "proporciones colosales" -como decía Keynes-, que se debe resolver para que la economía recupere su rugiente vitalidad.

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El economista estadounidense asegura que éste es el mensaje que quiere transmitir y comprobar en su libro, tomando en cuenta que probablemente muchas personas lo crean inverosímil o incluso ofensivo.

"Keynes utilizó la analogía de la batería de un auto. Sabemos que a veces basta con sustituir una batería de 100 dólares para devolver al asfalto un coche de 30,000 dólares que había dejado de funcionar", escribe Krugman, quien a lo largo del libro presenta las pruebas e investigaciones necesarias para convencer al lector de que en verdad sólo tenemos un problema con ‘la batería del coche'.

Krugman menciona que para llegar a la recesión económica que se vive actualmente, hicieron falta décadas de malos políticos que dirigieron con mucha comodidad. Pero no lo hicieron para la nación en su conjunto -en referencia a Estados Unidos-, sino para un puñado de gente rica que por su estatus económico tiene muchísima influencia.

"En el plano puramente económico -agrega-, esta crisis no es difícil de resolver. Podríamos recuperarnos rápido y con fuerza con sólo encontrar la claridad intelectual y la voluntad política de actuar".

Para el autor, parte de la solución mundial a esta crisis reside en Estados Unidos. De la misma manera en que este país fue el germen de la debacle mundial, ahora para su recuperación debe impulsar la economía global.

"Supón que tu esposo, por la razón que sea, se niega durante años a hacer el mantenimiento del sistema eléctrico del coche familiar -plantea Krugman-. Ahora no hay forma de que el coche arranque. Pero él se niega incluso a pensar en cambiar la batería, en parte porque con ello admitiría haberse equivocado antes, e insiste en que ahora la familia tiene que aprender a caminar y a utilizar el autobús. A todas luces tienes un problema. Pero el problema lo tienes con tu marido, no con el coche de la familia, que podría y debería arreglarse con facilidad".

Así simplifica el autor lo que ha sucedido durante años con la economía global. Si el desempleo es tan elevado y la producción económica tan baja es porque consumidores, empresarios y gobiernos no gastan lo suficiente.

El gasto se hundió cuando reventaron las dos burbujas gemelas de Estados Unidos y Europa.  Desde entonces hasta ahora, el consumo no se ha revitalizado.

Krugman recuerda que a mediados de 1939 la economía de Estados Unidos había superado ya la peor parte de la Gran Depresión. Al cabo de dos años la economía estaba en auge y el desempleo descendía. ¿Qué pasó? Que por fin alguien empezó a gastar lo suficiente como para que la economía se animara otra vez.  Ese ‘alguien', por supuesto, fue el gobierno. Aunque el gasto fuera para programas de defensa.

"Por eso bromeaba yo en el verano de 2011, diciendo que lo que necesitamos de verdad es un amago de invasión alienígena, que provoque un gasto masivo en esta defensa", recuerda Krugman.

Sin miedo al déficit

Durante la elaboración de su propuesta de recuperación, Krugman centra gran parte de su estrategia en perder el miedo a los déficit.

Este miedo tiene su origen en los 80, cuando se acuñó el término de "vigilantes de bonos" (ahora vigilantes del mercado). Este nombre hace referencia a los inversores que se deshacen a toda prisa de sus bonos cuando pierden la confianza en las políticas fiscales de un país.  Esta acción eleva el costo de los préstamos de ese país.

El miedo a los déficit presupuestarios surge por el temor ante una reacción de estos ‘vigilantes del mercado'.

Aunque estos ataques son generalizados, hay países que resultan más vulnerables a ellos. Mientras Estados Unidos, Gran Bretaña o Japón son poco vulnerables al aumento de las tasas de interés de los bonos, una situación como ésta para Italia, España, Grecia o Irlanda lleva al país a una situación delicada.

La respuesta es clave. En el caso específico de Gran Bretaña, Estados Unidos o Japón, su deuda se genera en su propia moneda (libra, dólar y yen). En cambio, el segundo bloque carece de moneda específica y su deuda se expresa en euros.

Krugman apunta entonces un "error fatídico" en Europa, que fue la decisión de pasar a una moneda común.

El problema esencial de Europa es que no es un conglomerado. Es una colección de países cada uno con sus presupuestos (porque hay poca integración fiscal) y sus propios mercados laborales (porque hay poca movilidad laboral) pero sin sus propias monedas. Y esto es lo que ha provocado la crisis.

Krugman lo considera como el "gran engaño europeo" y dice que existe la creencia de que la crisis europea se debe, ante todo, a la irresponsabilidad fiscal. "Los países incurren en déficit presupuestarios  excesivos -nos muestra la historia- y se endeudan en exceso. Por eso ahora lo importante es establecer unas normas que impidan que la historia se repita, y de ahí también en Europa la obsesión por los déficit".

Actualmente casi todos los gobiernos tienen una cuantiosa deuda en bonos a largo o corto plazo. Los gobiernos tienen que refinanciar la mayor parte de esa deuda. De hecho, venden bonos nuevos para pagar los viejos. Si por alguna razón los inversores se niegan a comprar bonos nuevos, hasta un gobierno esencialmente solvente puede verse obligado al impago.

Esto no podría suceder, por ejemplo, en Estados Unidos o Inglaterra. El país pediría prestado en su moneda y dispone de su Banco Central para emitir. Pero sí le puede suceder a cualquiera de los países de la zona euro que no tiene la posibilidad de contar con que el Banco Central Europeo le dé efectivo en caso de alguna emergencia financiera.

Hasta los "euroescépticos", como Krugman, se dan cuenta que  eliminar ahora mismo el euro no es una solución posible. Se pagaría demasiado caro, pues este proyecto europeo tiene un impacto directo muy relevante para la economía mundial.

Krugman propone tres maneras de salvar al euro. La primera es que Europa imponga multas a los ataques de los mercados. De un modo u otro, tiene que haber garantías de que los gobiernos no se quedarán sin dinero. La forma más clara de lograrlo sería que el Banco Central Europeo estuviera preparado para comprar bonos gubernamentales de los países miembros del euro, como sucede en los países con moneda propia. El Banco Central Europeo anunció a inicios de septiembre que adoptará esta medida.

En segundo lugar, los países europeos que generaron grandes déficit comerciales ya no pueden continuar así. Necesitan vías realistas para regresar a un estatus competitivo.

Krugman lo llama ‘la Europa a dos velocidades'. Hace la comparación entre el desarrollo de un país y otro, como por ejemplo Alemania y España. Y considera que los países con excedentes tienen que ser la fuente de una gran demanda de exportaciones. Esto exige una política monetaria muy expansiva por parte del Banco Central Europeo.

Por último, aunque las cuestiones fiscales no están en el meollo del problema, los países que tienen un déficit tendrán que poner en práctica medidas de austeridad fiscal durante algún tiempo para ordenar sus sistemas.

De regreso a Norteamérica

En Estados Unidos hace falta un cambio real en la política, que se deje de lado la obsesión de los últimos años por la austeridad y el gobierno se centre de nuevo en la creación de empleos.

 "Si las políticas monetarias y fiscales expansivas, unidas al alivio de la deuda, son el camino para hacer que esta economía arranque, entonces las medidas serán inteligentes desde el punto de vista político, además de ser de interés nacional", escribe el autor.

En este sentido, Krugman plantea tres escenarios. En el primer caso, Barack Obama, actual presidente de Estados Unidos, gana las elecciones del 2 de noviembre y hace lo necesario para recuperar el pleno empleo.

El segundo, una victoria de Mitt Romney, su opositor republicano, llevaría a una situación muy distinta, pues si cumpliera con la ortodoxia republicana rechazaría cualquier propuesta de Krugman.

El tercero es el caso más probable. Obama mantiene su puesto, pero con un Congreso que no es demócrata. "En este caso, el presidente, otros demócratas y todos los economistas de mentalidad keynesiana con influencia sobre la opinión pública deben defender la creación de empleo con energía y de forma frecuente, y presionar sin tregua a quienes, desde el Congreso, ponen trabas a los esfuerzos encaminados a crear empleo".

Krugman identifica como uno de los pocos beneficios de esta recesión la profusión de estudios económicos acerca del efecto de los cambios en el gasto público.

El FMI identificó hasta 173 casos de austeridad fiscal en los países desarrollados entre 1978 y 2009. Encontró que las políticas de austeridad siguieron a la contracción económica y el aumento del desempleo.

Krugman cierra con una cita de Christina Romer, presidenta del Consejo de Asesores Económicos de Obama de enero de 2009 a septiembre de 2010:

"Hoy más que nunca hay pruebas claras de que [...] un estímulo fiscal ayuda a la economía a crear empleo, mientras que reducir el déficit presupuestario reduce el crecimiento, al menos en el corto plazo".

¡Detengamos esta crisis ya!, Paul Krugman, 250 páginas, 289 pesos en Gandhi.

LOCURAS BANQUERAS
En octubre de 2005, Alan Greenspan, entonces presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, dijo que la reforma regulatoria estimuló el desarrollo de productos financieros, y que éstos contribuyeron al desarrollo de un sistema financiero más flexible y eficiente.
“Cuando uno lee estas palabras hoy, resulta llamativo el grado de perfección con el que Greenspan lo entendió mal —escribe Krugman en su libro—. Las innovaciones financieras que identificó como fuentes de la mejora de la estabilidad financiera fueron precisamente las que llevaron
al sistema financiero al borde del abismo menos de tres años después”.
Considera como problema central que Greenspan no era el único convencido. Antes de explotar la crisis en Estados Unidos y Europa, el análisis del sistema financiero estaba marcado por la autocomplacencia. Los pocos economistas que lo notaron fueron ridiculizados.
FUENTE: ¡Detengamos esta crisis ya!

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