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El arma secreta del crecimiento

La convivencia entre el español y el inglés pueden dejar al país una derrama económica inusitada.
vie 01 marzo 2013 12:05 PM

La lengua es un factor productivo capaz de estimular el crecimiento macroeconómico. Es también una parte del capital humano que atesoran los trabajadores, una destreza que los mercados laborales pagan con generosidad. Es un arma económica, pero México no ha encontrado la forma de usarla estratégicamente.

Carecemos de un plan para aprovechar una de nuestras principales ventajas competitivas: somos el país con el mayor número de hablantes de español en el mundo. Esto no es un asunto menor, porque se trata del tercer idioma más hablado del orbe, después del mandarín y el inglés. Somos 400 millones y formamos un grupo peculiar en estos años de atonía económica: tenemos buenas perspectivas de crecimiento para el futuro. Los hispanoparlantes somos un sector con capacidad creciente de compra, emprendimiento e influencia.

Hablar de política lingüística en México implica también referirnos al uso del idioma inglés en nuestro país. Es un asunto urgente. Necesitamos una estrategia coherente para incrementar en cantidad y calidad el uso de la lengua de Walt Disney y Shakespeare. El TLCAN modificó nuestra forma de trabajar, de comer y hasta de divertirnos, pero no alteró significativamente un hecho: hablar inglés es un privilegio de minorías y no un fenómeno generalizado, a pesar de que 79% de nuestro comercio exterior y 35% de nuestro PIB dependen del intercambio comercial con Estados Unidos.

En ciudades como Guadalajara, Monterrey, Ciudad Juárez o Tijuana es cada vez más frecuente la necesidad de técnicos y profesionistas que hablen inglés suficiente para traducir manuales y comunicarse con sus pares en otras locaciones de Estados Unidos, Europa o Asia. Los angloparlantes tienen sueldos hasta 40% más altos. Los que no hablan inglés quedan excluidos de esta forma de progreso. Ocupamos el lugar 38 de 52 en el ranking de Education First de uso eficiente del inglés. De acuerdo con este estudio, los mexicanos estamos a la zaga de los marroquíes, los rusos y los turcos.

Es un reto mayúsculo desarrollar una estrategia para hacer de México la mayor potencia económica de habla hispana, pero la recompensa es enorme. En torno al lenguaje, hay un ecosistema de actividades económicas de alto valor agregado: los sectores editorial, audiovisual, musical, educativo y, también, otras industrias que pueden aprovechar su efecto de arrastre: diseño, moda, turismo y consultorías, entre otras.

Si nos planteamos la necesidad de tener una política pública de calidad en torno a internet y las tecnologías de la información, ¿por qué no plantearnos una política coherente para hacer de nuestras características lingüísticas un activo que detone el desarrollo económico? Por su complejidad, precisamente, es necesaria una política pública. El lenguaje es una tecnología social de comunicación que se complementa con las tecnologías materiales, como la infraestructura telefónica o de internet, según Juan Carlos Jiménez, autor de La economía de la lengua.

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México está llamado a ser un país bicultural y debe sacar lo mejor de ambos mundos: aprovechar nuestras ventajas demográficas para explotar un mercado de 400 millones de hispanoparlantes. Al mismo tiempo, trabajar para que haya un uso más extenso y de mayor calidad del inglés en territorio mexicano. Esto ayudaría a reducir los costos asociados al idioma que están implícitos en una relación comercial que suma 2,000 mdd diarios.

España fue muy exitoso en la implementación de una estrategia de este tipo. No me refiero a la época de la colonia y don Antonio de Nebrija, sino a los tiempos recientes. Los años posteriores a la transición a la democracia coincidieron con un reposicionamiento de España como soft power en los mercados de habla hispana. La crisis española actual abre una coyuntura favorable para que México tome la estafeta. Estamos de moda, ¿podremos ser capaces de pasar de la espuma a la sustancia? Are we ready or not?

El autor es director editorial del periódico El Economista.

Comentarios: opinion@expansion.com.mx

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