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La madre de todas las batallas

No hay reto más grande para México que el de transformar sus ciudades y otorgar condiciones de prosperidad y armonía para la población urbana.
vie 29 marzo 2013 02:06 PM

En las últimas dos décadas, las ciudades mexicanas crecieron tres veces más en superficie que en la población que albergan. No es casual que hablemos de mancha urbana como si citáramos de forma inconsciente ese bodrio del cine llamado La mancha voraz. Las zonas metropolitanas se comieron terrenos agrícolas, bosques, ríos y hasta personas. Las periferias han crecido interminablemente mientras las autoridades locales -en el mejor de los casos- han concentrado esfuerzos en hacer cirugía estética o reconstructiva a los centros históricos y a los lugares donde acuden el turismo y los hombres de negocios.

La oficina de la ONU que estudia el desarrollo de las ciudades documenta más de 15,000 casos de buenas prácticas a escala mundial. México no aporta gran cosa a ese catálogo, reconoce Eduardo López Moreno, mexicano que vive entre Nueva York y Nairobi -sede de las oficinas de ONU-Hábitat, donde es director de investigación-. "El uso de la tecnología ha sido más bien exiguo   -dice-, lo mismo que el desarrollo del conocimiento, la creatividad en el fortalecimiento institucional y la gobernabilidad".

Viena y San Francisco se enorgullecen de tener programas para reducir casi hasta cero el impacto de la basura que producen. Más de 50% del territorio de Singapur, una ciudad jardín, es verde. Tokio es la zona metropolitana más productiva y Tel Aviv aspira a convertirse en el Silicon Valley del Medio Oriente.

México tiene metas menos deslumbrantes para sus ciudades, pero más urgentes: finalizar el círculo vicioso y sentar las bases para un nuevo orden que podrá tardar varios años en cristalizar. "Se trata de armonizar las políticas de desarrollo urbano con los planes públicos y privados de construcción de vivienda", dice Alejandro Nieto, director de la Comisión Nacional de Vivienda. "Dejar claro que las constructoras de vivienda son un agente económico más y no el factor que decide hacia dónde debe crecer una ciudad, en función de sus reservas territoriales".

El problema es, además, poner a las personas y el medio ambiente en un lugar que ahora no tienen: en el centro de las políticas públicas, como dice López Moreno: "En México apenas hemos empezado a preguntarnos por qué una persona tarda dos horas en ir de su casa al trabajo y cómo podemos corregirlo. Es reciente la preocupación por el enorme costo energético que tienen nuestros sistemas de transporte".

Éste es el siglo de las ciudades. En los próximos años crecerá el número de personas en zonas urbanas. México se convertirá en una constelación de núcleos urbanos buscando una relación armoniosa con un entorno rural en fragilidad creciente. La forma en la que vivan los mexicanos dependerá de las políticas públicas que se desarrollen: cambios en leyes, reglamentos e instituciones jugarán un papel fundamental. De la calidad de esas respuestas dependerá mucho del desarrollo nacional.

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El cambio es urgente y necesario, pero muy difícil de implementar. ¿Nuestras ciudades dejarán de crecer hacia el infinito? ¿Reduciremos la huella ecológica de nuestras urbes? ¿Tendremos la capacidad para mejorar los tiempos y la calidad de los traslados en la ciudad?

Las ciudades conforman una de las creaciones más complejas de la humanidad. "Son una obra que nunca está acabada y que nunca es definitiva... contienen el orden y el caos. En ellas reside el vicio y la virtud. Pueden producir lo mejor y lo peor de la humanidad", dice el informe 2008-2009 de la ONU sobre el Estado de las Ciudades.

"Me fascinan las ciudades porque todo lo que hay en ellas es kingsize, lo hermoso y lo feo", escribió el poeta Joseph Brodsky. En México también es tamaño jumbo la urgencia del cambio. El desafío es conciliar los intereses y contradicciones que implica el desarrollo urbano de un país de 113 millones de habitantes cuya economía aspira a crecer más de 4% cada año.

El autor es director editorial del periódico El Economista.

Comentarios: opinion@expansion.com.mx

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