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Un experto en nadar a contracorriente

Carlos Slim no es un gran innovador como otros millonarios del mundo. Su capacidad está en detectar oportunidades en medio de las crisis.
vie 12 abril 2013 04:10 PM

Bill Gates construyó su fortuna a partir de la invención de un sistema operativo para las computadoras personales. Amancio Ortega, de Zara, pulverizó el ciclo de producción de la ropa de moda de bajo costo. Warren Buffett es un genio de las inversiones que sacó jugo de su desconfianza en las nuevas tecnologías y prospera en industrias tradicionales. Larry Ellison, de Oracle, es un experto en el desarrollo de bases de datos.

Carlos Slim Helú tiene muchas virtudes empresariales, pero no es un innovador. En ese sentido, pertenece a una categoría diferente a la de los otros hombres que lo acompañan en el Top 5 de la lista de los hombres más ricos. El periodista Diego Enrique Osorno lo compara con los oligarcas rusos, ese grupo de magnates que hizo su fortuna con las privatizaciones durante la desintegración de la Unión Soviética. Osorno subraya que el encumbramiento empresarial de Carlos Slim no se puede explicar sin su participación en el proceso de privatización de Telmex.

¿Podemos reducir su vasta trayectoria a un hecho? No, definitivamente no. Ese recurso de síntesis extrema puede valer para la literatura o el cine, pero no funciona en las biografías de personajes complejos. Carlos Slim había mostrado su talento para generar valor mucho antes de la adquisición del elefante de las telecomunicaciones, a principios de los 90. En la década de los 80 ya había creado un imperio de tamaño considerable que integraba, entre otras empresas, una casa de bolsa, Inversora Bursátil; Cigatam, dueña de la marca Marlboro en México; los hoteles Calinda; las fábricas de papel Loreto y Peña Pobre; los restaurantes Sanborns; la empresa de neumáticos Euskadi; la minera Frisco, y Nacional de Cobre.

Slim no sólo es diferente de los magnates que lo acompañan en la parte alta de la lista de Forbes, sino que también marca distancia respecto de otros personajes que hicieron o multiplicaron su fortuna en las privatizaciones. Ese proceso gestó una nueva élite de los negocios de México, aunque este colectivo no cristalizó como grupo compacto. Tres décadas después, algunos de los ganadores pasaron a un segundo plano o quebraron, mientras que otros se consolidaron y prosperaron. Ninguno lo hizo de manera tan espectacular como este empresario de ascendencia libanesa.

¿Podría Carlos Slim haber desarrollado su imperio en otro país o en otra época? Nunca lo sabremos, pero Warren Buffett tiene una respuesta interesante: "Si alguien me hubiera plantado en la mitad de Bangladesh o en Perú, en vez de en Omaha, podríamos saber cuánto produciría el talento que yo tengo". El premio Nobel Herbert Simon atribuye 90% de la fortuna que alguien puede construir a las condiciones sociales que enfrenta.

Un hecho que perdemos de vista, con frecuencia, es que su fortuna se ha multiplicado en condiciones macroeconómicas adversas. Su patrimonio creció cientos de veces en un periodo en el que el PIB de México apenas se duplicó. Su genialidad ha estado en apostar por empresas en crisis. En los 80 compró compañías que pertenecían a familias que no veían razón alguna para seguir sembrando en México. Éstas liquidaban su patrimonio para convertirlo en inversiones seguras en Estados Unidos u otro país. Slim ve oportunidades donde otros ven una puerta de salida. Es una especie de salmón, que prospera con su propia estrategia contracícilica.

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¿Cómo le afectará la reforma en las telecomunicaciones? Perderá la renta monopólica que tiene en telefonía e internet, pero ganará acceso a televisión. Lo veremos como un jugador de importancia creciente en el mercado de contenidos. La primera prueba de ello es la compra de derechos de los Juegos Olímpicos de 2014 y 2016. Más importante, quizás, es que deberemos acostumbrarnos a hablar de él como un empresario que está más allá de las telecomunicaciones y de México: será uno de los actores protagónicos en los proyectos de infraestructura, energía, minería, comercio y filantropía. Ahora Slim tiene 73 años y esto nos remite a su sucesión. La reforma lo pondrá a prueba.

El autor es director editorial del periódico El Economista.

Comentarios: opinion@expansion.com.mx

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