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La crisis que cambió el rostro del reloj

El arribo del reloj de cuarzo en 1969 trajo piezas económicas que casi extinguen la tradición suiza; en 1983, el Swatch hizo que los fabricantes suizos pudieran competir con los relojes más baratos.
mié 07 noviembre 2012 06:00 AM
Hacia 1978 los relojes mecánicos habían sido superados en ventas por los relojes asiáticos de cuarzo. Muchas empresas desaparecieron o fueron vendidas. Sólo las más fuertes sobrevivieron, pero ya no innovaron. (Foto: Getty)
reloj roto

La historia del conteo del tiempo ha sido alterada en muchas ocasiones; por ejemplo con el invento de la espiral de balance por el matemático, físico, astrónomo y relojero holandés Christiaan Huygens, lo que permitió convertir el enorme péndulo en una rueda y así miniaturizar los relojes; o como la intercambiabilidad de piezas estandarizada a nivel industrial por Omega y la invención del reloj de cuarzo.  Sin embargo, es precisamente esta última la más recordada, así como la más reciente sacudida que ha recibido el mundo de la relojería y que casi la llevó a la extinción.

A finales de la década de los 50 y 60 un consorcio de importantes marcas suizas y la firma Seiko de Japón comenzaron a investigar sobre los trabajos del ingeniero suizo Max Hetzel, quien creó un reloj cuyo oscilador era un diapasón y que posteriormente dio origen al Bulova Accutron de 360 hz.

La intención era aplicar el principio del diapasón a un cristal de cuarzo, el cual oscilaría a una frecuencia mucho más alta que el de Hetzel, aprovechando la piezoelectricidad del material, una propiedad descubierta por Paul-Jacques y Pierre Curie en 1880.

Pero para conseguirlo, hubo que esperar a la llegada de la tecnología de semiconductores de los años 60.

La firma que logró desarrollar el primer reloj de pulso a cuarzo en forma comercial fue Seiko, con el Astron en 1969. Desde entonces, la precisión disponible al público ya no fue lo mismo. Un año después salió al mercado el famoso Beta 21, el primer calibre suizo a cuarzo.

Poco después, Hamilton (entonces empresa estadounidense) lanzó el Pulsar, el primer reloj electrónico a cuarzo con presentación digital LED, el cual fue posible por el gran desarrollo en electrónica derivado de la carrera espacial y armamentista.

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La industria suiza no vio gran futuro en la tecnología del cuarzo y continuó con su hegemonía en relojes mecánicos ; sin embargo, el abaratamiento exponencial de los semiconductores producidos en Asia hizo que los precios de los relojes de cuarzo tanto analógicos como digitales se desplomaran.

Así que aunque un Seiko Astron empezó costando 1,250 dólares de 1969 (el precio de un automóvil Toyota mediano) y el Pulsar 2,100, en pocos años se podían adquirir relojes de cuarzo con la misma precisión, pero por sólo 10 dólares.

Para 1978 los relojes mecánicos habían sido superados en ventas por unidad, lo que llevó a muchas empresas relojeras a colapsarse y desaparecer, o ser vendidas por muy poco a empresas foráneas o en manos de los bancos; las más fuertes sobrevivían, pero ya no innovaban.

Los empleos generados en Suiza por la industria relojera cayeron de 90,000 en 1970 a sólo 28,000 en 1978.

Para 1983 sólo había 600 relojeros calificados en Suiza, cuando hizo su aparición el Swatch, fruto de la empresa ASUAG (después Swatch Group) y la visión de un grupo de empresarios liderados por Nicolas Hayek.

El Swatch fue un éxito enorme y puso a Suiza en igualdad de términos con Asia en cuanto a relojes económicos.

La relojería tradicional sigue siendo el bastión de Suiza y el impulso generado por Swatch ayudó a que se recuperaran recursos y creciera la demanda. Cualquiera podía ser un coleccionista de relojes; quizá ése sea el mayor legado de esta revolución.

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