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Energía para la manufactura

México debe pensar en una reconversión energética, pero a partir de los hidrocarburos tradicionales. No es momento aún de energías renovables.
lun 29 noviembre 2010 03:10 PM
Jordy Micheli (Foto: )
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Hoy en día, la energía es uno de los temas centrales de la industrialización del siglo xxi. Ciertamente existe en el horizonte un agotamiento de la economía basada en hidrocarburos y, por ende, importantes apuestas se llevan a cabo; por ejemplo, en la tecnología del litio para motorizar a los vehículos, o bien en la economía de las fuentes renovables para el uso urbano de la energía, pero no existe ningún programa estratégico para sustituir, en el plazo de tres décadas, a la matriz energética del mundo: petróleo, gas y carbón.

La industria sigue siendo nutrida por estos tres combustibles básicos, y gran parte de la conflictividad internacional es explicada por la búsqueda constante de asegurar abastecimientos de los mismos energéticos.

Mal aprovechada, sujeta a intereses de corto plazo y sin horizontes definidos por parte del gobierno, la producción y suministro de hidrocarburos nacionales sigue siendo una importante reserva estratégica que puede ser utilizada para hacer más dinámica a la industria mexicana. Así lo hacen los países emergentes que tienen la fortuna geológica de ser productores de petróleo y gas.

En nuestro país, la biomasa es generadora de no más de 4% del consumo energético primario total; en términos del consumo específico de la industria, ésta llega a consumir una mezcla de energéticos de la siguiente manera: de gas natural (60.4), combustóleo (16.8%), coque (11.2%), diesel (6.3%); y gas LP (5.3%).

Cabe destacar que algunos sectores como la siderurgia, química, azúcar, petroquímica, cemento, minería, celulosa y papel, vidrio, cerveza y malta, fertilizantes, automotriz, aguas envasadas, construcción, hule, aluminio y tabaco son, actualmente, los más importantes consumidores de estos energéticos.  

Los llamados a la reconversión energética provienen de Estados Unidos (eu) y de los países más industrializados de Europa. Es comprensible: ellos están en una fase de su desarrollo en la que se vislumbra una dependencia creciente de los hidrocarburos producidos en otros países.

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No son necesariamente los mismos intereses de naciones -como la nuestra- que producen petróleo y gas y pueden aumentar su nivel de producción.

En México, la industria de regiones como las del Centro y Occidente devoran gas natural y lo que se requiere es eficiencia en su consumo, además de que puedan contar con el combustible a un precio competitivo. Si estas condiciones se logran y además se amplía la capacidad de suministro para fomentar nuevas inversiones industriales, se estará cumpliendo la verdadera reconversión energética que necesita México.

En el fondo hay una incomprensión del fenómeno de la competitividad. Eso no es económico, sino simplemente un régimen de reglas del juego. Por esto, el precio del gas natural no es el derivado del costo de producción en México -que es muy bajo-, sino que se fija a partir del precio más alto, que es el de Texas, eu.

Ello significa que aceptamos los costos de una economía incomparablemente más productiva que la nuestra y se perpetúan las asimetrías en competitividad.

En suma, no ha llegado la hora de las energías renovables. No para las necesidades de la industria mexicana. Debería acercarse, en cambio, la hora de una reconversión energética en la que los precios, inversiones y estrategias de Estado formen un núcleo de decisiones para impulsar una industria del siglo xxi.

No significa hacer a un lado la investigación y la incursión en otras fuentes de energía para estar al día y no perder posiciones en el escenario mundial, pero no es posible pensar en cambios de modelo energético sin aprovechar primero al modelo basado en gas y petróleo.

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