El levantamiento en Egipto amenaza la doctrina de Al-Qaeda: analista
Nota del editor: Paul Cruickshank es un analista de CNN sobre terrorismo y ex alumno del Centro sobre Leyes y Seguridad de la Universidad de Nueva York.
(CNN) – Una dictadura de Medio Oriente ha sido derrocada y otra se aferra a la vida. Y la organización terrorista que se proyecta como la vanguardia en la lucha para derrocar los regímenes árabes "no islámicos”, no ha tenido absolutamente nada que ver.
Al-Qaeda tiene un problema egipcio.
Su base de apoyo, ya severamente sacudida por sus excesos barbáricos en Iraq y duras críticas de sus compañeros yihadistas, podría disminuir aún más.
Las escenas televisadas de una juventud de clase media y secular y egipcios de todo estilo de vida desafiando valiente y pacíficamente al régimen del presidente Hosni Mubarak han sido transmitidas en decenas de millones de televisores en todo el mundo árabe y han capturado la imaginación. Se han convertido en un modelo mucho más atractivo para los jóvenes árabes, cuyas esperanzas han sido estranguladas durante demasiado tiempo por una esclerosis política, económica y cultural.
Mientras los políticos en Washington están comprensiblemente nerviosos por lo que pueda pasar después, esta temprana primavera árabe tiene el potencial de dañar severamente la posición de Al Qaeda en la región y desinflar sus pretenciones de ser la única vanguardia para el cambio en Medio Oriente. Para las energizadas poblaciones árabes, el grupo nunca había sido tan irrelevante. La administración del presidente Barack Obama no debería dejar escapar la oportunidad.
Mientras Mubarak ganó los aplausos de Occidente tras aplastar violentamente a los extremistas islámicos en Egipto durante los 90, sus buenas relaciones con Israel , su papel en el proceso de paz palestino y su cooperación en la guerra contra el terrorismo, el estado de seguridad cleptocrático que él y su vicepresidente, Omar Suleiman, erigieron en Egipto, sin saberlo, hizo más para crear a Al Qaeda que para sofocarlo, y para poner a varios de sus líderes contra Estados Unidos.
Los egipcios han desempeñado un papel clave de liderazgo dentro de Al-Qaeda desde su fundación. Tres en particular –Ayman Al Zawahiri, Mohammed Atef y Abu Ubaidah Al-Banshiri– ayudaron a radicalizar a Osama Bin Laden, poniéndolo en contra de regímenes árabes.
El radicalismo de estos egipcios se debió en buena medida a las brutales técnicas represivas de la era Mubarak. "La cinta brutal de tortura rompió huesos, arrancó pieles, sorprendió nervios y asesinó almas", escribió Zawahiri sobre su tiempo en prisión bajo el régimen de Mubarak a principios de los 80.
No es accidental que muchos de los ideólogos radicales a los que acudió Al Qaeda hayan sido también egipcios. Sayyid Qutb, el padrino ideológico de Al Qaeda fue, como Zawahiri, radicalizado por el trato en las prisiones egipcias bajo el régimen de Gamal Abdul Nasser.
Organizaciones de derechos humanos alegan que los abusos, e incluso la tortura se han vuelto rutina bajo el mandato de Mubarak. La ira latente que resulta pone en riesgo de que otra generación sea igualmente radicalizada.
Para Zawahiri, el apoyo de Estados Unidos al régimen que lo torturó, eventualmente lo llevó a concluir que una campaña de violencia era necesaria contra los civiles de lo que él consideraba su "enemigo lejano". Sólo entonces, escribió que su "enemigo cercano" en su país de origen debería ser derrocado. Su furia impulsó la decisión de Al-Qaeda a lanzar los ataques del 11 de septiembre.
El líder secuestrador del 11 de septiembre, Mohammed Atta, era uno de los muchos jóvenes de clase media egipcios que se amargaron con el régimen de Mubarak. Después de graduarse del Departamento de Ingeniería en la Universidad del Cairo, se encontró con que no tenía las conexiones adecuadas para obtener alguno de los pocos puestos de trabajo en el sector en su país. Más tarde, mientras continuaba con sus estudios en Hamburgo, Alemania, comenzó a preocuparse de que si regresaba a Egipto sería criminalizado por el régimen por sus fervientes creencias religiosas.
Aunque Mubarak abrió la economía egipcia y en los últimos años ha habido crecimiento, son los altos mandos del ejército y la élite empresarial que rodea al todopoderoso Partido Nacional Democrático los que se han visto más beneficiados. Las lujosas comunidades privadas de las élites privilegiadas en todo Egipto simbolizan perfectamente la larga división entre los "que tienen" y los "que no tienen" en el país.
Para atraer a sus reclutas, Al-Qaeda se ha alimentado de un sentir de pocas perspectivas de vida en Egipto y en todo el mundo árabe, operando casi como un culto a la muerte.
Muchos de los jóvenes árabes que acudieron a Iraq para convertirse en terroristas suicidas tenían pocas esperanzas para un mejor futuro. Se les vendió la idea de que como "mártires" serían héroes y escaparían a una mejor vida. Muchos de los "combatientes extranjeros" de Iraq vienen de Arabia Saudita y Libia, pero algunos procedían de Egipto.
Un autor egipcio galardonado con el Premio Nobel resumió mejor el sentir de malestar en una era que bien podría estar llegando a su fin. "Los jóvenes de hoy en día no tienen nuestras esperanzas, o nuestras oportunidades. Ellos tampoco tienen nuestros sueños", reflexionó Naguib Mahfouz, poco después de escapar a la muerte en un intento de asesinato por extremistas islámicos en 1992.
Esos sueños parecen haber vuelto a despertar en 2011. No desde el colapso de la promesa del nacionalismo árabe –lo que el estudioso del Medio Oriente, Fouad Ajami, llamó "el palacio de sueños de los árabes"–, sino desde un sentido de anticipación en todo el mundo árabe.
La naturaleza de aquellos que han salido a las calles se traduce en problemas para Al-Qaeda. Muchos de los manifestantes son jóvenes árabes de clase media y estudiantes universitarios con conocimientos de tecnología, un grupo demográfico que en décadas pasadas proporcionaron a Al-Qaeda a sus reclutas más valiosos.
Pero con el entusiasmo y las expectativas viene el peligro de la desilusión. Si Mubarak aumenta la represión hacia los manifestantes, si su régimen sigue luchando más y más y los jóvenes árabes perciben que Estados Unidos fue cómplice, Al-Qaeda podría encontrar una importante oportunidad de nuevos reclutas. Los manifestantes se han esforzado para señalar que muchos de los envases de gas lacrimógeno que ahora ensucian las calles de El Cairo llevan el logo de "Hecho en EU".
Este difícil escenario está en los intereses de la seguridad nacional de Estados Unidos, y es uno que la administración Obama necesita evitar cuidadosamente.
Una mayor presión de la Casa Blanca sobre Mubarak podría tener un riesgo, pero también ofrece una importante oportunidad: no menor que la oportunidad de comenzar a ganar de nuevo los corazones y mentes de una generación de jóvenes árabes que tienen una afinidad natural por los ideales democráticos de Estados Unidos, pero cuya experiencia política formativa fue la invasión de EU a Iraq.
Los riesgos de una era post-Mubarak han sido sin duda exageradas. El régimen de Mubarak durante muchos años presentó a los gobiernos occidentales una decisión difícil –"nosotros o los islamistas", pero las acciones en las calles de Egipto han desacreditado de una vez por todas esas formulaciones crudas y egoístas. La Hermandad Musulmana –al tomar un segundo plano en las protestas, descartando lanzar un candidato presidencial y al apoyar al diplomático galardonado con el Premio Nobel de la Paz, Mohamed El Baradei , para un alto puesto– difícilmente se está comportando como revolucionaria.
El grupo, cuyo liderazgo consiste principalmente en médicos, abogados e ingenieros, abandonaron la violencia hace muchas décadas, y han sido una persistente piedra en el zapato para Al Qaeda, a cuya ideología se oponen fervientemente.
En 2007, haciendo mi mejor esfuerzo para evadir a la policía secreta de Egipto, me reuní con varios líderes de la Hermandad Musulmana en El Cairo, incluyendo a su Guía Supremo, en su destartalada sede con vista al Nilo.
En un momento en que el poder de Mubarak parecía no tener fin, Essam El Erian, uno de los principales líderes del grupo, considerado una de las voces más progresistas del grupo, explicó que su organización se había comprometido completamente a establecer la democracia en Egipto, a la que definió como "representación de todas las opiniones, un sistema abierto, rotación del poder, sistema multipartidista, multiplicidad de pensamientos e ideas y de decisiones de acuerdo a la gente".
Ya sea que esas promesas sean tomadas como verdad o no, la Hermandad Musulmana no tendría más remedio en la era post Mubarak que cooperar con otros partidos políticos. Mientras la Hermandad Musulmana podría emerger en unas elecciones justas como el bloque más grande en el parlamento, lo más probable es que ganaría un tercio de los escaños. Si se permitiera florecer a la sociedad civil en Egipto, su participación en el voto podría reducirse aún más.
Aunque la Hermandad Musulmana sigue apoyando a Hamas, es hostil hacia Israel y muy crítico de la política exterior de EU, en los últimos años se ha vuelto más pragmática y moderada en sus posiciones gracias a una generación más joven y progresista y figuras más abiertas en sus 50 y 60 años tomando más posiciones de liderazgo en la vieja guardia del grupo.
Varias figuras de influencia dentro de la Hermandad Musulmana me indicaron que si ellos alcanzaran una posición de poder político, no buscarían romper el tratado de paz con Israel y creían necesario seguir trabajando en contener la influencia iraní. Su flexibilidad para el cambio de esas políticas podrían en cualquier caso estar limitadas por las líneas rojas del poderoso ejército egipcio, que muy probablemente continuará desempeñando un papel nacional clave sin importar la suerte de Mubarak.
Todo esto debería alentar a palabras más audaces de la administración Obama sobre Egipto. En las siguientes semanas es muy probable que el número dos de Al-Qaeda, Ayman Al Zawahiri, publique un mensaje buscando explotar la situación en Egipto para ventaja de su organización terrorista.
Al tratar con la crisis en Egipto, lo que está en juego para el gobierno de Obama difícilmente podría ser más alto. Nada podría ser más placentero para Zawahiri que si Mubarak dobla las apuestas y los jóvenes árabes –para quienes ésta es una causa de toda una vida– culpan a Estados Unidos. Pero una verdadera acción hacia la democracia en el país árabe más poblado, y la percepción de que Estados Unidos ayudó a hacer posible la transición , sería desastroso para aquellos que buscan un enfrentamiento armado entre el mundo musulmán y occidente.
Las opiniones expresadas son únicamente de Paul Cruickshanck