La diplomacia francesa bajo la lupa por no anticipar las revueltas árabes
Cuando en la televisión francesa se debatía qué tan bien se habían manejado las manifestaciones en el Medio Oriente por parte del gobierno francés, el conductor del programa se vio inundado por comentarios y correos de la audiencia.
Muchos se centraron en una pregunta incómoda: ¿Cómo es que Francia, con sus estrechos lazos históricos, económicos y políticos con África del Norte y el Medio Oriente, no advirtió las señales revolucionarias que se gestaban bajo la superficie de países en donde muchos franceses pasaban tranquilamente sus vacaciones de invierno?
Hasta Michele Alliot-Marie, la ahora ex ministra de Relaciones Exteriores, tuvo que admitir a principios de enero que el gobierno no francés no tenía idea del problema que se avecinaba.
"Como políticos, todos nos sorprendimos de la rapidez de la secuencia de estos eventos", afirmó respecto al levantamiento en Túnez, "por la rapidez de la Revolución del Jazmín , pero también lo estuvieron periodistas, analistas, diplomáticos e investigadores. Una prioridad de mi departamento será el fortalecimiento de las capacidades de anticipación de estas situaciones".
Alliot-Marie dejó su cargo el pasado domingo después de recibir críticas por sus nexos con el ex presidente de Túnez, Zine Al Abidini Ben Ali, y por una declaración que hizo cuando comenzaron los disturbios en ese país en el sentido de que la ley y el orden podrían mantenerse con el know how francés —lo cual fue interpretado por algunos como que ella estaba a favor de mandar tropas francesas para apoyar al régimen de Ben Ali—.
Alliot-Marie se habrá ido pero es muy probable que la prioridad que señaló se mantenga —especialmente por las duras críticas que la diplomacia francesa ha recibido en los últimos meses por diversos problemas—.
El ex ministro de Relaciones Exteriores, Dominique De Villepin, dijo que los acontecimientos en el Medio Oriente pudieron anticiparse de haber contado con embajadas más fuertes.
"La ley no escrita de los embajadores en países del Medio Oriente y África", dijo De Villepin en la radio francesa, "es no contactar a la oposición, están extremadamente vigilados para respetar a la autoridad en turno y entienden la necesidad de estabilidad".
"Esta regla debe cambiar, nuestros embajadores deben involucrarse con la sociedad civil, deben tener mucho contacto".
Esta opiniones son aparentemente compartidas por Jean-Christophe Rufin, embajador francés en Dakar, Senegal, hasta el año pasado cuando renunció tras la solicitud del presidente Abdoulaye Wade a Francia de removerlo.
Poco después, Rufin hizo pública su preocupación respecto a los lazos de Francia con África del Norte en declaraciones a la radio RFI y al periódico Le Monde.
"Cuando fui nombrado embajador, estaba convencido de que estábamos al borde de una verdadera transformación respecto a nuestras relaciones con África", dijo Rubin. "Por eso me incorporé. Nicolas Sarkozy había expresado su claro deseo de romper con el pasado… Pero hoy, siento que estamos en riesgo de perder una oportunidad histórica. Del 2007 al 2010 hemos visto los viejos manejos de la relación franco-africana".
Rufin comentó también que, dados los recortes significativos en su presupuesto, el ministerio de Relaciones Exteriores francés era "una secretaría dañada", con su staff y red global de emisarios en "completo desorden".
En la misma tesitura, un editorial en Le Monde del pasado mes de julio, coescrito por Alain Juppe, quien ahora comienza su segundo período como ministro de Relaciones Exteriores de Francia y por Hubbert Vedrine, quien estuvo en el cargo durante la administración del presidente Francois Mitterand, también expresaron sus inquietudes respecto a los constantes recortes en el presupuesto y en nómina.
Ellos escribieron que estos recortes estaban teniendo "un efecto devastador" en las herramientas diplomáticas de Francia y que era "visible en todo el mundo".
Seis meses después, Francia, una nación que se enorgullece por considerar que su Cardenal Richelieu inventó la diplomacia moderna, fue tomada por sorpresa por los repentinos levantamientos en el Mediterráneo y en otros lugares.
Es cierto que también otros países se sorprendieron por estos acontecimientos que fueron transmitidos por CNN y otros medios mucho antes de que fueran notificados en cables diplomáticos, pero no es consuelo para muchos franceses que se han enorgullecido durante tanto tiempo de su diplomacia.
Una encuesta reciente publicada en el diario francés Dimanche Ouest, reveló que el 44 % de los franceses consideran que la diplomacia francesa se ha debilitado tras las revueltas en los países árabes.
Pero el cuestionamiento sobre cómo mantener los lazos diplomáticos con líderes menos democráticos permanece en las naciones democráticas —que al mismo tiempo monitorean y quizá hasta promuevan los movimientos que buscan derrocarlos—.