Siria termina el estado de emergencia pero continúa la represión
El arresto en la noche de una figura izquierdista de la oposición por las autoridades sirias parece indicar que una ley aprobada por el gobierno para poner fin al estado de emergencia después de 48 años no detendrá la represión, dijeron el miércoles los defensores de los derechos humanos.
El borrador de la ley fue aprobado el martes como una concesión del presidente Bashar al-Assad de cara a la creciente determinación de las masivas protestas contra su gobierno autoritario. Más de 200 personas han muerto, dijeron grupos de derechos humanos.
El fin del estado de emergencia, sin embargo, venía asociado con una nueva ley que exige que los sirios obtengan un permiso del Estado si quieren realizar manifestaciones. Las desafiantes protestas continuaron y tres personas murieron el martes víctimas de disparos en la ciudad de Homs, dijeron activistas.
Un destacado izquierdista en la ciudad, Mahmoud Issa, fue sacado desde su casa cerca de la media noche por miembros de la temida división de seguridad política de Siria. Defensores de los derechos humanos dijeron que al menos 20 manifestantes en favor de la democracia habían muerto víctimas de disparos de las fuerzas de seguridad en Homs en los últimos dos días.
"Issa es un destacado ex preso político. Arrestarlo horas después de anunciar un proyecto de ley para poner fin a la ley de emergencia es reprochable", dijo Rami Adelrahman, jefe del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, desde el Reino Unido.
"El fin de la ley de emergencia debió ocurrir hace mucho, pero hay una serie de otras leyes que deberían ser eliminadas, tales como aquellas que dan a las fuerzas de seguridad inmunidad ante procesos judiciales, y que dan poderes a las cortes militares para juzgar a civiles", agregó.
"Miles de presos políticos arrestados bajo esas leyes excepcionales deberían ser liberados", sostuvo Abdelrahman.
El portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos Mark Toner dijo que la nueva ley exige permisos para realizar manifestaciones no aclara si el fin del estado de emergencia equivaldrá a un régimen menos restrictivo.
"Esta nueva ley podría resultar tan restrictiva como la ley de emergencia a la que reemplazó", dijo, agregando que el Gobierno sitio "necesita implementar con urgencia reformas más amplias".
Piden al Ejército que no dispare
Reconocidas figuras cívicas en Homs, una ciudad central conocida por sus artistas e intelectuales, firmaron una declaración que pide al Ejército "que no derrame la sangre de sirios honorables" y niega las acusaciones de las autoridades sobre que grupos salafistas operan en la ciudad.
En una señal de resistencia a los pedidos por reformas de los manifestantes, el Ministerio del Interior describió el lunes los disturbios como una insurrección de "grupos armados que pertenecen a organizaciones salafistas" que intentar horrorizar a la población.
El salafismo es una forma estricta de Islam sunita que muchos Gobiernos árabes identifican con grupos milicianos como Al-Qaeda. Assad y la mayoría de sus cercanos pertenecen a la minoría siria alauita, quienes siguen una rama del Islam chiíta.
"No somos salafistas, no somos los Hermanos Musulmanes, Somos buscadores de libertad", gritaron cientos de personas el martes en la protestas en Banias, en el Mediterráneo.
El estado de emergencia, vigente desde que el partido Baath llegó al poder en 1963, dio a los órganos de seguridad poder para sofocar a la disidencia mediante una prohibición de las reuniones de más de cinco personas, arrestar a la personas de manera arbitraria y juicios a puertas cerradas, dijeron abogados.
Siria está involucrada en varios conflictos en Oriente Medio. cualquier cambio en el mando —Assad, quien es apoyado por el aparato de seguridad de Siria, es el gobernante absoluto del país— recorrería al Mundo Arabe y afectaría a su aliado Irán.
Los líderes apoyan al movimiento islamista Hamas y a Hezbollah en el Líbano, pero busca la paz con Israel. Assad se ha rehabilitado ante occidente en el último tiempo, después de año del asesinato del en Beirut de estadista libanés Rafik al-Hariri.