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Cuba recibe al Papa tras una relación histórica compleja con la Iglesia

El Estado cubano se abrió a las ideas religiosas desde 1998, una presencia insuficiente para la disidencia política de la isla
lun 26 marzo 2012 01:47 PM
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Enfrente del escenario en el que Benedicto XVI pronunciará su primera misa en Cuba durante su visita a la isla de esta semana, hay un gigante cartel de neón que muestra a un joven y victorioso Fidel Castro exhibiendo un rifle. 

Esto podría parecer un mal presagio para la visita del Papa, si no fuera por el mensaje impreso al lado de la imagen del líder cubano: “Ayer rebeldes, hoy hospitalarios, siempre heroicos”. Éste es el eslogan para Santiago de Cuba, la primera parada en la visita de tres días del Papa a la isla.

El cartel ofrece una idea de la relación cambiante, a menudo difícil de entender, entre el gobierno cubano y la Iglesia católica. Luego de décadas de  frías relaciones entre la Iglesia y el Estado en el país, que incluyeron prácticamente el desmantelamiento de la Iglesia católica en los sesenta, el régimen de Castro rinde honores a la visita del Papa, sin ofrecer disculpas por sus acciones del pasado.

“Nuestro país se siente honrado de recibir a su Santidad con el patriotismo, vocación, solidaridad y humanidad cubana”, decía un artículo de la semana pasada en la primera plana del Granma, el periódico del Partido Comunista, que suele publicar críticas mordaces del estilo de vida estadounidense y crónicas sobre la revolución cubana bañadas de gloria.

En las semanas previas a la llegada del Papa, los líderes de la Iglesia cubana han tenido mayor libertad para expresarse públicamente. Y en la Plaza de la Revolución de La Habana se está construyendo un altar desde donde el pontífice dará una misa a la multitud, que se espera que sea de cientos de miles.

Esto marca una diferencia considerable con la última (y primera) visita papal a Cuba. Cuando Juan Pablo II viajó en 1998, el escenario se ubicó fuera de la plaza como para marginalizar su influencia. Algunos cubanos aseguran que la logística era para ubicar al anciano pontífice en un lugar con más sombra para protegerlo del sol.

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En esta ocasión, el altar del Papa está situado en el centro de la plaza, en el mismo lugar en el que Fidel Castro pronunció muchos de sus discursos más incendiarios en el momento más candente de la Guerra Fría. ¿Pero el líder de la Iglesia católica mundial recibe sólo palabras por parte de Cuba, país secular y alguna vez oficialmente ateo?

Creyente y comunista

La respuesta es, como con casi todas las cosas de Cuba, compleja. Durante la visita de Juan Pablo II, el Papa exhortó a “Cuba a abrirse al mundo, y al mundo a abrirse a Cuba”. Y hasta cierto punto, se han producido algunas de estas aperturas.

La Iglesia estaba considerada una amenaza para la revolución en el periodo posterior a su toma del poder, dijo Fidel Castro al teólogo Frei Betto en el libro Fidel y la religión. La Iglesia católica, dijo Castro, estaba “impregnada de ideas reaccionarias, ideas de derecha”, y poblada por un clero que “trataba de usar a la Iglesia como un arma, como un instrumento contra la revolución”. 

La institución religiosa sufrió mucho con las represalias y la mayoría de los sacerdotes del país tuvieron que exiliarse. La religión se transformó en un tema de debate secreto. Con el colapso de la Unión Soviética, vino el cambio para los católicos cubanos, lo cual llevó a la visita de Juan Pablo II. La Navidad volvió a instituirse como día feriado. Cuba pasó de ser un Estado oficialmente ateo a uno secular. Por primera vez, los cubanos escucharon de sus líderes que podían ser a la par abiertamente religiosos y miembros del Partido Comunista.

Ahora es común ver portar crucifijos a los cubanos y bautizar a sus hijos. La asistencia a la iglesia, si bien sigue siendo baja, ha aumentado. Pero a pesar de dichos progresos, muchos cubanos sienten que la propuesta de Juan Pablo II para una mayor apertura todavía no se ha llevado a cabo.

“Quizás la Iglesia pueda esgrimir que está analizando la situación en conjunto a largo plazo, dando pequeños pasos graduales; quizás la Iglesia sienta que está llevando al régimen hacia una postura más abierta, a más reformas democráticas”, dijo Daniel Álvarez, profesor de Religión de la Universidad Internacional de Florida.

Hace menos de un año se abrió en las afueras de La Habana un seminario católico: fue el primer edificio que el gobierno de Cuba ha permitido construir a la Iglesia desde la revolución. El seminario alberga a 50 aspirantes a sacerdotes. Son el futuro de la Iglesia cubana, dice el rector del seminario José Miguel González, y simboliza el gran paso que la Iglesia ha dado aquí.

De la fe en el comunismo a la fe en la Iglesia

“Tenemos que seguir avanzando sin temor, de manera respetuosa”, dijo González. “Tenemos que hacerlo a pesar de los pocos recursos, de la carencia de sacerdotes, de las pocas instituciones que tenemos. No contamos con escuelas aquí, ni hospitales, ni medios de comunicación masiva”.

Son cada vez más los partidarios de la revolución que buscan acercarse a la Iglesia, dijo González. “Tenemos que abrir nuestras puertas a aquellos que perdieron la fe en un sistema”, dijo. “Una ideología y un humanismo que resultó ser utópico y que los dejó con la sensación de haber sido engañados”. Pero los críticos argumentan que la Iglesia católica tiene más recursos y poder que cualquier organización no gubernamental en Cuba, y que los emplea de manera excesivamente cautelosa.

“En esta visita, la Iglesia y el Papa no han hecho ningún acercamiento con los disidentes, un grupo que en Cuba se hace mucho escuchar”, dijo Álvarez. “La Iglesia tiene mucha influencia y en el pasado la ha ejercido. Nos preguntamos si este Papa tomará medidas en esa dirección”.

La semana pasada, 13 autoproclamados disidentes ocuparon una Iglesia de La Habana durante tres días, negándose a abandonarla hasta que se cumplieran sus demandas de entrevistarse con el Papa. Luego del fracaso en las negociaciones para que los ocupantes de la Iglesia salieran, las autoridades eclesiásticas llamaron a la policía para que los desalojara. 

El domingo, más de 70 mujeres integrantes del grupo Las Damas de Blanco también fueron detenidas y luego liberadas. El grupo de mujeres realiza protestas silenciosas cada semana afuera de un iglesia católica de La Habana, para reclamar más libertades individuales y la liberación de familiares encarcelados.

La disidencia pide ayuda

Si bien el Estado llama “mercenarias” al servicio de Washington a estas mujeres, sus protestas a menudo no concluyen con acciones policiales de gran escala. La ola de arrestos fue rápidamente criticada por la comunidad disindente de Cuba y por exiliados cubanos, muchos de los cuales ya estaban en desacuerdo con el tono del viaje del Papa.

“La Iglesia no está alzando una voz crítica y profética contra situaciones que todo el mundo ve como opresivas”,  dijo Álvarez. “¿Por qué el Papa o la Iglesia no pueden insistir en que haya mayor apertura, más reformas democráticas, más libertad para la gente?”

Se desconoce cuánta presión ejercerá el Papa, tenaz crítico del secularismo, en pos de mayor libertad religiosa cuando se dirija al pueblo cubano y cuando se reúna con el presidente Raúl Castro.

También la familia de Castro está invitada a esa reunión privada, dijeron las autoridades de la Iglesia, y los funcionarios prevén que el expresidente Fidel Castro esté presente. De ser así, sería la primera vez que un Papa se reúna con un mandatario actual y un exmandatario de un Estado comunista. En una inusitada aparición en la televisión estatal cubana, el cardenal Jaime Ortega y Alamino dijo que la visita tiene como objetivo abordar cuestiones de fe y no de política.

“El Papa está decidido a revivir la fe de los países cristianos que necesitan ser reevangelizados”, dijo. “La resurrección de la fe dormida, de una fe en cierto modo desvanecida, pero que todavía estaba en los corazones de las personas”. Parte de esa renaciente fe quedó de manifiesto en las últimas semanas, cuando el gobierno cubano permitió a la Iglesia realizar un vía crucis, representación pública de la crucifixión de Jesús.

El viernes, mientas soplaba una fresca brisa proveniente del cercano malecón en el suburbio de Alamar, en la Habana, una procesión de creyentes llevaba un Cristo de madera a través de una calle rodeada de edificios de departamentos soviéticos a punto de desmoronarse. “Estoy tan feliz, tan rebosante de alegría”, dijo Delia Betancourt, habitante de Alamar. “Nunca pensé que mi familia y yo tendríamos la oportunidad de ver al Papa en dos ocasiones en nuestras vidas. A nosotros y a todo Cuba nos da mucha esperanza”.

Al dirigirse a la pequeña multitud que se congregó para la ceremonia nocturna, Ortega les pidió que llegaran temprano a la misa en la Plaza de la Revolución de La Habana y que llevaran un buen sombrero para protegerse del abrasador sol de Cuba. El Papa, dijo a la multitud, viajó hasta Cuba para sanar las heridas del pasado. “Quiere ser un Papa conciliador”, dijo Ortega a la multitud. “Es decir, un Papa que une a las personas, que es capaz de construir puentes”. Pero tender puentes en Cuba, donde las viejas divisiones siguen siendo grandes y profundas, podría ser un desafío atemorizante. Incluso para el Papa.

Patrick Oppmann es corresponsal de CNN en La Habana. También estuvo en Cuba durante la visita a la isla de Juan Pablo II.

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