¿Por qué el control de armas de fuego está fuera de la agenda de EU?
¿Qué pasa con los estadounidenses y las armas de fuego? “Puedo decirles que no creo que haya ningún otro país desarrollado en el mundo que remotamente tenga el problema que tenemos”, dijo el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, tras del tiroteo indiscriminado en Colorado.
Se calcula que hay 270 millones de armas de fuego en manos de civiles en Estados Unidos, lo cual hace a los estadounidenses el pueblo más armado del mundo per cápita. Yemen, una nación tribal sin antecedentes de un fuerte gobierno central o Estado de derecho, se ubica en un lejano segundo lugar.
Desde Washington hasta los bien surtidos estantes de las tiendas Walmart alrededor del país, las armas de fuego son consideradas algo común en EU, como un artículo de consumo para millones de cazadores, coleccionistas y ciudadanos respetuosos con la ley y preocupados por su seguridad. Pero también están en manos de miles de asesinos; un grupo de presión en contra de la posesión de armas, con sede Washington, dice que esas armas de fuego disparan contra más de 100,000 personas al año. En 2010, hubo más de 30,000 víctimas producto de las armas de fuego por homicidios, suicidios y muertes accidentales.
La memoria colectiva estadounidense, del Salvaje Oeste de los años 1,800, los asesinatos de John F. Kennedy y Martin Luther King hace medio siglo, y la noticia de primera plana de la semana pasada, está marcada una y otra vez por las armas de fuego.
“Es innegable”, escribe Clayton Cramer, autor de Estados Unidos armado. La extraordinaria historia acerca de cómo y por qué las armas se volvieron tan estadounidenses como el Pastel de Manzana. “Las armas de fuego están en el centro de gran parte de la historia de EU, sus leyendas y sus desgracias”.
Había armas de fuego en el país mucho antes que el EU que hoy conocemos siquiera hubiese nacido. En varios estados, los primeros colonos eran obligados por ley a poseer y mantener armas de fuego como un asunto de defensa colectiva.
Cuando se estableció Estados Unidos como país, sus ciudadanos habían tomado las armas, no sólo contra sus vecinos nativos, sino contra el ejército de su propio rey. La nueva Constitución lo reflejó en su Carta de Derechos, al decir que “(ya que) una milicia bien regulada es necesaria para la seguridad de un Estado libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas”.
Durante más de dos siglos, eso siguió siendo una importante garantía, aunque pasada por alto, sometida a una modesta serie de controles. Pero en 2008 y 2010, históricas decisiones de la Corte Suprema confirieron a ese derecho constitucional un nuevo poder adicional, al disminuir en gran medida la autoridad de los gobiernos estatales y locales para limitar la propiedad de armas.
Los legisladores proarmas también han estado activos. Aproximadamente la mitad de los 50 estados de EU han aprobado leyes que permiten a los propietarios de armas de fuego portarlas abiertamente en la mayoría de los lugares públicos. Y casi igual número de estados tienen leyes de “no ceder terreno”, las cuales permiten a las personas matar si se encuentran bajo amenaza, e incluso, en caso de que puedan escapar de la amenaza sin necesidad de violencia.
Las leyes son impuestas por la política y ésta la imponen grupos como la Asociación Nacional del Rifle. La alguna vez relativamente modesta organización de entusiastas de las armas y cazadores, se ha convertido en uno de los grupos políticos más poderosos del país. El Washington Post calcula que la ANR tuvo éxito en ayudar a elegir a cuatro de cada cinco candidatos a los que respaldó en las más reciente elección parlamentaria. Contar con ese extraordinario impacto en el Congreso ha ayudado a anular en los tribunales las leyes de control de armas.
La ANR y otros grupos proarmas se han aliado con el Partido Republicano y, sobre todo, con un sector de los estadounidenses que guardan sospechas de la intrusión del gobierno en la vida privada y, a menudo, abiertamente hostiles al gobierno de Washington.
“Cuando te dicen que una prohibición gubernamental de ciertas armas de fuego en cierta forma te brinda más seguridad, no le creas, ni por un segundo, porque es una mentira, igual que las mentiras que te han dicho antes”, dijo en una reciente reunión con sus miembros el director ejecutivo de la ANR, Wayne LaPierre. “Sus leyes no funcionan”.
Resultados de encuestas señalan que la mayoría de los estadounidenses no estarían de acuerdo. Las encuestas realizadas desde años por CNN y Gallup señalan que los estadounidenses están divididos entre los que aprueban las actuales leyes de control de armas y los encuestados que les gustaría ver leyes más restrictivas. Los estadounidenses a los que no les gustaría para nada que hubiera controles son una pequeña minoría.
Pero incluso después de la masacre en Colorado, no es muy probable que cambien del todo las actitudes estadounidenses y sus leyes. El casi mortal tiroteo del año pasado en el que estuvo la congresista Gabrielle Giffords no hizo que su estado u otras entidades federales adoptaran alguna nueva medida de control de armas de fuego.
Tanto el presidente Barack Obama como su contrincante republicano Mitt Romney emitieron declaraciones unas cuantas horas después del tiroteo en Colorado, y el domingo, Obama viajó al estado para visitar a las víctimas del tiroteo y sus familias. Sin embargo, ninguno propuso cambio alguno en las actitudes estadounidenses hacia las armas.
“Ya sabes, las palabras tranquilizadoras son agradables, pero tal vez sea momento de que las dos personas que quieren ser presidente de Estados Unidos se paren y nos digan lo que van a hacer al respecto, ya que evidentemente esto es un problema en todo el país”, dijo Bloomberg, alcalde de Nueva York, quien se ha declarado tanto políticamente “independiente” como firme defensor del control de armas.
Estados Unidos no es único. Los noruegos conmemoran el primer aniversario de la masacre que terminó con la vida de 69 personas en un campamento de verano en las afueras de Oslo. Ocho personas más murieron ese día por un ataque con una bomba en la capital noruega. El asesino confeso está a la espera del veredicto de su juicio.
Pero Estados Unidos parece ser el lugar en el que todo el mundo piensa cuando personas aparentemente normales emplean armas de fuego para cometer grotescos actos de violencia. Estados Unidos está solo en su histórico y cultural apego a las armas. Estados Unidos está armado.