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El asedio de Bengasi: los últimos minutos del embajador Chris Stevens

Una deficiente seguridad permitió que militantes atacaran con éxito el complejo del consulado estadounidense en la segunda ciudad de Libia
mié 19 diciembre 2012 08:02 AM

Ellos estaban escondidos en un lugar que los oficiales de seguridad le llamaban “área segura”. Era todo menos eso.

Afuera, una muchedumbre enojada crecía, comenzaron a escucharse disparos y comenzó un incendio.

El grueso humo dejó ciegos a los tres hombres atrapados. Los intrusos golpearon la puerta fortificada de la villa.

Un oficial de seguridad le dio su teléfono al embajador Chris Stevens y le pidió prepararse para que la muchedumbre violara los candados de la puerta de seguridad.

Era poco menos de las 22:00 horas local del 11 de septiembre de 2012 y el tiempo se le acababa a Stevens.

Nuevos y vívidos detalles del ataque al consulado estadounidense en Bengasi, Libia, fueron dados a conocer este martes por la noche por un comité federal que investigó lo que llevó al primer asesinato de un embajador estadounidense desde 1988.

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El reporte evidenció seguridad inadecuada, un asunto del que Stevens se quejó mucho antes del 11 de septiembre.

La corta llamada telefónica

En vez de entrar a la villa, la muchedumbre retrocedió por alguna razón, pero el fuego continuaba. En medio del humo, Stevens utilizó el teléfono celular para intentar alertar a otros sobre el ataque.

Quizá intentaba decir a funcionarios de la embajada en Trípoli que él y el pequeño equipo de seguridad del complejo estaban en grandes problemas.

Eran minoría, no estaban mejor armados y los militantes habían rociado un área grande con diesel lo que había iniciado el incendio.

Quizá intentaba decir que estaba atrapado en un edificio llamado Villa C, con un funcionario de seguridad y con Sean Smith, un oficial de manejo de información del servicio exterior.

Ellos tuvieron que dejar la villa luego de que los intrusos irrumpieron en el consulado armados con ametralladoras y granadas propulsadas con cohetes.

Pero en la llamada de las 21:50 hora local, Stevens solo pudo decir al subjefe de la misión estadounidense en Trípoli que estaba bajo ataque. La llamada terminó rápidamente.

Señales de advertencia

Aunque feroz y repentino, el ataque quizá no fue una sorpresa para algunos.

Diplomáticos estadounidenses que trabajaron en Libia, un país que aún intenta formar un nuevo gobierno luego del derrocamiento del dictador Moammar Ghadafi, habían pedido repetidamente más seguridad.

Los funcionarios estadounidenses, en su mayoría, fueron bien recibidos en Libia, donde muchos locales están agradecidos por la ayuda de Estados Unidos para derrocar a Ghadafi .

Pero el peligro persistió: aun hay muchos leales a Gadhafi, un acceso muy fácil a armas y el nuevo gobierno tiene dificultades para mantener la seguridad.

El pasado 1 de junio, un coche bomba detonó afuera del hotel en Trípoli donde se encontraba Stevens.

El mismo mes, Stevens tuvo que moverse junto con su equipo de seguridad del hotel debido a una “amenaza creíble”.

El 6 de junio, una bomba detonó cerca del complejo estadounidense en Bengasi, sin dejar heridos, pero dejó un enorme hueco en una pared del complejo.

Las amenazas continuaron para funcionarios estadounidenses y de otros países, pero el equipo de seguridad continuó sin cambios.

El embajador está perdido

Pero ahora, no era tiempo de quejarse de la lamentable seguridad.

El humo estaba llenando el área de seguridad y Stevens, Smith y el otro oficial se arrastraron hasta el baño, con la esperanza de poder abrir una puerta.

El funcionario de seguridad puso toallas bajo la puerta del baño y abrió una ventana, lo que hizo las cosas peores, ya que el baño comenzó a llenarse cada vez más de humo.

A pesar de las explosiones afuera, tendrían que dejar el área segura, pensó el oficial de seguridad. El humo había apagado las luces. Estaban en total oscuridad.

El oficial dejó el baño, se arrastró por un pasillo, golpeando el piso y gritando al embajador y a Smith para que los siguieran.

Pudo salir por otra ventana hasta un patio interior, donde se pudo dar cuenta que Stevens y Smith no estaban.

Luego se deslizó por la ventana varias veces, a pesar de que los intrusos le disparaban, pero no pudo encontrar a ninguno de los dos.

Con una escalera, pudo subir al techo de la villa, desde donde pidió ayuda.

Estuvo demasiado tiempo dentro de la habitación llena de humo, así que apenas podía hablar, lo que llevó a oficiales del otro lado de la línea a tardar en entender lo que decía.

Les dijo que no tenía a Smith y que el embajador tampoco estaba.

La batalla en el anexo

Otros tres oficiales de seguridad se resguardaron en otro edificio cuando comenzó el ataque.

Una vez que un primer ataque concluyó y los atacantes retrocedieron, los oficiales salieron de posiciones “defensivas” y manejaron en un auto blindado a la villa. Encontraron a su colega en el techo, vomitando y cerca de desmayarse.

Los tres entraron al edificio en medio del humo y encontraron a Smith. Sacaron su cuerpo pero era demasiado tarde.

Un equipo llegó desde un anexo y comenzó a buscar a Stevens, pero no pudieron encontrarlo.

Preocupados de que los militantes fueran a tomar el complejo entero, decidieron regresar al anexo sin Stevens, en medio de las balas que casi traspasan el blindaje y que destruyeron dos de las llantas del vehículo.

Llegaron al anexo y se prepararon para otra batalla. Eran las 23:30 hora local.

Justo antes de la medianoche, las balas comenzaron a impactar en el anexo, lo que comenzó una nueva batalla que duró por una hora.

Horas después, otra ola de ataques dieron contra la instalación, esta vez con morteros. En el ataque murieron los oficiales de seguridad Tyrone Woods y Glen Doherty.

Buscando a Stevens

Pasaron horas y nadie sabía dónde estaba Stevens. La embajada estadounidense en Trípoli recibió una llamada a las 02:00 hora local, desde el teléfono que el funcionario de seguridad había facilitado a Stevens.

El hombre en la línea hablaba árabe y dijo a funcionarios estadounidenses que Stevens había sido llevado a un hospital en Bengasi.

Los funcionarios no pudieron determinar en qué hospital se encontraba y temían que todo fuera una trampa de militantes para matar a estadounidenses.

Un funcionario libio fue enviado al Centro Médico de Bengasi, donde encontró al embajador.

Funcionarios del hospital dijeron que seis civiles llevaron a Stevens a la sala de urgencias alrededor de la 01:15 hora local.

Aunque el embajador no mostraba signos de vida, los doctores intentaron revivirlo por 45 minutos, pero ya era demasiado tarde.

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