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Suéteres Lakhsmi, la fábrica de Bangladesh con derechos laborales

Los dueños de una planta en Gazipur, con ciertas garantías sociales, temen que la indignación tras el derrumbe les perjudique
lun 20 mayo 2013 05:11 PM

Se escucha el ruido incesante de 100 máquinas de coser de color verde, el zumbido hipnótico de los carretes de hilos coloridos mientras giran y el siseo de mil planchas para ropa.

Aparta lo que crees saber sobre las fábricas de ropa de Bangladesh por un momento. Olvida a los niños sucios y sudorosos sentados en salones débilmente iluminados y sofocantes, en donde cosen camisas que compras en un supermercado por 12 dólares.

Los niños que están aquí, en Suéteres Lakhsmi, se encuentran en la guardería. En esta fábrica de Gazipur, a las afueras de Dacca, los trabajadores se sientan en largas filas ordenadas, iluminados con brillantes luces de neón y reciben las ráfagas de los ventiladores que giran a toda velocidad.

Gozan de una hora de descanso para almorzar y medicamentos gratuitos. Es obligatorio que se sometan a revisiones médicas y la fábrica cuenta con un médico de tiempo completo. Quienes fueron madres recientemente gozan de un permiso de maternidad con sueldo.

“La atmósfera siempre debe ser sana, amigable y habitable. No necesitamos que los compradores nos lo digan”, dijo Safina Rahman, directora de Lakshmi y una de las pocas dueñas en una industria dominada por los hombres.

Sin embargo, tras el desastre del Rana Plaza , que ha sometido a la sumamente lucrativa industria textil de Bangladesh al profundo escrutinio internacional, Rahman y sus empleados están preocupados de los efectos que las represalias puedan tener sobre ellos.

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Los minoristas de Occidente están revalorando sus sociedades mientras los clientes amenazan con comprar en otro sitio. El grupo de defensa de derechos laborales, Estudiantes Unidos Contra los Centros de Explotación, está organizando protestas en contra de los fabricantes de ropa en Bangladesh que consideran que no están comprometidos con los estrictos estándares.

El gobierno de Barack Obama podría retirar las exenciones fiscales de las que Bangladesh goza por los bienes que EU importa. Todo esto tendría consecuencias devastadoras para Bangladesh.

La industria textil ha sido una bendición para esta nación del sur de Asia que cuenta con 160 millones de habitantes. Genera 20,000 millones de dólares al año. En un país en el que el 31 % de la población vive debajo del umbral de pobreza, la industria ha sido la salvación de cuatro millones de personas que trabajan en más de 4,500 fábricas.

“Más de dos millones de personas trabajan en este sector, tal vez más”, dijo Rahman. “Si uno (trabajador) tiene cuatro personas en su familia de las cuales se hace cargo, son casi ocho millones de personas las que viven de este negocio”.

Trabajadores satisfechos

Poppy Begum trabaja como costurera, es una de los 2,000 trabajadores repartidos en cuatro pisos. Trabaja nueve horas al día, seis días a la semana; ayuda a fabricar suéteres y otras prendas tejidas destinadas a Europa, Canadá y Australia.

En un negocio que tiene un alto nivel de transacciones, muchos trabajadores como Begum han estado aquí por más de una década. Es fácil entender por qué: el salario inicial es de 51 dólares al mes, mayor que el promedio de la industria, que es de 35 dólares.

Reciben capacitación en primeros auxilios. Cuentan con un representante que ventila sus quejas ante la gerencia. En otras palabras, aquí se abordan los problemas que asolan ahora a la industria: la seguridad, los derechos laborales y los salarios bajos.

“Nos pagan a tiempo. Si el viernes es un día festivo, nos pagan un día antes”, dijo Begum. Hablamos con varios empleados de Lakhsmi y les pedimos que hablaran abiertamente acerca de sus condiciones. Parecían estar satisfechos.

Resulta que las fábricas medianas como esta no son las que están llegando a los encabezados. Se ajustan a las necesidades de su negocio, cumplen con los estándares de seguridad y pasan las inspecciones.

El problema son las muchas fábricas que han surgido dentro y en los alrededores de Dacca que rentan un espacio en sitios que no están destinados para ese sector: centros comerciales o edificios de oficinas que no están equipados para soportar la maquinaria pesada que el sector requiere.

Operación clandestina

Hasta ahora, el gobierno ha pasado por alto el problema. Después de todo, las fábricas impulsan la creación de empleos, aunque lo hagan en espacios atestados con trabajadores y con regulaciones de seguridad inexistentes.

Desde 2005, han muerto casi 2,000 trabajadores textiles en incendios y derrumbes estructurales. En todos los casos, se trataba de fábricas pequeñas no reguladas . Estas instalaciones no negocian directamente con los fabricantes de ropa occidentales.

Cuando una empresa estadounidense realiza un pedido, lo hace con una fábrica mediana que probablemente cumple con los estándares de la empresa en cuanto a salarios y condiciones laborales decentes.

Sin embargo, así como un contratista que está trabajando en tu casa delega trabajo a otras personas, estas fábricas a veces hacen lo mismo y delegan en operaciones clandestinas más pequeñas.

Gracias al auge del sector, la creciente demanda de bienes y la necesidad de reducir costos para que los consumidores de Occidente puedan seguir comprando camisas baratas , esta clase de repartición de responsabilidades se ha vuelto más común.

¿Cambios en marcha?

Sin embargo, el desastre del Rana Plaza podría cambiarlo todo. El centro comercial ubicado en el suburbio de Savar, en Dacca, estaba construido en un terreno pantanoso; el constructor agregó cuatro pisos a una estructura de cinco, según las autoridades. Alojaba cinco fábricas de ropa y generadores en el cuarto piso.

Se derrumbó el 24 de abril y cobró la vida de más de 1,100 personas en el desastre industrial más mortífero del país. La indignación fue tan intensa que el gobierno señaló que formaría un comité para elevar el salario mínimo de los trabajadores textiles. El gabinete también aprobó la creación de una ley que permita que los trabajadores formen sindicatos y obliguen a las empresas a proporcionar un seguro de vida.

La Asociación de Fabricación y Exportación de Ropa (BGMEA) de Bangladesh señaló que están tomando medidas adicionales. Hasta ahora, se contaba con estándares de seguridad para los sitios de trabajo, pero no para la seguridad estructural de un edificio.

“Antes de este incidente del Rana Plaza, la BGMEA no tenía los conocimientos técnicos para revisar el diseño estructural. No contábamos con ingenieros civiles”, dijo Reza Bin Mahmood, vicepresidente de la asociación.

Ahora se han puesto en marcha esas inspecciones. Sin embargo, la tarea es abrumadora ya que se trata de más de 4,500 fábricas. “No es una tarea fácil. No podemos terminarla de la noche a la mañana”, dijo, y urgió a que las fábricas hagan mejoras con el dinero de los minoristas.

Incitados a la acción

Algunos minoristas internacionales están haciendo eso precisamente. Más de una docena de fabricantes de ropa europeos se incorporaron a un plan para ayudar a prevenir incendios y derrumbes de edificios en Bangladesh.

El plan de cinco años requiere que se lleven a cabo inspecciones de seguridad independientes y que las empresas publiquen los resultados. También requiere que los minoristas ayuden a financiar la seguridad contra incendios y las mejoras a las fábricas con las que hacen negocios. Las empresas que se unan tendrán que cancelar el contrato con cualquier fábrica que se rehúse a hacer las mejoras de seguridad necesarias.

Sin embargo, muchos minoristas estadounidenses, como Wal Mart, no se han incorporado. Wal Mart señaló que llevaría a cabo sus propias inspecciones y proporcionaría seguridad contra incendios a todos los trabajadores.

En Lakshmi, les dan la bienvenida a los cambios en la industria. Aquí, se asigna a trabajadores como guardias contra incendios para que cuelguen extintores en los muros de todos los pisos.

“A veces me avergüenzo de estar en este negocio”, dijo Rahman, la dueña de la fábrica. “No por mí, sino por alguien que haya hecho cosas irresponsables que hayan costado la vida de tantas personas. Esto no ha terminado. Esto no debe volver a ocurrir”.

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