Obama repliega tropas mientras libra 'guerras invisibles'
Fue un discurso histórico titulado Un comienzo nuevo. Ante la mirada de miles de estudiantes de la Universidad de El Cairo y millones de espectadores de todo el mundo, el 4 de junio de 2009 el presidente Barack Obama tendió una mano al mundo musulmán.
"Estados Unidos no está en guerra con el islam", afirmó. Obama deploró la situación de los palestinos, comparando su sufrimiento al de las víctimas del apartheid en Sudáfrica. El presidente se desmarcó así de su predecesor, George W. Bush, que siempre se mantuvo fiel a Israel.
Pero a medida que pasaron los meses, el entusiasmo y las expectativas de los partidarios de Obama fueron desinflándose. Cuatro años más tarde, ya en su segundo mandato, el presidente de Estados Unidos sigue sin impulsar el proceso de paz entre israelíes y palestinos, dejó que Francia liderase la intervención en Libia y, tras dos años sin intervenir en Siria, anunció el 13 de junio que enviará apoyo militar al país donde ya han muerto unos 100,000 civiles.
Obama aplica una especie de "liderazgo desde la retaguardia", como su administración lo denominó en el caso de Libia, una mezcla de cautela, idealismo, pragmatismo y ganas de romper con las administraciones anteriores. Prefiere intervenir lo menos posible en conflictos en el exterior, como prueban la retirada completa de las tropas de Iraq y el compromiso de hacer lo mismo en Afganistán en 2014.
Continuidad en América Latina
Con respecto a Latinoamérica no ha introducido ningún cambio sustancial, aunque la actitud de Estados Unidos ha mejorado, asegura Shannon K. O'Neil, experta en la región del Council on Foreign Relations. "Esta administración ha seguido impulsando los acuerdos de libre comercio con varios países, luchando contra el narcotráfico y la asistencia en seguridad. Lo que sí ha hecho es suavizar el tono, que con el presidente Bush se había elevado de manera significativa”.
La Casa Blanca insiste en que quiere reforzar la cooperación económica con la región, destacando los intereses comerciales conjuntos en un contexto de crisis. Así vendió a principios de mayo la gira de Obama a México y Costa Rica. Fue su sexta visita a Latinoamérica como presidente y la primera de su segundo mandato. Pese a todo, el viaje estuvo muy centrado en temas de seguridad. Desde 2008, Estados Unidos ha destinado más de 2,000 millones a incrementar la seguridad en México, Centroamérica y el Caribe.
Semanas después de aquella gira, el vicepresidente Joe Biden visitó Colombia, Trinidad y Tobago, y Brasil. Con las autoridades brasileñas abordó proyectos de desarrollo en ciencia y tecnología y educación, aunque la gran clave era la reunión de Biden con directivos de Petrobras. Frente a las costas de Brasil se han descubierto gigantescas reservas de petróleo que podrían satisfacer parte de la demanda estadounidense. Brasil, por su parte, está interesado en la tecnología norteamericana para explotar gas. El cortejo a Brasil, el mayor país de América latina y una de las grandes economías emergentes del mundo, es especialmente importante, ya que China ha desbancado a Washington como primer socio comercial de Brasil.
Por sus lazos con Latinoamérica y su importancia geopolítica, China y en general Asia están siendo una prioridad en la agenda exterior del presidente. "Creo que Obama se está acercando a Asia y no se equivoca porque es el motor económico del mundo. Además, en la región existen muchos conflictos y problemas en potencia que podrían comprometer los interesese y la seguridad de EU. Es importante no descuidar los esfuerzos", apunta Ouyang Bing, del think tank independiente Asia Society.
Ataques invisibles y polémicos
Las relaciones con China no obstante están siendo puestas a prueba por el caso Snowden, el antiguo analista de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense que denunció un programa de escuchas masivas por parte del gobierno norteamericano a los ciudadanos de todo el mundo. En una entrevista concedida al prestigioso diario hongkonés South China Morning Post, Edward Snowden aseguró en concreto que Washington lleva años espiando a China y Hong Kong, lo que ha desatado la ira de analistas y medios oficiales chinos. El gobierno de Obama, que ha acusado recientemente a Pekín de ciberespionaje tras años insinuándolo, tiene que hacer ahora control de daños.
El presidente es, pues, un no intervencionista cuando se trata de enviar tropas. Sin embargo, no duda en embarcarse en batallas menos visibles que están redefiniendo la política exterior estadounidense y provocando un gran rechazo en la opinión pública. A los programas secretos de espionaje, una herencia de la administración Bush que tanto criticó, se suma el uso de los polémicos aviones no tripulados (drones) para asesinar a supuestos terroristas. Según el diario The New York Times, desde 2009 la Agencia Central de Inteligencia (CIA) ha asesinado a 2.500 personas, entre ellas centenares de civiles, en 300 ataques con aviones no tripulados en Pakistán, Afganistán, Yemen y Somalia.