Publicidad

Síguenos en nuestras redes sociales:

Publicidad

Una cabra y un cerdo para salvar a los niños de la esclavitud en Nepal

La Fundación de la Juventud de Nepal entrega estos animales a las familias pobres con el fin de evitar que vendan a sus hijos
lun 11 noviembre 2013 11:48 AM

A primera vista, uno pudiera confundir a Olga Murray, de 88 años, una mujer pequeña de pelo blanco con una gran sonrisa, como algo distinto de lo que es: una fuerza apasionada a tomar en cuenta.

Ella puede ser pequeña, pero no hay que dejarse engañar. Murray es una potencia.

El sol está ardiendo, el calor exhaustivo, pero mientras camina a través de un área remota en Nepalgunj, ubicado a lo largo de la frontera de India, infame por ser "el lugar más caliente en Nepal", Murray muestra muy pocas señales de incomodidad.

Ella está energizada. Y es el trabajo que ella hace aquí, dice, uno de los logros que la hace sentir más orgullosa.

En este pequeño rincón del mundo, lejos de las trampas de la vida moderna, la Fundación de la Juventud de Nepal de Murray ha rescatado a más de 11,000 mujeres de la práctica de Kamlari y de la vida de esclavitud que conlleva.

"Cuando descubrimos la práctica en 1999, decidimos que trataríamos de erradicarla", dice.

Publicidad

Murray nunca ha sido una persona que le rehúya a un desafío. Rompe las barreras y sobrepasa los obstáculos, es algo que ha hecho por casi 50 años. Y no está dispuesta a renunciar ahora.

Cuando se graduó de la Escuela de Derecho en la Universidad George Washington en 1954, había muy pocas mujeres en su campo de estudio.

Ella dice que en ese entonces, las empresas estaban más interesadas en cuantas palabras podían escribir las mujeres en lugar de preguntarles sobre su entendimiento de la ley. "No buscaban que nos uniéramos como abogadas", dice. "Querían que fuéramos sus secretarias".

Sin inmutarse por el clima cultural del tiempo, Murray apuntó más alto, logró su primera y única entrevista de trabajo tras salir de la escuela de derecho y le ofrecieron un puesto como abogada para el Jefe de Justicia de la Suprema Corte de California, donde pasó 37 años prácticando derecho.

Pero fue después de su retiro, dice Murray, que su vida se volvió muy ocupada.

El solo hecho de cómo fue del ajetreo y el bullicio de la vida de una abogada de alto poder en Estados Unidos, a una aldea lejana en Nepalgunj,  rescatando a mujeres jóvenes de la esclavitud , es una historia interesante sobre cómo un evento fortuito puede cambiar el destino de alguien.

Romperse el pie en un viaje de retiro a El Himalaya y tener que disminuir el ritmo de vida para recuperarse, "fue una de las mejores cosas que me ha pasado", reflexiona Murray.

En ese entonces, Murray tenía 62 años y Nepal ya había empezado a atrapar su corazón. Ella usaba su propio dinero para dar becas universitarias a jóvenes muchachos huérfanos que había conocido en una de sus previas expediciones. Pero cuanto más duró su estancia fueron más las necesidades que vio. Comida, medicina, tratamiento médico, educación, los niños alrededor de ella lo necesitaban todo, día tras día. Esto la llevó a actuar con todo y su pie lastimado.

No mucho tiempo después, el retiro de Murray se convirtió en un trabajo de tiempo completo y en 1990 nació la Fundación de la Juventud de Nepal (NYF por sus siglas en inglés).

Más de dos décadas después, la NYF continúa con éxito. La organización de Murray administra orfanatos para niños y niñas, ofrece becas para educación y provee de entrenamiento para familias pobres con el objetivo de que puedan aprender a cultivar su propia comida saludable. A su vez, eso empodera a las familias para volverse autosuficientes y les ayuda a reducir la epidemia de malnutrición que enfrenta la nación empobrecida.

En este pueblo, como en muchos otros en la región Terai de Nepalguni, Kamlari fue una práctica común y aceptada. Madres y padres jóvenes tenían que tomar la difícil decisión de vender a sus hijas a los terratenientes, que casi siempre las golpeaban y abusaban de ellas, o ver a su familia pasar hambre.

No más

Murray y su fundación le dieron a las familias en estos pueblos una solución económica para que nunca más fueran forzadas a tomar la terrible decisión de vender a sus hijas.

"Llegamos a estos pueblos y le ofrecimos a cada familia una cría de cerdo o de cabra, si llevaban a sus hijas a casa y nos permitían enviarlas a la escuela. Y poco a poco les ayudamos a ver que había una manera diferente de hacer las cosas”, explica la mujer.

Baghwati, de 15 años, una de las niñas, dice "quiero ser una trabajadora social", y sonríe con su voz llena de vida, "porque luego entonces podré ayudar a otras niñas como yo".

No hace mucho tiempo, Baghwati y su familia no tenían esperanza. La madre de Baghwati, Sadya tenía seis hijas, cinco de ellas vendidas como Kamlaris. Sadya vendió por primera vez a Baghwati cuando tenía solo nueve años.

"No tuve otra opción porque era la única manera de generar un ingreso para la familia", dice la mujer. "No había dinero en casa, ni siquiera para la comida. Tuve que hacerlo, pero cada vez que mandaba a mis hijas lejos, lloraba".

La sonrisa de esperanza de Baghwati desaparece cuando recuerda su vida de trabajo como Kamlari. "No quería ir, dejé mi casa llorando", dice suavemente. "Pero mi familia no tenía nada de comida, así que no tenían otra opción".

"Una vez que estuve ahí tenía que hacer toda clase de trabajos, lavaba platos, cuidaba bebés . No fui a la escuela, una vez que eres un Kamlari, tienes que trabajar duro".

Las condiciones eran tan malas, dice Baghwati, quien escapó y regresó a casa. Pero su familia no tuvo otra opción que mandarla de regreso a las mismas personas de las que huyó, porque tenía que cumplir con el contrato. Les habían pagado para que dieran a su hija y no había manera de que pudieran devolver el dinero.

Al final, Baghwati hubiera sido vendida de nuevo antes de que interviniera la Fundación de la Juventud de Nepal

El ingreso generado por la cabra que ofreció la NYF a Sadya y su familia en intercambio por su promesa ha permitido que Baghwati regrese a casa y vaya a la escuela. Y ella es optimista sobre su futuro.

"Mi hermana menor jamás conocerá una vida de esclavitud", dice con orgullo.

"Ellas serán mujeres diferentes a sus madres y sus hijas serán mujeres diferentes a ellas, y eso es emocionante", dice Murray. "Reunir a las familias, eso ya es algo grande y maravilloso que me hace muy, muy feliz".

Sentada al lado de Baghwati, con su brazo alrededor de ella, Murray observa a la niña y reflexiona en el cambio de destino que la llevó a este lugar. "¿Quién hubiera pensado hace 26 años que estaría aquí ahora", reflexiona. "La vida toma unos giros muy raros y este es uno de ellos".

"No tenía ni idea…", dice la mujer, con una sonrisa que lentamente se expande en su rostro, "pero se siente bien".

Newsletter

Únete a nuestra comunidad. Te mandaremos una selección de nuestras historias.

Publicidad

Publicidad