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El rescate bancario, en la cuerda floja

Obama propuso un plan que transferirá cientos de miles de millones de dólares a los bancos; ¿podrá el gobierno equilibrar los intereses de los contribuyentes con los del sector financiero?
lun 16 febrero 2009 06:00 AM
El secretario del Tesoro, Timothy Geithner, anunció el plan de ayuda, que idealmente involucraría una combinación de capital gubernamental y privado. (Foto: Reuters)
Timothy Geithner

Observar el acuerdo de la administración de Obama con Wall Street es como observar a los Yankees de Nueva York lidiar con su estrella de tercera base, Alex Rodríguez, quien recientemente admitió haber usado esteroides.

Para apaciguar a sus seguidores, los Yankees debieron decir que lo que hizo A-Rod estuvo mal. Pero no se atreven a invalidar su contrato y echarlo del equipo, porque estarían aún peor sin él.

La administración de Obama intenta un acto de equilibrio similar con Wall Street. Por un lado, los "Obamoids" (fieles seguidores de Obama) denuncian al distrito financiero por haber hecho eco de la rabia sentida por muchos de nosotros (yo incluido) a causa de los fastuosos paquetes salariales otorgados a miembros de firmas que, debido a sus excesos financieros, requirieron el rescate de los contribuyentes, y desencadenaron horribles problemas económicos.

Por otra parte, Obama y su Secretario del Tesoro, Tim Geithner, saben que necesitan a Wall Street para ayudar a arrastrar la economía y sistema financiero fuera del hoyo. Por lo que el tope salarial que le han impuesto es casi por completo simbólico, con poca o ninguna sustancia.

Pero las críticas de Wall Street no impidieron que Geithner develara un Plan de Estabilidad Financiera que transferiría cientos de miles de millones de dólares de los contribuyentes hacia las firmas del distrito financiero, al proveerle créditos y garantías a precios muy por debajo de lo que los mercados financieros cobrarían.

Eso, además del suministro sin fin de dinero ultra barato que la Reserva Federal y el Tesoro han puesto a disposición de las firmas financieras. Sin mencionar la barata inversión de capital del gobierno que obtuvieron a través del Programa de Alivio de Activos en Problemas (TARP por sus siglas en inglés).

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El nuevo Plan de Estabilidad Financiera es un acto de equilibrio en sí mismo. Para empezar, el plan tiene un acercamiento maduro a la cuestión de si los bancos usan el dinero del rescate financiero para otorgar créditos, que es el punto de la empresa. En lugar de exigir que los bancos que reciben ayuda demuestren que han expandido su portafolio de créditos, el plan requiere que demuestren que hacen más préstamos de los que hubieran hecho sin la ayuda. Esa me parece la manera correcta de medir las cosas, en lugar de forzar a los bancos -que ya tienen suficientes activos tóxicos ("bad paper") en sus registros- a que hagan préstamos que consideran turbios.

De manera pragmática, este plan también trata de equilibrar la protección de los intereses de los contribuyentes con la seguridad de que las firmas que necesitan más capital del gobierno no decidirán arriesgarse al fracaso antes de volver por un nuevo rescate.

Estuvo bien que Warren Buffet le impusiera cláusulas severas a Goldman Sachs el pasado septiembre -un dividendo anual del 10% en 5,000 millones de dólares de acciones preferenciales, más el derecho a comprar 5,000 mdd de acciones comunes al precio que entonces prevalecía. El Tío Sam, en contraste, sólo obtuvo un dividendo del 5% y garantías del 15% de las acciones preferenciales obtenidas en la primera ronda de inversión bancaria. Pero el trabajo de Buffet es ganar dinero para los accionistas de Berkshire Hathaway, no mantener el sistema financiero funcionando. El trabajo del gobierno es equilibrar el impulso de la economía con una prudente administración del dinero de los contribuyentes, no ganar el máximo retorno posible.

A Wall Street también le vendría bien algo de equilibrio - no puede hacer negocios como solía cuando hay millones de personas que pierden sus empleos, millones más que temen ser las próximas, y decenas de millones preocupadas acerca de la carnicería que la implosión del mercado ha hecho con sus cuentas de retiro y las cuentas para la educación de sus hijos. En lugar de pagarles a sus abejas trabajadoras salarios bajos -bajos en términos de poder permitirse una vida de clase media o media alta en la costosa ciudad de Nueva York- Wall Street debería ofrecerles mayores salarios y gratificaciones mucho menores. Eso ayudaría a equilibrar las preocupaciones de Wall Street (los inversionistas) y Main Street (los estadounidenses).

En un mundo ideal, Obama hubiera anunciado un brillante y detallado plan de recuperación, los mercados irían a la alza y nosotros gritaríamos la consigna "Yes, we can" (Sí podemos). Por desgracia eso no sucedió. Pero de la misma manera que me conformaría con A-Rod a la cabeza de los Yankees en lugar de distrayéndolos, me conformaré con que la administración casi logre el equilibrio. Lo que nos dejaría mucho mejor que como estamos ahora.

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