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Islas Marías: penal de esperanza

La cárcel sin rejas de las islas de Nayarit ofrece un entorno natural para ‘sanar’ a delincuentes; éste puede ser el modelo para lograr resultados positivos mundialmente, opina el Dr. Barber Kuri.
dom 12 julio 2009 06:00 AM
En esta prisión de bajo perfil los internos cuentan con todos los servicios y viven con sus familias en cabañas provistas por el Gobierno Federal.  (Foto: Cortesía Nayaritpuntocom)
Islas Marias (Foto: Cortesía Nayaritpuntocom)

¿Hasta dónde el medio ambiente puede influir en el comportamiento del ser humano? ¿Será posible que incluso la naturaleza pueda llegar a contribuir para sanar, no sólo el cuerpo, sino hasta el alma de una persona? ¿Podría existir aquí en México algún caso de éxito, replicable a nivel mundial, que pudiera dar testimonio de que estos pensamientos no son sólo utopía, sino una realidad al alcance del hombre? Islas Marías, ese archipiélago de cuatro islas mexicanas localizadas en el Océano Pacífico, a 110 km del Puerto de San Blas, Nayarit, y que en su conjunto integran una superficie total de 252.6 km2, podrían ser tal vez un excelente caso de estudio, digno de ser analizado a profundidad.  La razón de ello...  porque ahí  se da cobijo a la Colonia Federal Islas Marías, prisión de bajo perfil en donde los reos o colonos, viven con sus familias en casas provistas por el Gobierno Federal.  (Islas Marías, 24 de marzo de 2009, http://es.wikipedia.org/wiki/Islas_Mar%C3%ADas ).

De las cuatro islas que integran el archipiélago, solo la mayor de ellas, la isla llamada María Madre, misma que abarca una extensión de 126.4 km2,  es la única habitada.  Las otras tres islas, San Juanito (12.3 km2), María Cleofás (27.3 km2) y María Magdalena (86.6 km2), se han conservado inhabitadas, y el archipiélago en su conjunto es considerado como un área protegida por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, habiendo sido reconocido internacionalmente como Área Natural y Reserva de la Biosfera el 27 de noviembre del 2000, debido a su riqueza ecológica y por la variedad de su fauna endémica que en ella habita, además de que han sido declaradas como Patrimonio de la Humanidad.

No obstante, estas islas podrían ser una "esperanza no sólo para México, sino para el mundo entero... una oportunidad para humanizar la prisión en todos sus aspectos... un espacio en donde es posible proponer un modelo diferente que genere resultados diferentes... para sumarse para crear en vez de destruir... para encontrar un entorno y las personas adecuadas que puedan hacer realmente el cambio". (Comunicado personal, abril 2009).

Pareciera que el pensamiento de Ortega y Gasset, al enunciar "yo soy yo y mis circunstancias", encuentra nuevamente un motivo más para vivenciarse.  Pero este paraíso penitenciario, en donde el recluso se reencuentra así mismo ante una naturaleza que tal vez había olvidado, y en donde existe el ambiente idóneo para hallarse en una reconversión interna reflexiva, efectiva y de una genuina readaptación, presenta dos rasgos especiales:  el primero de ellos es que no siempre fue así, y el segundo, la necesidad de reconocer que teniendo todos los elementos a favor sea aún necesario  instrumentar un modelo integral que abarque las componentes de "entorno, transformación y reintegración", si realmente se pretende hacer sostenible y replicable una auténtica propuesta de conversión y reintegración a la sociedad. (J. Vargas, comunicado personal, abril 2009).

Así, las Islas Marías eran antes el lugar más temido por los presos. Un lugar que fuera reconocido como por los propios reos como la "Tumba del Pacífico" y citado en algún momento por José Revueltas como "los muros de agua",  la prisión comenzó a funcionar como colonia penal en 1905, mediante decreto del presidente Porfidio Díaz, y cuyo objetivo fuera el desconcentrar a la población de la prisión federal de San Juan de Ulúa, Veracruz. Recinto reservado originalmente para los reos más peligrosos así como para los presos políticos. (A. Tinoco. Noticieros Televisa. 2005. Islas Marías, prisión con muros de agua. 24 de marzo de 2009, www.esmas.com/noticiastelevisa/mexico/419377.htm/ )

Durante mucho tiempo, estas islas fueron adquiriendo fama siendo el espacio más temido, en buena parte por las salinas en dónde los presos trabajaban a marchas forzadas, y que muchas vidas llegó a cobrar. 

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Es este espacio, alejado del mundo, en un lugar donde el silencio y la soledad se conjuntaban, y cuyos barrotes lo constituyen el mismo mar de aguas heladas infestadas de tiburones y de fuertes corrientes circulares que evitan salir de su perímetro, los criminales que desde el principio habitaron la isla, encontraron un lugar invulnerable. Era, sin más, el más encrespado de los infiernos que arrebataba la voluntad, la esperanza y dignidad elemental de cualquier hombre.

Esas Islas que con gran miedo eran citadas como "el basurero", pueden ser ahora la esperanza del mundo, pues con el tiempo su concepto cambió, y aprovechando el ambiente y las condiciones existentes, se decidió modificar la metodología existente,  permitiendo un verdadero proceso de transformación que ofrezca a los presos que en ellas se hallen la posibilidad de encontrar una oportunidad diferente para reivindicarse.

Pero "no cualquiera entra"... En primer lugar, los colonos de las Islas ya fueron sentenciados y están cumpliendo sus condenas.  Para poder ingresar actualmente a esta prisión, es necesario cumplir varios requisitos, entre los que destacan que el reo no haya sido sentenciado por crimen organizado, secuestro o delitos sexuales, es decir, que tenga un bajo perfil delincuencial; que tengan un perfil socioeconómicamente bajo o medio, que haya mostrado un buen comportamiento en su penal de origen, que no sea adicto a las drogas, que tenga entre 20 a 50 años de edad; que esté condenado con un máximo de 15 años de castigo y que no sea discapacitado además de estar sano tanto física como mentalmente.  (L. A. Medina. El Siglo de Torreón - AAEE. Islas Marías, prisión con muros de agua. 24 de marzo de 2009, http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/338246.las-islas-marias-prision-con-muros -de-agua.html )

Las Islas Marías, como cualquier prisión en el mundo, es un "muestrario" de la realidad de cómo está compuesto el mundo criminal del país en un momento dado.  Actualmente, en este penal se sabe que el 70% de su población  está integrada por traficantes, 15% por asesinos y un 15% por ladrones. (Comunicado personal, abril 2009). 

El penal está organizado en 14 campamentos en donde los presos viven y trabajan en las granjas agrícolas o ganaderas, o bien, en dónde se les solicite. Dicha colonia penal se presenta como una "cárcel sin rejas" que cuenta con todos los servicios, desde centro de salud, iglesia, biblioteca, escuela para los hijos de los presos, por citar algunos de ellos.

Por obviedad, ningún barco tiene permiso para acercarse a más de 12 millas náuticas y el archipiélago esta salvaguardado por más de 130 efectivos de la Secretaría de Marina, pero que no interactúan con los internos ni tampoco atañen a su vigilancia, delegando esta labor al personal administrativo de la Isla y a los custodios.

El preso que viene de una cárcel en donde se encuentra hacinado, en medio de cuatro paredes, donde su horizonte visual sólo son barrotes o ladrillos, en un espacio donde el color predominante es tan sólo el gris, de repente se encuentra en un lugar donde está en contacto con la naturaleza, y en donde puede vislumbrar el cielo estrellado de la noche y el color azul del cielo y el mar que se entre tocan, al mismo tiempo de escuchar las "voces" de la naturaleza representados por la fauna y vislumbrar de nuevo los colores de una flora que durante tiempo estuvo sólo en su recuerdo, pero mucho más allá de esto, el preso al llegar se le brinda ese "extraño sabor" de sentir de nuevo su "libertad", que si bien sigue reglamentada y, aún así, debe pasar lista durante tres veces al día, halla en esto una experiencia que difícilmente puede ya de ella desprenderse.

Es hablar con Dios... con un Dios que se expresa de frente a él y que posiblemente el preso ya se había olvidado de reconocerlo...   No por nada no son pocos las historias de los internos que ya habiendo cumplido su sentencia piden permiso para no abandonar a las Islas Marías.  ¿Será el temor a la reinsertarse a una sociedad que pueda recriminarlo e incluso rechazarlo?  ¿Será tal vez el miedo a ser obligado a reincidir o incurrir en este acto por propia voluntad o por necesidad por no encontrar otro medio de cómo solventar su vida?  O bien, ¿será posible la amenaza latente de enfrentarse a la venganza, ya sea vertiéndose en él o generándola él?

Historias de reos que pasan sus condenas por diversos motivos: algunos de ellos totalmente justificados y que son aceptados perfectamente por ellos.  Otros, por circunstancias de la vida que los obligaron a caer en errores, a veces voluntarios pero otras veces por ignorancia o por haber sido afectados por terceros. 

Se habla de todo, desde aquel que en una camioneta prestada transportaba droga sin que él lo supiera,  o bien, el hombre que por robarse un celular encontró más de 8 años de prisión por allanar propiedad ajena, pero también está el que realmente cometió de manera intencional algún crimen de mayor envergadura o con total conciencia.

Sea cual sea la razón, el hecho es que "la rehabilitación es posible...  en las cárceles uno puede encontrarse con rostros con la frente abajo... personas que han experimentado en carne propia el abandono, la desesperanza y un resentimiento que llega incluso a la desesperación o el pensamiento de la venganza...  pero que a pesar de ello existe una esperanza si realmente nace la convicción de la conversión", (P. Bernardo Skertchly, L.C., comunicado personal, abril 2009), "finalmente, donde sobreabunda el mal, sobreabunda el bien" (Comunicado personal, abril 2009).

"Se requiere de alternativas... de una auténtica metanoia, es decir de navegar más allá del aspecto físico para reencontrarse con esa dignidad perdida a través de la conversión interna". (P. Bernardo Skertchly, L.C., comunicado personal, abril 2009),

Y es urgente encontrar un modelo sólido que toque almas y que permita su réplica en todo el mundo.

Un modelo de prisión que de manera sostenida logre salvar a estas personas, que genere la oportunidad para el interno de reinsertarse a la sociedad, de ser productivo, de hallar nuevamente su dignidad, de encontrarse espiritualmente con Dios, de conformarse nuevamente como un ente íntegro.  Después de todo, para el propio P. Bernardo Skertchly, L.C, "cualquier persona que haya hecho lo que haya hecho, si realmente lo quiere, puede rehabilitarse...", y ese tal vez, puede ser el principio y piedra angular de una novedosa metodología de readaptación, pues "la rehabilitación si se da, pero sólo para aquellos que realmente quieran rehabilitarse".

En México, por ejemplo, en todo el sistema penitenciario había en el 2000 un aproximado de 154,732 presos.  Para marzo del 2009, es decir en 9 años, la población había  llegando a  los 224,016.  (SSP, Subsecretaría del Sistema Penitenciario Federal, Órgano Administrativo Desconcentrado de Prevención y Readaptación Social, marzo 2009).  ¿Qué es lo está pasando en la sociedad? ¿Cuáles son las circunstancias actuales que imperan y están obligando a reconocer esta realidad?

Hay verdades que no pueden omitirse o sosegarse con la indiferencia. Bien podría conferirse a una de las novela más conocidas del Siglo XIX, Les Miserábles, cuando confiriendo a su autor se menciona que "para conocer una sociedad es necesario conocer a sus presos" (Victor Hugo, 1862).

Pero este conocimiento invita a más... no sólo a identificar una realidad presente o a ser consciente de sus causas, sino  a intervenir de manera directa si realmente se pretende un mundo diferente.  ¿Ideal? ¿Qué tal ideal? ¿Tanto como para no querer reconocer la existencia de una prisión modelo como lo es la Colonia Penal de Las Islas Marías?  Posible, sí, pero requiere de una estructura mucho más sólida, más aún sabiendo que dicha prisión, la cual está conformado por un promedio de 1,127 presos de baja criminalidad, tiene por proyecto el incrementar su población a más de 8,000 reclusos y ahora con dos tipos de prisiones: de baja y de media peligrosidad. 

¿Va a desaparecer entonces el concepto de una cárcel sin rejas?  ¿Se estará mudando el concepto que hizo el cambio radical en esas Islas instaurando un modelo único en el mundo?

Cierto es que el sistema penitenciario actual realmente enfrenta una gran presión en cuanto al número de presos que en ellos alberga.  Las Islas Marías podrían ser una válvula de desahogo que permitiera atenuar la tensión que en ellos se respira tan sólo por el hacinamiento, pero más allá de ello, es el momento exacto para meditar en la propuesta que en esta cárcel modelo se instrumente de hoy en adelante.

Habrá no sólo que generar un modelo sólido que transforme adecuadamente a los presos, centralice y canalice el trabajo en conjunto de los reos en obras públicas comunes y de alto impacto aprovechando ese derrame de energía humana, sino que también se tomen  incluso en cuenta las experiencias de los reos para el bien de todos (tal y como si se inspirara uno en la vida der Eugène-François Vidocq), o bien, se forme e instruya adecuadamente a los custodios (finalmente una cárcel es lo que es su custodio), además de capacitar al personal técnico penitenciario, velando al mismo tiempo por salvaguardar el equilibrio con esa naturaleza que cohabita en la Isla y que da otro elemento adicional diferenciador con respecto a las otras prisiones del mundo.

En función a las acciones que en materia de tomen, podrá existir la posibilidad y la esperanza alentadora para hacer un cambio, no sólo en la concepción de los sistemas penitenciarios, sino también en la forma como la sociedad conciba la realidad que ella impera y aproveche, para el bien de todos, estas circunstancias sumándonos para conformar un mejor futuro para todos.

Como nota, "Menos del 2% de los que pasan por las Islas Marías vuelven a reincidir..." (Comunicado personal, abril 2009).

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NOTA: Los comunicados personales donde no aparece el autor están señalados debidamente pero por razones de confidencialidad o de respeto del anonimato, se omiten bajo previa petición, revisión y autorización de sus autores de los mismos. Los pensamientos ahí expresados son propiedad de dichos pensadores de los cuáles sólo el autor del artículo conoce su referencia.

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El autor es vicerrector Académico de la Universidad Anáhuac México Sur y es experto en competitividad..

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