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¿Mi nueva carta a Santa Clos?

Roberto Hernández García opina que la sociedad debe lugar contra la corrupción; el rechazo hacia el tráfico de influencias es una de las armas más posibles comenta el abogado.
mié 23 diciembre 2009 07:00 AM
Escritor de la Columna Construyendo Derecho (Foto: Obras)
Roberto Hernández García (Foto: Obras)

En diciembre de 2006, escribí en esta misma columna mi "Carta a Santa Clos". Hoy me pregunto si deseo hacer otra, y pedir casi lo mismo, ante nuevas causas que comparto con ustedes:

Hace poco atendía un asunto de obra pública en una dependencia, y habiéndome dicho los funcionarios que el asunto estaba resuelto, repentinamente recibí una respuesta negativa. Sorprendido solicité una reunión con el titular para conocer la razón de la decisión, quien me contestó que yo no era nadie para pedir una aclaración.

En forma simultánea, dicho funcionario acudió a mi cliente a través de un despacho de abogados vinculado con él mismo, para "quejarse" de mi actitud, explicando que ellos podrían salvar el caso, pretendiendo poner mi situación en desventaja y generando un conflicto entre mi cliente y yo, que me obligó a decirles adiós sin miramientos.

¿Qué le pediré a Santa ahora? No le pediré nada, porque ya se cansó de tantos lloriqueos. En cambio, a ustedes, queridos lectores, los invito a hacer fuerza común y real para que el tráfico de influencias, el abuso y la corrupción se vaya acabando con nuestro rechazo franco y frontal. A las empresas constructoras con doble lenguaje y doble moral (por "compliance" y por estar en la Bolsa de Valores y no por convicción) los exhorto a que entiendan que el combate a la corrupción es un compromiso y no una carpeta llena de documentos para auditores. A los funcionarios corruptos les pregunto: ¿No les da vergüenza cobrar su salario de nuestros cada vez más gravosos impuestos, y todavía abusar más? ¿No les parece que todo tiene un límite?

Les deseo un estupendo 2010, que cumplan sus sueños e ilusiones, pidiéndoles que se olviden de que, según los mayas, en 2012 es el fin del mundo, para que los años venideros no sean una especie de "años de Hidalgo" cósmicos.

 

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