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La SRE, justo en el Centro de la Ciudad

Las nuevas sedes de la SRE y el Tribunal Superior de Justicia del DF echan hondas raíces; tras un ir y venir, la dependencia hoy tiene un lugar en las entrañas de la Ciudad de México.
mié 30 abril 2008 09:41 AM
Sin Pie de Foto
Convivencia de cuatro siglos. El equilibrio volumétrico era

Tal vez la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) haya sido más nómada que el conocido museo itinerante de bambú y metal que se alza a unas cuadras en pleno Zócalo. La SRE parece llegar al final de su travesía encontrando compañeros en torno a una plaza y contestando la imponente señoría de la Alameda Central, de 416 años de existencia.

Pero esta historia no llevaría a un desenlace si no hubiesen sobrevenido los terremotos que hace 23 años modificaron de tajo el perfil del primer cuadro de la ciudad: edificios abandonados, escombros, incertidumbre patrimonial. Una migración veloz hacia zonas más seguras de la capital y un daño infranqueable en la memoria de miles de personas quedaron como testimonio de la intempestiva brutalidad de la naturaleza. El área era tristemente reconocible; la presencia en solitario del templo de Corpus Christi y la vigilante y aplomada Torre Latinoamericana enmarcaban aquel desastre.

Tuvieron que pasar seis años para comenzar a planear lo que sería y es una labor titánica, no de maquillaje sino de transformación radical. Para 1991 el entonces Departamento del Distrito Federal (DDF) fraguaba con inversionistas privados —entre los que figuraba la canadiense Reichman— planes concretos para recuperar esta manzana conformada por las calles: Av. Juárez, Luis Moya, Independencia y Dolores, donde alguna vez se ubicaron el Cine Alameda y el hotel del mismo nombre. La crisis que en viviría el país en 1994 obligó a cancelar todos los planes y retomarlos hasta el 2000 cuando se concreta la visión del Plan Maestro encabezado por el despacho Legorreta + Legorreta, quienes en principio colaboraron con la firma SOM y Frank Ghery; “entonces comenzamos a ver cómo hacer un conjunto que perteneciera al Centro Histórico; que fuera la transición entre éste y Reforma, la parte moderna de México”, refiere Víctor Legorreta.

El proyecto que contempla la generación de servicios urbanos, culturales, comerciales, la restauración de la iglesia existente, la nueva sede de la SRE y del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal (TSJDF), fue presentada el 29 de mayo de 2003. En ese momento Vicente Fox, presidente de la República, Andrés Mnauel López Obrador, jefe de gobierno del Distrito Federal, y Carlos Slim, presidente de la Fundación del Centro Histórico de la Ciudad de México, AC, suscribieron un convenio por medio del cual la sede de la Cancillería se trasladaría al Centro Histórico de la Ciudad de México y formaría parte del proyecto denominado Plaza Juárez, contribuyendo además al rescate urbano de la zona.

Los beneficios planteados eran diversos: ahorros por concepto de arrendamiento, telecomunicaciones, equipamiento y una mayor productividad de las dependencias, entre otros. Esto permitió lograr que el 18 de septiembre del mismo año quedara en firme esta colaboración. Un año después la obra estaba en construcción y las visitas oficiales comenzaban a acechar el proyecto.

Es para todos
Al conjunto puede accederse a través del espacio abierto principal, la Plaza Juárez, y su fuente diseñada por el artista Vicente Rojo. Su espejo de agua (que recicla la utilizada en la Alameda Central) con 35 x 30 m de superficie y más de 1,000 pequeños “volcanes” invitan a los peatones a detenerse y contemplar el movimiento lento pero constante de este oasis. Sin embargo, no es el único detalle digno de contemplación; el mural Velocidad, de David Alfaro Siqueiros (montado sobre un muro de concreto armado y cantera, de 18 m de largo por 8.55 m de alto), así como otras obras de arte, pueden apreciarse de forma cotidiana en esta extensión de la vía pública.

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Para lograrlo, se requirió una ardua labor en el desarrollo de obras complementarias. Una de ellas fue la construcción del Andador Poniente, en una superficie de 1,320 m, cuyos trabajos incluyeron la demolición de la cimentación del antiguo Hotel Alameda. Con fachada hacia Avenida Juárez, fue construido el pórtico de acceso número 1, de 28 m de longitud y 12 de alto, integrado por columnas con sección de 3.10 m x 2.15 m, estructura de concreto armado y muros de tabique, recubiertos con cantera Perla Huixquilucan; delimitando el predio se localiza el pórtico 2 recubierto de 18 m de largo por 12 de alto. El complejo enfatiza la relación entre el hábitat público y la actividad peatonal a través de diversas zonas abiertas, los andadores (Poniente y Marroquí), la Plaza Juárez, y aún en construcción el futuro espacio comercial denominado Patio Juárez que ocupará una superficie de 1,075 m2 donde se levantan tres niveles, un sótano con un área total construida de 3,870 m. En el predio se encuentran dos casonas del siglo XVII catalogadas como monumentos históricos que serán integradas al Patio mediante un proyecto de restauración alterno, ya que amalgamar el pasado con la nueva arquitectura fue vital desde un inicio. Dándole continuidad estética y el lugar que corresponde a cada miembro en la historia, la fusión formará un nuevo elemento unificado.

Un objeto arquitectónico esencial y de gran balance para el conglomerado está por concluirse. Se trata del Museo de la Memoria y la Tolerancia, proyecto que recayó en el despacho Arditti+RDT. En palabras de Sharon Zaga, fundadora de Memoria y Tolerancia, asociación civil que promovió esta creación, “es el único museo del mundo que une la memoria de los genocidios étnicos con la aplicación del valor de la tolerancia en la vida cotidiana”. Con su inauguración en ciernes, el Conjunto toma un nuevo aire y recibe a este espacio en un gesto acorde con el sentido humano y la vocación de las edificaciones que ya operan ahí. En palabras del arquitecto Miguel Almaraz, de Legorreta + Legorreta, “aunque no lo realizamos nosotros, la coordinación con los proyectistas del museo ha sido clara y cordial desde el principio. Su plástica tiene gestos que corresponden a las torres en alguna medida”.

Torres sobre el lago
Para Legorreta + Legorreta está claro que la solución arquitectónica tenía que venir de abajo hacia arriba y en relación al contexto inmediato: “Fue diseñado un basamento de cantera Perla Huxquilucan de 12.65 m, altura que responde a la del Templo de Corpus Christi (restaurado en coordinación con el INAH y el Fideicomiso del Centro Histórico), cuyo diseño, materiales y escala tienen una clara relación con la zona centro”.

Al fondo se erige con fuerte gravedad ortogonal el Edificio Tlatelolco, la nueva sede de la SRE, con capacidad para albergar 2,800 empleados, y su alter ego la Torre del TSJDF, que aloja a 2,900. Ambos prismas verticales se desplantan sobre una de las zonas lacustres más conflictivas por su composición estratigráfica. Su cimentación contempla un sistema estructural reticular a base de pilas de concreto armado hincadas a 50 m de profundidad, con lo cual se traspasa una primera capa de estrato resistente a 28 metros para finalmente descansar sobre la segunda capa dura en el lecho de un río subterráneo. De inicio, este sistema da soporte a una cisterna localizada bajo dos sótanos que cubren el suministro de agua tanto por captación como por reutilización. A partir de ahí, la superestructura del volumen bajo arranca con un basamento corrido construido con muros de carga y una losa maciza de concreto armado. En este nivel, inicia el área de oficinas. En respuesta a las condiciones espaciales, la ingeniería estructural resolvió las plantas de cada una de las torres con una serie de marcos rígidos de acero estructural: columnas encofradas con concreto armado; entrepisos con sistema losacero apoyados en perfiles secundarios y un sistema de fachada compuesto por placas precoladas de concreto que hicieron co-merecedora a esta obra del Design Award 2007, al Mejor Edificio de Gobierno, otorgado por el Precast/Prestressed Concrete Institute (PCI).

Dermis precolada
Como proveedor del sistema en fachada, la compañía Pretecsa garantizó que la ejecución de esta partida abatiría los tiempos más que con cualquier otra opción estudiada y con una seguridad estructural eficiente al contar con un sistema de anclaje sujeto a la estructura principal para absorber movimientos por viento y sismo; finalmente representaba un beneficio a largo plazo por el bajo mantenimiento de las casi 3,000 piezas que fueron instaladas. Legorreta + Legorreta accedió a utilizar dos colores: naranja y rojo oxidado con un acabado martelinado a máquina.

El edificio Tlatelolco se eleva 23 pisos, siendo la obra más alta alguna vez concebida por Ricardo y Víctor Legorreta. En planta baja se ubican el vestíbulo, la bóveda de tratados, la sala de prensa y oficinas de servicio al público. En el primer nivel se instalaron las salas de juntas y áreas de recepción. Los comedores ejecutivos se encuentran en el segundo nivel; los siguientes 19 pisos fueron destinados a las oficinas de las subsecretarías. Los últimos niveles albergan las oficinas ejecutivas y, en su parte más alta, los cuartos de máquinas coronados por el helipuerto.

La torre del TSJDF —con 18 niveles de altura— alberga los tribunales familiares el Cecofam y un Cendi. Al igual que en la torre de la SRE, el área interna de trabajo de las oficinas fue dividida en ocho sub-zonas con la finalidad de incrementar la eficiencia del sistema de aire acondicionado y permitir una mayor filtración de luz natural durante la jornada de trabajo con la instalación de cristales dobles de baja emisividad en sus cuatro fachadas.

Al interior, los espacios resultan bondadosos. Dobles alturas; ambientes dinámicos y contrastados con el uso del color, distintivo perenne de los proyectistas; iluminación indirecta; uso eficaz de mamparas de cristal transparente entre las oficinas privadas y los espacios abiertos para no limitar el paso de la luz natural. Los detalles colman el recinto pero sin excesos nocivos.

La principal condicionante de generar un espacio ideal para el trabajo fue conseguida con decisiones acertadas: las azoteas de ambas torres en sus niveles inferiores son áreas de estar; el refrigerante del aire acondicionado es 10 veces menos tóxico y contaminante; el conjunto es simplemente amigable no sólo con el heterogéneo contexto sino con los principales protagonistas de la función arquitectónica y urbana: el usuario y la ciudad que ven renacer su importancia con edificaciones dignas, incluyentes y definitivas.

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