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Política económica, a merced de cambios

El desgaste del modelo económico obliga a Cordero a mostrar eficiencia: José Luis de la Cruz; por lo tanto no hay tiempo de experimentos ante los pendientes acumulados, dijo el catedrático.
jue 10 diciembre 2009 06:00 AM
Felipe Calderón quiere un cambio en Banxico.  (Foto: Notimex)
carstens y cordero

La propuesta del Poder Ejecutivo para que Agustín Carstens ocupe la Gubernatura del Banco de México  y la designación de Ernesto Cordero como secretario de Hacienda definirán la política económica de México para la segunda mitad del sexenio.  Evidentemente los retos que enfrenta el país no son menores y ello implica que ambos funcionarios deben mostrar un excelente manejo no únicamente de la política monetaria y fiscal, sino que además su trabajo debe impactar positivamente a la generación de crecimiento económico, al empleo y  a la inversión.

El desgaste del modelo económico mexicano ha propiciado que el tiempo del actual Gobierno para obtener resultados  se haya terminado,  razón por la cual  los funcionarios designados no tienen espacio de aprendizaje y experimentación, en realidad desde el inició de su gestión deben mostrar eficiencia y eficacia, principalmente porque los pendientes acumulados son muchos y en algunos casos ellos mismos han sido quienes se encargaron de planificar e instrumentar los programas económicos y sociales  que no tuvieron el éxito deseado.

Como ejemplo de lo anterior se puede citar que durante los primeros nueves meses de 2009, la caída económica de México ha superado ampliamente a lo acontecido durante la crisis de 1995: el retroceso acumulado del presente año es de 8.3% (medido por el Indicador Global de Actividad Económica, IGAE), mientras que en 1995 la contracción presentada en el mismo periodo de tiempo fue de 6.1%. En este sentido es evidente que a pesar de que se anunció la aplicación de una política económica contracíclica, basada en un incremento del gasto público en inversión, los resultados en términos de crecimiento han sido negativos, fundamentalmente porque el gasto público no puede sustituir a lo realizado por el sector privado. La razón de lo anterior tiene su origen en el hecho de que en su actual forma la participación del gasto federal, estatal y municipal no tiene gran incidencia en el impulso de la actividad productiva del país.

En 2009 el análisis sectorial hace palpable que la mengua ha sido significativa en los dos mayores sectores de la economía nacional: el industrial y el de servicios. En el primer caso, debe hacerse notar que el resultado mencionado no es algo menor: la caída de 1995 había sido de un considerable 8.8%, cifra superada en la presente recesión  con un -9.3%.

En este punto debe tenerse claro que a diferencia del pasado, hoy México no cuenta con elementos externos que permitan expandir rápidamente a la producción industrial: en 1995 el sostenido crecimiento de Estados Unidos y la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio de América del Norte se constituyeron en parte de los factores primordiales para la relativamente rápida recuperación del país. Dado que el panorama económico de 2010 es muy distinto, esencialmente porque Estados Unidos está hundido en profundos problemas económicos y de deuda, parece claro que el sector secundario tardará más tiempo en reactivarse.

Otra fuerte preocupación es visible en la evolución de los servicios, y es que la disminución del sector terciario ha sido considerablemente más grande durante la presente crisis. Las cifras dan un claro indicativo: entre enero y septiembre de 2009, los servicios bajaron 8.3% en tanto que para 1995 "solamente" habían retrocedido 5.3%. El problema de esto radica en que este sector tiene una vinculación directa con el mercado interno, es decir, es un termómetro que marca el grave deterioro que el bienestar de la población está sufriendo.

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Dado que las actividades industriales y de servicios constituyen la mayor proporción del IGAE, el hecho de que la producción de bienes asociados a la agricultura, la silvicultura, la pesca y la explotación forestal tenga un crecimiento de 1% realmente no es un elemento que pueda servir de contrapeso al marcado declive del resto de la economía mexicana.

La seriedad de la problemática industrial es clara: hasta el mes de septiembre había retrocedido 9.3%, teniendo a la baja en manufacturas (-13.4%) como el principal factor recesivo. En segundo lugar se encuentra la construcción, que con una disminución de 7.5% ha mostrado que la aplicación del programa de infraestructura del Gobierno federal no ha sido un factor de peso para contrarrestar la merma de la inversión del sector privado, principalmente en la parte de edificación.

Con fundamento a lo anterior puede  hacerse referencia a que en comparación con la crisis de 1995 la actual ha tenido su principal impacto en las manufacturas, principalmente porque una parte sustancial se encuentra ligada al ciclo de Estados Unidos y que por ello no se puede pensar que su reactivación vigorosa se dará en el corto plazo, razón por la cual la actuación de los funcionarios antes citados debe ser sobresaliente a fin de lograr solventar este problema.

Dado que desde la Secretaría de Economía no se genera una política industrial que tenga efectos sustanciales sobre el aparato productivo, lo que el escenario presentado plantea para el Banco de México y la Secretaría de Hacienda es la responsabilidad de coordinarse en pro de impulsar crecimiento sin generar inflación y sin mayores impuestos, partiendo además del reconocimiento de que se tiene a un país sumergido en una profunda crisis de su modelo económico, lo cual les reclama nuevas ideas y formas de actuar, asumiendo que en ellos descansa parte del futuro inmediato de México.

* El autor es profesor del Departamento de Finanzas y Economía del Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores y se ha desempeñado laboralmente en los sectores privado, académico y público, en este último como Subdirector de Análisis Macroeconómico en la Secretaria de Hacienda y Crédito Público.

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