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La tragedia Griega sigue su libreto

Los planes de austeridad y recortes en las islas luchan contra la desconfianza, dice Scott Urban; la defensa de la economía helena a través de rescates quizá no impida su desenlace fatídico.
mar 15 junio 2010 06:01 AM
Durante la Gran Depresión de 1930, las economías salieron de la crisis hasta que pudieron deshacerse de sus dogmas. (Foto: Reuters)
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En la Gran Depresión la visión que prevalecía era la de que una moneda era digna de confianza únicamente si estaba respaldada por otra, de preferencia, una que estuviera respaldada a su vez por oro. La idea era limitar los malos manejos fiscales. Esto se logra a través del mercado de cambios. Si el gobierno gasta mucho, el gasto extra busca abandonar la economía a través de dicho mercado. A menos de que todos los demás gobiernos se estén comportando de la misma manera, no habrá suficiente moneda extranjera disponible y el banco central tendrá que aportar de sus reservas el faltante necesario. Obviamente, las reservas no son infinitas y el gobierno se verá en la necesidad de revertir su "mal" comportamiento fiscal y aliviar así la presión cambiaria.

Sin embargo, también se puede dar la situación de un gobierno no deficitario que de todos modos enfrente un faltante de moneda en el mercado de cambios. Un socio comercial grande puede sufrir una contracción que haga que su demanda por bienes se detenga. Su nivel de precios puede caer de manera tan significativa que el sector comercial de nuestra economía se vuelva no competitivo. Cualquiera de estos escenarios puede causar que el "hoyo" cambiario no pueda ser cubierto por el banco central. Así que para mantener el tipo de cambio fijo, las autoridades deben adoptar medidas austeras. Dicha austeridad tiene un efecto directo en los socios comerciales, provocando que ellos también apliquen medidas austeras. Este efecto en cadena explica en parte la severidad de la Gran Depresión.

Movámonos 80 años después. La deuda de Grecia no es sostenible sin un apoyo oficial de gran magnitud. Como resultado, la Unión Europea ha anunciado un paquete de préstamos por 750 mil millones de euros para asegurar que Grecia no tenga que enfrentar al mercado internacional de capitales durante los próximos dos años. El plan busca recuperar la sostenibilidad de la deuda griega para el año 2014, apoyándose en una economía en crecimiento y un superávit fiscal. La receta para lograr ambas cosas es la austeridad. En los documentos del plan no se especifican recortes más allá de los del sector público. Analistas independientes, sin embargo, estiman que dichos recortes deben ser mayores en 20% o más, a menos que se dé un aumento en el crecimiento de los salarios fuera del país.

No es sorpresivo que los mercados se mantengan escépticos. Es poco probable que el plan sea exitoso. Mientras tanto, las medidas cortarán las posibilidades de crecimiento económico de Grecia y de sus euro-vecinos, además de que requiere de una depreciación en las monedas de los socios comerciales fuera de la euro-zona (La libra esterlina se está depreciando debido a Grecia, no por razones internas. La lira turca se depreció 7% el pasado 6 de mayo.). En el futuro, cuando el plan se cumpla, la deuda griega no será más sostenible que cuando todo empezó, o en otras palabras, la crisis de deuda soberana sólo está siendo pospuesta. Sin embargo, en esa situación la paciencia de la población puede que ya haya llegado a su límite.

Para entender la situación de crisis a la que nos lleva este camino regresemos al caso de la Gran Depresión. La visión prevaleciente que urgía a las autoridades a continuar con más austeridad y más pobreza fue el patrón oro. Su defensa a ultranza fue más parecida a una defensa de la civilización misma. Los regímenes monetarios tienen una tendencia a hacer esto. La experiencia anterior al México de la crisis de los noventa es un buen ejemplo. No obstante, las advertencias de desastre normalmente halladas como infundadas, hacen su afirmación un ejemplo de dogma. En la Gran Depresión, el dogma del patrón oro tuvo la fuerza para obligar a una política masoquista y a una caída de la economía mundial. Una vez que se profundizó la crisis, la alternativa de un país para salir del ciclo negativo fue la de olvidarse del dogma y abandonar el patrón oro (o elegir autarquía).

Los líderes de la Unión Europea han descrito el momento actual como una crisis "existencial" para Europa. Este argumento no es únicamente infundado, sino peligroso. Si la experiencia de la Gran Depresión algo nos ha enseñado es que resulta muy arriesgado condenar a los trabajadores a la sacralización de un orden monetario. Es indispensable reconocer que está en juego mucho más que únicamente el futuro de la Unión Monetaria Europea.
*El autor es estudiante de doctorado de St Antony's College en la Universidad de Oxford y está por completar su tesis sobre el sistema monetario internacional durante el periodo entre la primera y la segunda guerras mundiales. Es colaborador invitado del CEEY . Anteriormente, el autor fue economista en jefe de Oxford Analytica Ltd.

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