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La apatía del joven mexicano

Los jóvenes carecen de convicciones que beneficien su vida, dicen Amparo Miranda y Moisés Balcazar; la sociedad debe apoyarlos, pues la falta de ilusiones y ambiciones daña todas sus esferas.
dom 22 agosto 2010 06:19 AM
La crisis ha dejado sin empleo a 7 millones de trabajadores en EU. (Foto: Jupiter Images)
joven-desempleo-jup (Foto: Jupiter Images)

Cuando se trata de describir al joven mexicano actual, las primeras impresiones que algunos nos generamos al respecto es de que son rebeldes, negativos, agresivos, cerrados en su comunicación y en especial con conductas de riesgo; muchos de estos comportamientos son propios de la etapa adolescente en la que se establecen los ideales y se reconocen los valores. Son necesarios para que el adolescente entre al mundo de los adultos teniendo una poderosa razón en la cual creer, y sentirse parte de él. No obstante lo anterior, pareciera que el joven vive y experimenta la realidad como algo ajeno, donde el sonreír se ha vuelto algo mecánico más que una expresión espontánea, y que las charlas que sostiene con sus amistades, familiares y demás personas que conviven a su alrededor carecen de significado.

Sin embargo, los jóvenes mexicanos tienen que hacerle frente a la apatía que la sociedad pareciera querer generar en ellos. Esa "desmotivación", que refleja y hace evidente a través de diversas conductas que sólo consumen tiempo y esfuerzo, y que bien podrían estar dirigidas a situaciones estimulantes y con fines de desarrollo personal, que lograrían comportamientos asertivos y satisfechos de lo que creen y de aquello que los hace sentir bien.

Debemos entender que cuando hablamos de "apatía" no nos referimos a las acepciones comunes de inactividad y desinterés, que bien pueden ser confundidas con las características de una depresión, sino a la falta de creencia en una convicción autogenerada que los haga actuar en beneficio propio, y no necesariamente como lo esperaría la sociedad.

" A los jóvenes la inserción laboral les permite integrarse de manera autónoma a la sociedad , facilita el desarrollo interpersonal, la autoestima y el reconocimiento mutuo...No obstante, encuentran dificultades para integrarse al mundo laboral" (CEPAL 2008).

Por lo tanto, debemos evitar que nuestros jóvenes caigan en ese "vacío" en el cual coexisten, con la incertidumbre y temores infundados sobre su capacidad para lograr sus objetivos y metas. Algunos adultos solemos dar como un hecho que los jóvenes generan experiencias muy propias, pero los descalificamos y hasta, en ciertas ocasiones, alteramos sus propias experiencias, al grado que para ser aceptados y amados, los chicos se conforman con "repetir o imitar" conductas, comportamientos o ideologías que de otra forma hubieran sido creados de manera original por ellos mismos y su esencia.

El joven se enfrenta a las expectativas de grandes logros, reconocimiento e ingresos económicos, ante las que muestra una falta de comprensión respecto a cómo reaccionar y las expectativas sociales depositadas en él, los hemos hecho inmunes a los logros y requerimientos sociales, dadas las exigencias depositadas en ellos.

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Estos chicos suelen tener escasas expectativas de crecimiento y desarrollo y aspirar a poco, pese a su inteligencia, instrucción y capacidad; se muestran insensibles al fracaso e, incluso, al logro.

La falta de ilusiones y de ambiciones afecta al joven en todas las esferas de su vida, incluyendo el aspecto laboral, donde considera que tiene pocas oportunidades de crecimiento, éxito y desarrollo profesional. Carece de claridad y reconocimiento de su propia valía.

Está en nosotros como sociedad eliminar esta apatía:

1.    Al no desmeritar al joven por su corta edad o poca experiencia.

2.    Por no comprender sus motivos e impulsos, calificándolos como vagos u ociosos.

3.    Permitir que nuestros jóvenes construyan su propia valía y confianza al "dejarlos ser", con límites bien fundamentados y enseñándolos a ser responsables de sus propias conductas y decisiones.

Recordemos que todos fuimos jóvenes y nos equivocamos, pero eso nos permitió convertirnos en los adultos inteligentes, maduros e integrales que somos hoy en día. Permitamos a nuestros chicos seguir su propio camino, acompañándolos en el proceso. Si esto es muy difícil para el padre o el joven, siempre es posible buscar una asesoría o apoyo profesional. Un psicoterapeuta puede ser de utilidad en este proceso.

*Amparo Miranda es psicoterapeuta y directora de servicios clínicos de Psicología y Educación Integral , A.C.(PEI, A.C.) Moisés Balcázar Becerra es psicoterapeuta especializado en la atención de adultos y parejas, colaborador de PEI, A.C.

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