Publicidad

Síguenos en nuestras redes sociales:

Publicidad

Pacto de medios ¿Dónde está el lector?

El acuerdo para la cobertura de la violencia en México deja de lado al público, dice Juan E. Huerta; el especialista dice que por primera vez hay un pronunciamiento sobre quiénes son buenos y malos.
vie 01 abril 2011 06:10 AM
No parece posible abordar el tema del interés público sin el reconocimiento de los públicos. (Foto: Notimex)
acuerdo medios

Noticia principal, la semana pasada, fue el acuerdo para la cobertura de la violencia que firmaron más de 700 medios informativos de México. Con algunas notables excepciones, el consenso alrededor del documento fue mayor. Importante como es hacer un frente común en el país más peligroso del mundo para ejercer el oficio periodístico, el acuerdo dejó de lado, en nombre del interés público... al público. El decálogo tiene una gran mayoría de puntos con los que difícilmente se puede estar en desacuerdo, aunque algunos los expresaron, más por políticas de empresa que por otras razones. El acuerdo apareció abanderado por Televisa, y los grupos empresariales en su contra no lo signaron argumentando contra el acuerdo, pero más bien por perpetuar sus diferencias de rivalidades empresariales. Fue el caso de los grupos Reforma y Proceso.

En síntesis, el acuerdo incluye el compromiso de los firmantes a tomar postura en contra de la delincuencia organizada ; no jugar el rol de voceros de la delincuencia; dimensionar la información; atribuir responsabilidades, acusar hechos fuera de la ley y dentro de la ley; no prejuzgar culpables; cuidar a las víctimas y a los menores de edad; alentar la participación y la denuncia ciudadana; proteger y solidarizarse con periodistas, y no interferir en el combate a la delincuencia.

Si no se cuenta con intereses comerciales, es difícil no estar de acuerdo con el acuerdo. Por vez primera desde que arreció el combate contra el crimen organizado, se hace un pronunciamiento claro respecto a quiénes son los buenos y quiénes, los malos. Varios puntos del acuerdo subrayan esto, incluyendo una postura clara en contra de la violencia organizada, y detener la difusión de sus mensajes, por ejemplo, dejando de publicar fotos de narcomantas, mensajes en cadáveres, etc.

Algunos puntos se ven difíciles de cumplir, en el diario devenir de la práctica profesional. Por ejemplo, el punto de no interferir en el combate a la delincuencia. Si con frecuencia el Gobierno prejuzga culpables, no se ve cómo se informe de la captura de los presuntos responsables de algún ilícito sin prejuzgar. Tampoco se ve cómo se pueda cubrir muchas noticias sin interferir en el combate a la delincuencia . La pregunta que sigue es ¿quién decidirá qué significa dimensionar apropiadamente la información? Si el editor o el Gobierno, con los peligros que eso implica.

Por cierto no lo definirán las audiencias, grandes ausentes del acuerdo. La protección de los periodistas no es asunto menor. Como lo ha reconocido la Fundación Knight, México es probablemente el país más inseguro del mundo para la práctica del periodismo.

Pero darle más espacio a las audiencias no sobraba. No parece posible abordar el tema del interés público sin el reconocimiento de los públicos. De hecho, medio se ha reconocido este interés cuando se habla de proteger los derechos de las víctimas, sobre todo cuando son menores de edad, asunto que de hecho ha estado en la normatividad por décadas, pero para qué molestarse.

Publicidad

No ha habido en el acuerdo una mínima autocrítica al rol que actualmente desempeñan los medios, respecto a la relación entre los medios y la sociedad, y los efectos sociales de tener algún tipo de realidad sesgada.

En medio de la crisis de inseguridad, la ciudadanía se ha visto presa del sensacionalismo de los medios.

Una cosa es que sea cierto que no son los medios los responsables de la violencia, y otra cosa es que, ante la aparición de un cadáver, Televisa Monterrey corte la transmisión de toda una mañana para ver si ya llega el Ministerio Público, si ya llega la policía, y de tomar 40 minutos de tomas del cuerpo, del rostro y sus credenciales, como lo muestran diversos análisis de contenido realizados por el Centro de Investigación en Medios de Comunicación del Tecnológico de Monterrey.     

El tratamiento de espectacularización a las noticias sobre criminalidad tiene un efecto largamente mostrado en la literatura y comprobado en México. El efecto es el miedo que paraliza la actividad cotidiana. La gente expuesta repetidamente a mensajes amarillistas sobre violencia tiene la impresión de que la realidad es apabullantemente violenta, y en el extremo, deja de salir a la calle. Esto tiene relación con la cercanía al delito, pero los medios juegan un rol decisivo en la formación del miedo que paraliza, y las consecuencias económicas de ese miedo.

Hay cuatro niveles conocidos en el miedo, nivel de las percepciones, nivel cognitivo, nivel actitudinal y nivel del comportamiento. Es decir, de mi percepción de que la realidad es violenta, al hecho de no salir "más que a lo necesario" porque el miedo ha conseguido paralizarme.

En el Distrito Federal, el efecto es sobre todo actitudinal. Carlos Vilalta, investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), ha mostrado que ser víctima del delito paraliza más, pero que la exposición a los noticieros tiene un efecto aproximado del 50% en el cambio de rutinas debido al miedo a ser víctima del crimen.

En Tamaulipas, unos estudiantes de la maestría en comunicación de la Universidad Autónoma de Tamaulipas observaron a jóvenes en una de tres condiciones experimentales, a) una Proxy de redes sociales usando un video y una cadena de rumor, b) víctimas o familiares de víctimas del delito, y c) ningún tipo de estímulo.

Los resultados mostraron que las víctimas tienden más que cualquier otro grupo a mostrar mayor victimización, pero la exposición al video indujo resultados altos y cercanos a ser víctimas de delito, sobre todo en comparación del grupo sin estímulo, que no mostró miedo a ser víctimas del crimen.   

Se trata de un experimento de laboratorio, pero que muestra bien el potencial paralizador de la televisión, cuyo comportamiento frente al delito ha sido de amarillista, lo que le sigue.

Sin públicos, no hay interés público, y todo se reduce al clásico intercambio epistolar con el poder, en versión moderna.

*Investigador de Centro de Estudios Espinosa Yglesias.

Newsletter

Únete a nuestra comunidad. Te mandaremos una selección de nuestras historias.

Publicidad

Publicidad