OPINIÓN: Las mujeres en la Casa Blanca de Obama: sexismo y avances
Nota del Editor: Stephanie Coontz enseña Estudios sobre la Familia en The Evergreen State College, en Olympia, Washington, y copreside el Consejo sobre las Familias Contemporáneas. Su libro más reciente es A Strange Stirring: The Feminine Mystique and American Women at the Dawn of the 1960s (BasicBooks) (Un movimiento extraño: La mística femenina y las mujeres estadounidenses en el amanecer de los años 60)
En 1971 estaba presente mientras dos altos líderes de dos organizaciones políticas se reunieron para negociar acciones comunes que podrían llevar a cabo, a pesar de sus diferencias.
Uno era una mujer. Una y otra vez planteó propuestas ignoradas por ambas partes. Cuando alguien del otro grupo expresó su acuerdo con una de las sugerencias que ella hizo, esperó unos minutos y refirió a un colega hombres, como si la propuesta hubiera sido suya.
"Como dijiste, Jerry", o "ése es probablemente el camino a seguir, Sam".
Nadie del grupo de la mujer corrigió la falsa atribución, aunque rieron del asunto después.
Como ella literalmente me explicó: "Él no podía reconocer que algo de lo que dijéramos fuera correcto si también tenía que reconocer que había venido de una mujer".
¿Hasta dónde hemos llegado en 40 años?
Según un nuevo libro sobre el gobierno de Barack Obama, muchos de los asesores del presidente inicialmente mostraron un desprecio similar hacia las mujeres.
Los dos primeros años, asistentes femeninas de altos funcionarios se quejaban de que sus colegas hombres las ignoraban, excluyéndolas de reuniones clave sobre políticas, descartando sus opiniones y limitando su acceso al presidente.
Queda claro, sin embargo, que hemos recorrido un largo camino.
Cuando se le comentó sobre las preocupaciones de las mujeres, el presidente Obama convocó a una cena con el personal femenino y tomó medidas para hacer el ambiente más inclusivo y conferirles poder.
EU tiene ahora tiene tres mujeres en la Corte Suprema y todas superaron al menos a uno de sus colegas masculinos.
También hay una secretaria de Estado (Hilary Clinton), quien por lo que todos cuentan no se deja superar por cualquiera, sea hombre o mujer.
Hacer una evaluación del alcance e impacto de los estereotipos de género es más complejo hoy de lo que era en la década de 1960.
Entonces, las leyes de propiedad denominadas head and master (cabeza y amo) daban a los hombres de la casa la última palabra en la mayoría de las decisiones familiares.
Cuotas limitaban el número de mujeres que podrían ser aceptadas en las escuelas de leyes y odontología.
Los anuncios de empleo excluían a las mujeres incluso de solicitar puestos de los trabajos más desafiantes y mejor pagados.
Y, por supuesto, hombres y mujeres en los mismos trabajos eran tratados de manera diferente, tanto en salarios como en ascensos.
Actualmente, las mujeres terminan más posgrados que los hombres, y se han acercado incluso en el doctorado.
Hoy, la educación triunfa sobre el género en determinar salarios, con el resultado de que en la mayoría de las regiones metropolitanas las mujeres en edades entre 20 y 29 años tienden a ganar más que los hombres ubicados en el mismo grupo de edad a causa de sus mayores logros educativos.
En contraste, en 1970, una mujer graduada de la universidad que trabajaba tiempo completo durante todo el año ganaba menos que un hombre blanco con estudios de preparatoria.
Como descubrió el personal de altos funcionarios del presidente Obama, los estereotipos de género todavía animan a los hombres a dominar y a las mujeres a deferir, perpetuando la categoría de segunda clase para las mujeres en la mano de obra.
Sin embargo, estos mismos estereotipos también pueden castigar a los hombres en formas que no eran evidentes en el pasado, cuando los privilegios masculinos tenían mucho más respaldos legales y administrativos.
La mística de la masculinidad, por ejemplo, alienta a muchos hombres a ver el estudio como "una cosa de chicas".
También lleva a muchos a buscar trabajo en el inestable sector temporal de la construcción, o en otros puestos de trabajo "masculinos", muchos de los cuales se concentran en industrias en declive, en lugar de prepararse para puestos “tradicionalmente femeninos” en el sector del cuidado de la salud, cuidado de los niños, enseñanza y trabajo social.
Hombres "varoniles" molestan a otros congéneres que muestran interés en esos empleos, acusándolos de actuar de manera gay o de ser nenas.
Y cuando los hombres desafían estos estereotipos para buscar tales trabajos, a menudo enfrentan la discriminación de género de los empleadores que creen que un hombre no puede ser tan buena niñera o asistente como una mujer.
Pero en la cima de la pirámide educativa, económica y política —en lo que tradicionalmente han sido trabajos "para los hombres"— los estereotipos de género siguen castigando a las mujeres.
Catalyst, una organización formada en 1962 para ayudar a las mujeres a ingresar al mundo laboral, tituló su informe 2007 sobre las actitudes hacia las mujeres de más de 1,200 altos ejecutivos en los Estados Unidos y Europa Malo si lo haces, malo si no lo haces.
Según este reporte, cuando las mujeres "actúan asertivamente, enfocadas en las tareas de trabajo, mostrando ambición", o cuando se involucran en otros comportamientos que reciben altas alabanzas cuando son hechos por los hombres, son percibidas como "demasiado rudas" y "poco femeninas".
Pero cuando las mujeres ponen atención en construir relaciones y en expresar "preocupaciones por las perspectivas de otras personas" son consideradas menos competentes que los hombres.
En la industria de las noticias por televisión, dos tercios de los productores de programas de noticias (y solo el 20% de los directores de noticias) son mujeres.
Los hombres componen más de tres cuartos de los trabajadores que perciben más de 100,000 dólares al año, y sólo 2% de las 200 empresas de Fortune son dirigidas por mujeres.
Parte de este patrón puede derivarse de la educación de las mujeres de no querer ir demasiado lejos.
Es cuatro veces menos probable, respecto de los hombres, que las mujeres jóvenes negocien su primer salario, y los economistas estiman que esta falta de voluntad para valorarse como trabajadoras les cuesta a las mujeres unos 500,000 dólares en ingresos cuando llegan a los 60 años de edad.
Sin embargo, parte del problema es que el valor de las mujeres es constantemente subvaluado por los demás.
En marzo de 2010, un estudio de la Asociación Estadounidense de la Mujeres Universitarias halló que entre los solicitantes de un posdoctorado, las mujeres tenían que publicar tres artículos más en las revistas más prestigiosas, o 20 más en revistas no tan reconocidas, para ser consideradas tan productivas como sus contrapartes masculinas.
Y sigue siendo verdad que muchos hombres todavía son educados para ir más lejos, y literalmente no pueden escuchar a las mujeres que solicitan lo que ellos desean.
Un director sensato —en una escuela, empresa o nación— debe ayudarle a su equipo a aprender a respetar todos los estilos de presentación y escuchar todas las visiones, como por lo visto hizo Obama cuando se presentó el caso.