OPINIÓN: La muerte lenta de la reforma política
Nota del editor: El autor es profesor-investigador de la División de Estudios Políticos del CIDE y Doctor en Economía por George Mason University. Sus trabajos recientes han aparecido en la revistas Public Choice, Política y Gobierno, así como en los volúmenes Policymaking in Latin America y Debatiendo la Reforma Política. Su twitter es @javieraparicio
(CNNMéxico) — Cada vez resulta más evidente que la discusión en torno a la reforma política tiene que ver más con un enfrentamiento entre el ex-gobernador Enrique Peña Nieto y el senador Manlio Fabio Beltrones, que con una discusión seria sobre el diseño constitucional deseable para nuestra democracia. Es por ello que la reforma política llegará hasta donde un senador del PRI logre impulsarla frente a un ex gobernador de su mismo partido, lo cual al parecer no será muy lejos. Veamos por qué.
La minuta aprobada por el Senado a finales de abril pasado pudo haber sido discutida en un período extraordinario durante el verano. Pero los diputados del PRI decidieron no llevarlo a cabo, retrasando así no sólo el tema de reforma política sino muchos otros como la reforma laboral y la ley de seguridad nacional .
Los diputados no tienen prisa alguna: hace casi un año debieron nombrar a tres consejeros del IFE, y aún no sabemos cuándo lo harán. El proceso electoral comienza oficialmente este viernes 7 de octubre, por lo que cualquier aspecto electoral de la reforma política entraría en vigor hasta 2015. Y si va a ser hasta 2015, ¿por qué no mejor esperar a que pasen las elecciones presidenciales? Por otro lado, el Presupuesto de Egresos debe estar listo a mediados de noviembre y ocupará el escaso tiempo de los diputados. A diferencia de la reforma política, el presupuesto es muy importante e impostergable tanto para gobernadores ansiosos de apoyar las campañas de “sus candidatos” como para los legisladores que perderán su empleo en el 2012.
Las precampañas inician oficialmente la tercera semana de diciembre. Ese sería un muy buen momento para que Beltrones confrontara a Peña Nieto en materia de reforma política y otros temas que han sido bloqueados por él en San Lázaro. Pero también será un buen momento para que el exgobernador nos recuerde cuánto respeto tiene por el trabajo del legislativo. Después iniciarán las campañas generales y todos los candidatos nos recordarán que los votantes quieren resultados concretos en economía y seguridad, y no planes grandilocuentes de ingeniería constitucional.
El aspecto fundamental de la minuta del Senado, y que produce mayor controversia dentro del mismo PRI, consiste en permitir la reelección de legisladores y alcaldes . El 28 de septiembre pasado, el tema de la reelección fue rechazado en la comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados pero bien puede reaparecer en otras comisiones o cuando llegue al pleno, si acaso llega.
En días recientes los dos aspirantes priistas a la Presidencia de la República fijaron posturas en torno a diversos temas de la agenda nacional, incluyendo la reforma política (Reforma, 2-oct-2011). Beltrones ha apoyado la reelección desde las discusiones de la reforma del estado al inicio del sexenio. Peña Nieto se opone a la reelección con el argumento de que permitiría que “poderes económicos pudieran hacerse de una mayor ascendencia sobre los diputados en contraparte de los partidos políticos.” El argumento es falso y hay que decirlo. Hoy por hoy los diputados responden a cúpulas partidistas y/o sus respectivos gobernadores, quienes les ayudaron a conseguir la candidatura y, sobre todo, les ayudarán a conseguir un cargo futuro al dejar el Congreso. Peña Nieto se equivoca al afirmar que la reelección fortalece a los grupos de interés: es más fácil comprar el voto de un diputado que no puede reelegirse al de uno que sí. Hoy por hoy los diputados responden a un grupo de interés en particular: los líderes partidistas.
La reelección permitiría que los legisladores respondieran en mayor medida al electorado y menos a sus patrocinadores. La reelección fortalecería al ciudadano frente a su legislador, al legislador frente a su líder de partido y, a su vez, al Congreso frente al Ejecutivo. En la medida que la reelección legislativa descentraliza el poder, quienes se oponen a ella buscan mantenerlo bajo su control.
Beltrones cree que vale la pena permitir que los votantes decidan quién merece permanecer en el cargo y quién no. Peña Nieto cree que sólo los líderes de partido pueden decidir qué candidatos pueden aparecer en las boletas electorales presentes y futuras. El Senador Beltrones opina que hay que promover la formación de coaliciones multipartidistas y que los mecanismos para construir mayorías artificiales como la cláusula de gobernabilidad son una regresión. Peña Nieto opina que hace falta eliminar el tope de sobrerrepresentación vigente pero sin fortalecer la rendición de cuentas frente al electorado.
¿Cómo estarán las cosas en nuestro sistema político cuando la reforma política depende de un conflicto al interior de un solo partido y no de un conflicto entre partidos? ¿Cómo estarán las cosas en el llamado nuevo PRI cuando el líder del Senado tiene una agenda más progresista que un joven exgobernador? ¿Es tan difícil creer que muchos legisladores y alcaldes no quisieran ser reelectos? ¿A quién no le gusta contar con un contrato laboral renovable? En muchos sentidos, la reforma política, y sobre todo la reelección, implica una rebelión de la militancia y los cuadros políticos de menor jerarquía frente a sus propios líderes partidistas. Por desgracia muy pocos políticos tienen incentivos para hacerlo—y eso es una tragedia para la ciudadanía. Pero esperar mejores políticos y mejores políticas públicas sin cambiar las reglas del juego es una tontería.
Las opiniones expresadas son exclusivas de Javier Aparicio