OPINIÓN: ¿Puede Obama acercar posturas con el futuro líder de China?
Nota del Editor: Fei-Ling Wang es profesor de asuntos internacionales en el Instituto de Tecnología de Georgia.
(CNN) — Xi Jinping, vicepresidente de la República Popular de China y quien podría ser presidente de ese país en el futuro próximo, visita Washington esta semana.
A tan sólo unos meses de asumir el cargo de mayor importancia en Beijing, probablemente Xi será muy cuidadoso con lo que dice y a quién se lo dice, se apegará al guión y evitará preguntas incómodas. Sin embargo, el presidente Barack Obama deberá empezar conversaciones francas con él acerca de los temas delicados que definen el vínculo Estados Unidos-China, la relación bilateral más importante y compleja del mundo.
Desde hace algún tiempo, la relación ha sido tensa. Beijing ve con recelo la manera en la que crece la presencia militar de EU a sus alrededores y el reajuste regional motivado por el miedo al creciente poder de China. Los líderes de China todavía son atormentados por los ideales estadounidenses de democracia que han inspirado la disidencia política en el pasado. Asimismo, Washington está cansado de las ambiciones e intenciones de China. El crecimiento de la fuerza naval china y su reciente veto a la resolución sobre Siria en el Consejo de Seguridad de la ONU, son señales que incluso han sido interpretadas como un desafío directo. Hay quienes especulan que pronto tomará forma una verdadera rivalidad entre ambas naciones.
Hay muchas cosas que Obama puede discutir con Xi: ¿Está China realmente interesada en sacar a Estados Unidos del mar del sur de China? ¿Ayudará China a desnuclearizar a Irán y a Norcorea? ¿Cuándo cumplirá a cabalidad con sus obligaciones para con la Organización Mundial de Comercio? y ¿Cómo podrán China y los Estados Unidos trabajar de manera conjunta en contra del terrorismo, el crimen cibernético o las violaciones a los derechos humanos?
Nuestra relación amor-odio con China
Nadie espera que estos temas pendientes entre China y EU sean resueltos durante el encuentro. Tal vez es más importante que Obama y Xi intenten conocerse a nivel personal. Como nadie sabe lo que Xi tiene planeado para China y su futuro, una buena manera de aprovechar la cita sería que ambos pudieran dar forma a una relación de confianza y colaboración mutua.
Para tener una referencia clara sobre Xi, debemos echar un vistazo a su pasado. A pesar de haber nacido en una situación privilegiada, tuvo que vivir un tiempo en uno de los barrios más pobres de China cuando su padre, un alto oficial del gobierno, fue arrestado y encarcelado durante la Revolución Cultural. Después de que su padre fuera liberado, Xi escaló peldaños rápidamente en el Partido Comunista.
No se puede decir que Xi sea claramente radical o tímido, pero lo que sí aparenta es ser prudente y reservado. Ha trabajado duro para dar más realce a su currículum político y entonces tener posibilidades reales de ser parte de una dinámica meritocrática para acceder al juego de poder del que buscan ser parte muchos chinos de su edad que tienen grandes ambiciones. Ser parte de la Nobleza Roja le permite ser sujeto de confianza por parte de los personajes de mayor peso en el Partido Comunista. En una autocracia no hereditaria, esa confianza juega un papel determinante.
Para quienes forman parte de las altas esferas del poder, y desean que continúe el actual sistema político chino pero temen un cambio en China al estilo Gorbachov, a Xi, de 58 años, se le considera el relevo natural del presidente Hu Jintao para cuando este termine su segundo mandato en el otoño próximo. A diferencia de sus predecesores -quienes fueron elegidos por Deng Xiaoping-, Xi está listo para brindar más legitimidad y confianza al cargo. Su periodo de transición a la presidencia, de forma pacífica y ordenada, significará una nueva página en la historia del país.
Deberá hacer frente a un mundo que cambia rápidamente y especialmente a una China que avanza a un ritmo todavía mayor. Después de 30 años de un desarrollo impresionante, la China actual es mucho más diversa y descentralizada. Ampararse en el antiguo control del estado autoritario es cada vez más difícil y costoso, al tiempo que aumentan las tensiones sociales y las desigualdades económicas. Xi presidirá la segunda economía mundial más grande en una época en la que China parece haber perdido la oportunidad de corregir el rumbo de su economía o bien, de aguardar un aterrizaje forzoso a principios de 2013. Mientras China es segura y próspera, su gobierno lucha todavía con su prejuicio de estar siembre bajo la lupa. Defender su status quo será un gran desafío.
Existen hechos que vuelven intrigante a Xi. Abiertamente ha criticado posturas de Estados Unidos y sus aliados, pero tal y como hacen muchos de los hombres ricos y poderosos de China, inscribe a su única hija en la prestigiada Universidad de Harvard. Inteligente y práctico, Xi suele no alejarse de la línea trazada por el partido, pero hace poco tiempo, en la Ciudad de México, atacó a quienes señalan las violaciones a los derechos humanos cometidas en China, diciendo que son gente aburrida que no tiene nada mejor que hacer.
El mundo observará de cerca a Xi para supervisar cómo gobernará China y de qué forma manejará la relación con Estados Unidos. Esperemos que esté abierto a establecer un vínculo con América que puede ser mutuamente benéfico en los años venideros.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Fei-Ling Wang.