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OPINIÓN: La forma y el fondo de lo que deja el Movimiento #YoSoy132

Lo importante, lo que deja #YoSoy132 como lección, es su reclamo por un México mejor, más justo y menos desigual
mié 27 junio 2012 06:36 PM

Nota del editor: Manuel Alejandro Guerrero es Director del Departamento de Comunicación de la Universidad Iberoamericana (UIA) campus Santa Fe.

(CNNMéxico) — Desde su conformación, el movimiento #YoSoy132 ha sido un tema recurrente en los medios. Sin embargo, desde mi punto de vista, en las últimas semanas predomina un tono que, lejos de ser crítico y reflexivo, borda entre la descalificación y el paternalismo.

Muchas opiniones en los medios —por fortuna, no todas— no han resistido la tentación de señalar lo que los jóvenes deberían hacer y no hacer con su movimiento. Me da la impresión que, en gran medida, estas posiciones provienen de una lectura meramente circunstancial de #YoSoy132 dentro del contexto electoral. No quiero ser malinterpretado: el movimiento sí es producto de esta coyuntura electoral, pero solo en parte, pues también es resultado de cambios mucho más profundos en nuestra sociedad que merecen otra explicación.

Si continuamos observando el movimiento como un producto de la mera circunstancia electoral, desde luego que no podremos obviar la dificultad de los muchachos para lograr acuerdos concretos entre todos los participantes en sesiones de discusión interminables, el enorme riesgo que han corrido de ser infiltrados por los intereses de todos los partidos, el costo de que en sus manifestaciones se les sumen otros grupos con intereses distintos, o las dudas razonables sobre su supervivencia poselectoral. Pero #YoSoy132 nos deja más que esto, aún si desapareciera el 2 de julio. Propongo analizarlo desde dos aspectos: la forma y el fondo.

La forma: la interactividad

Contra la idea del determinismo tecnológico, Manuel Castells —en su libro Communication Power, de la Oxford University Pres, 2009— señala que lo importante no es solo la disponibilidad de la tecnología, sino la capacidad de los individuos para utilizarla, de reconfigurar sus vínculos e identidades a través de ella, y de redefinir así las formas de movilización política y social. Con base en esto, es posible comprender que frente a un aparente desinterés de los jóvenes por la política —desde mi punto de vista no solo en México sino también en Europa, Canadá o Estados Unidos—, lo que ha crecido en los últimos años es la demanda juvenil no solo por el consumo de gadgets tecnológicos, sino la exigencia de que ese consumo se enmarque en una relación cliente-proveedor definida por la interactividad. Y aquí está la clave: la búsqueda por satisfacer necesidades de una forma cada vez más ágil mediante el intercambio con el proveedor del servicio o del bien.

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La interactividad explica, me parece, la razón por la que los jóvenes están dispuestos a involucrarse e invertir tiempo, energía y recursos en teleseries, reality show, servicios y consumo de productos multimedia, en los que es posible tener intercambios inmediatos y frecuentes con los proveedores o creadores de contenidos.

Al mismo tiempo, es esta falta de interactividad en la comunicación lo que también explica, en parte, la razón por la que no se involucran, ni invierten su tiempo ni su energía en participar, militar o intercambiar con partidos políticos o candidatos.

En este sentido, no se trata entonces de un mero desinterés de los jóvenes por los asuntos públicos, como bien se muestra en la Encuesta Sociedad Jóvenes en México , realizada por la Ibero, UNESCO y Gabinete de Comunicación Estratégica, presentada en febrero, sino del poco entendimiento que los actores políticos tienen de la lógica comunicativa que hoy emplean los jóvenes y que se basa esencialmente en la interactividad.

El fondo: falta de oportunidades y desigualdad

Además del alejamiento de los jóvenes de los actores políticos por razones comunicativas, desde luego que hay otras razones importantes, como la percepción entre ellos de que partidos y actores políticos no tienen propuestas concretas sobre los temas que les interesan. Y esta percepción se vincula de forma directa con el fondo de la protesta de #YoSoy132.

La protesta nace con la solidaridad estudiantil ante el reclamo de una cobertura mediática que muchos alumnos de la Ibero sintieron desequilibrada y tendenciosa frente a las protestas durante la visita a esta universidad del candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto.

Pero de entrada había algo más estructural: el reclamo frente a un sistema —que el PAN no ha transformado, sino que tan solo ha encabezado por 12 años— que no les ofrece oportunidades de inserción laboral, de fundar sus propios negocios, de seguridad en el futuro.

Al mismo tiempo, ni ellos ni sus familias han sido ajenos a un entorno de bajo crecimiento económico, de enorme corrupción impune, de raquítica inversión educativa, de rápida pérdida de competitividad económica, de ineficacia para disminuir la pobreza, de inseguridad y de más de 60 mil muertos. La protesta en el fondo tiene su origen en la persistencia de un sistema que no ha podido resolver las desigualdades.

Lo que sí nos deja #YoSoy132: dos planos

Habría entonces dos planos para plantear sus logros. En el primero, el de la coyuntura electoral. #YoSoy132 logró sacar de ruta el rumbo que llevaba hasta hace poco la contienda electoral gracias a su capacidad para, a partir de las redes sociales, amplificar su alcance, articularse mejor y obligar a los actores a la interacción. Y esto sí es inédito: lograr que actores y organismos acostumbrados a no responder ante nadie, los volteen a ver, les acepten transmitir el segundo debate en cadena nacional, reaccionen en sus spots ante sus desafíos, los inviten a ser observadores electorales, y tres de cuatro candidatos vayan a su tercer debate. Esto no tiene precedentes.

En el segundo, más de fondo, lo que ha logrado el #YoSoy132 es rescatar para sectores más amplios —en comparación, por ejemplo, con los movimientos de víctimas de la violencia—, la capacidad para indignarse en esta sociedad.

Por ello, a pesar de las insuficiencias logísticas para operar, de la falta de concreción y acuerdos en sus largas mesas de debate o de los posibles errores técnicos a la hora de transmitir el tercer debate en línea, lo importante, lo de fondo que sí nos deja #YoSoy132 como lección, es su reclamo absolutamente legítimo por un México mejor, más justo y menos desigual.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Manuel Alejandro Guerrero.

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