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OPINIÓN: Analizar los ecos del pasado para entender la renuncia del papa

Benedicto XVI podría estar emulando el ejemplo de Celestino, quien renunció por carecer de fuerzas y por la "malignidad de las personas"
mié 13 febrero 2013 09:51 AM

Nota del Editor: David M. Perry es profesor asociado de historia en la Universidad Dominica, en River Forest, Illinois.

(CNN) — El 4 de julio de 2010, el papa Benedicto XVI realizó su segundo viaje a la ciudad devastada por un sismo de L'Aquila, con objeto de venerar las reliquias de su lejano predecesor, el papa San Celestino V, quien murió en 1296.

Pocos predijeron en aquel 2010 que algunos años después, Benedicto XVI y Celestino entrelazarían su historia como los dos papas que se jubilaron, en teoría voluntariamente, debido a su edad.

Aquí está lo que Celestino escribió: "Nosotros, Celestino, papa V, actuando por legítimas razones, es decir, por el bien de la humildad, de una vida mejor y de una conciencia sin manchas, de la debilidad del cuerpo y de la necesidad de conocimiento, la malignidad de las personas, y la dolencia personal, para recuperar la tranquilidad y consuelo de nuestra vida anterior, libre y voluntariamente renunciamos al pontificado".

Compare eso con el comunicado de Benedicto XVI: "En el mundo actual, sujeto a rápidos cambios y sacudido por cuestiones de gran relevancia para la vida de la fe, con el fin de gobernar la barca de San Pedro y proclamar el Evangelio, es necesaria la fuerza tanto del cuerpo como del espíritu, fuerza la cual, en los últimos meses, ha disminuido en mí hasta el punto que he tenido que reconocer mi incapacidad para ejercer adecuadamente el ministerio que me fue confiado. Por esta razón, y con plena consciencia de la responsabilidad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro".

Cuando el papa Benedicto XVI escribió su carta de renuncia, no cabe duda que miró el ejemplo de Celestino, la "bula papal" (carta oficial) de 1296 que afirmó el derecho del papa a renunciar y los cánones legales que siguieron a la codificación de la práctica. Para la Iglesia Católica, esas palabras del siglo XIII siguen siendo relevantes y legalmente válidas.

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Celestino era un hombre interesante, y su vida, su breve papado y su largo legado nos ofrecen algunos ejemplos mientras absorbemos la sorpresa de la renuncia de Benedicto XVI.

El propio Celestino recibió una sorpresa en julio de 1294, cuando un grupo de religiosos y laicos católicos ascendieron a su montaña de retiro y le informaron que el Sacro Colegio de Cardenales lo acababa de elegir unánimemente como nuevo papa. Celestino, cuyo verdadero nombre era Pietro di Murrone, fue un asceta benedictino que pasó la mayor parte de su vida religiosa buscando el aislamiento como ermitaño en Abruzzi, aunque apareció como candidato de consenso cuando los cardenales no pudieron ponerse de acuerdo sobre elegir a alguno de los habituales candidatos.

La elección fue un desastre. El rey Carlos de Anjou (y de Nápoles), el gobernante más poderoso de la época, intentó utilizarlo como peón para ganar legitimidad sobre Sicilia. Celestino creó nuevos cardenales sin el debido proceso, dio el mismo título a varias personas y, en general, parecía tener problemas para decir no. Elegido en julio, a los 79 años, y coronado en agosto, renunció al papado en diciembre.

Diez días después, Benedetto Gaetani, su principal abogado y probable autor de la nueva bula papal que permitía renunciar, se convirtió en el papa Bonifacio VIII. Bonifacio finalmente encarceló al ahora expapa Celestino y lo mantuvo bajo vigilancia hasta que murió, dos años después.

El legado de Celestino, de alguna manera, se hizo aún más interesante que su vida.

Bonifacio pasó el inicio de su pontificado recomponiendo las decisiones tomadas por Celestino e intentado regresar al papado al protagonismo político. Pero a los pocos años de la muerte de Bonifacio, en 1303, el papa Clemente V, su sucesor, trasladó el papado a Aviñón, Francia, se negó a reconocer a Bonifacio y rápidamente comenzó el proceso de canonización para quien pronto se convertiría en San Celestino.

¿Qué tiene que ver esto con Benedicto? ¿Sus palabras de admiración para Celestino y sus dos visitas a la tumba del santo, ermitaño y pontífice expresaban un mensaje secreto de que Benedicto XVI estaba pensando en el retiro? ¿Los paralelismos son más fuertes incluso que el hecho de que Celestino y Benedicto sean dos papas que renunciaron debido a la edad?

Los historiadores ven con bastante escepticismo la afirmación de Celestino de "dolencia personal", y en su lugar se centran en "la maldad de la gente" y en la presión ejercida por quien sería su sucesor como los verdaderos motivos de su renuncia sin precedentes.

Para mí sobresale en la carta de Benedicto XVI el renglón "sacudido por cuestiones de gran relevancia para la vida de fe". ¿Cuáles son estas cuestiones de gran relevancia? Benedicto habló de un mundo sacudido (la versión latina lo aclara), pero, ¿quizá él también fue sacudido durante su periodo en el trono de San Pedro?

Cada lector puede imprimir sus propias especulaciones en la mente del papa en envejecimiento.

¿Está preocupado por las continuas revelaciones devastadoras sobre pedofilia en la Iglesia Católica y por encubrimientos relacionados? ¿Por el escandalo de los "Vatileaks" y por la corrupción que se afirma en el mismo? ¿Cree que la Iglesia Católica necesita un nuevo liderazgo para hacer frente a los retos por venir? ¿O sus inquietudes son más personales? De la misma manera que Celestino, ¿está buscando la "tranquilidad" y un camino discreto hacia sus últimos días?

Dudo que algún día sepamos más de lo que en estos momentos sabemos.

Es probable que el legado del papa Benedicto XVI sea muy polémico en los próximos años. Desde su elección, Benedicto XVI se ha mantenido como el símbolo contra quien centran su ira los descontentos con la dirección de la iglesia. Otros, preocupados por los cambios del Concilio Vaticano II —el consejo reunido en 1962 que transformó muchas prácticas católicas— ven en el actual papa y en sus aliados un intento por restaurar la vieja y tradicional iglesia que a ellos tanto les gusta.

De igual manera, el legado de Celestino en gran medida dependió del ojo del espectador. Los ascetas lo veneraban, al ver en él un verdadero pontífice divino, en contraste con los enemigos del papa que aparecieron después. Petrarca, el gran poeta italiano, tomó una postura neutral, dando a entender que Celestino adoptaba sus verdaderos dones de la contemplación solitaria.

Dante, por otro lado, condenó a Celestino por su cobardía, y escribió, "che fece per viltade il gran rifiuto / Quien por cobardía llevó a cabo el gran rechazo". (Dante, Infierno, Canto II 60).

¿Cómo verán nuestros poetas, profetas y la gente la renuncia del papa Benedicto? Para empezar a responder esa cuestióm, tendremos que ver quién sale de la basílica cuando el humo blanco se eleve sobre la Plaza de San Pedro.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a David M. Perry.

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