OPINIÓN: Con el arresto de Elba, la educación vuelve a manos del Estado
Nota del Editor: Francisco Labastida Ochoa es exsenador del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Se desempeñó como gobernador del estado de Sinaloa de 1987 a 1992, fue Secretario de Gobernación de enero de 1998 a mayo de 1999. Fue el candidato del PRI a la Presidencia de México en la elección federal del año 2000 y aceptó su derrota ante Vicente Fox Quesada.
(CNNMéxico) — La detención y encarcelamiento de la señora Elba Esther Gordillo es, sin duda, uno de los acontecimientos de mayor relevancia en el país, durante décadas.
Esa es mi percepción.
Su captura es muy importante porque está enmarcada en el firme propósito de mejorar la educación en México, vía r eformas a la Constitución y después a leyes secundarias.
Una mejor educación es el camino más seguro para un mejor futuro para el país.
Es muy importante, porque a diferencia de cuando la señora Elba Esther fue impuesta como líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) , que se acompañó de la "federalización educativa", se le dio mucho más poder al Sindicato para manejar la educación.
Se le dio la facultad de negociar, cada año, las prestaciones con la Federación y los Estados, impactando en las finanzas públicas de los dos niveles de Gobierno, sin mejorar la calidad educativa.
Se le dio más poder, también, cuando le permitieron que los planes y programas de estudio fueron autorizados por ellos.
Se les concedió incluso más poder cuando tuvieron la facultad de decidir el lugar de trabajo y los salarios de los maestros, enviando a los disidentes del Sindicato a la sierra, a pequeños pueblos, sin tener derechos a ascensos.
Hoy se hace exactamente lo contrario: me parece que a partir de esta acción, la política educativa vuelve a las manos del Estado. Ya no estará más en poder del Sindicato.
Las decisiones ahora, me parece, las tomará la Secretaría de Educación Pública (SEP), y no el Sindicato.
La detención de Elba Esther Gordillo, insisto, es muy importante, y con esto termino, porque se acaba con una supuesta corrupción, por todos sabida, de una manera, desde mi punto de vista, jurídicamente pulcra y justa.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Francisco Labastida Ochoa.