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OPINIÓN: Abusos y violaciones, el lado oscuro de las redes sociales

El ciberacoso puede tener secuelas mortales entre los adolescentes que la padecen
lun 22 abril 2013 09:48 AM
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Nota del editor: Rebecca Campbell es profesora de psicología en la Universidad Estatal de Michigan.

(CNN) — Audrie Pott, de quince años, se emborrachó en una fiesta y perdió el conocimiento. Lo que sucedió después, según su familia, es que fue agredida sexualmente por varios jóvenes, quienes tomaron fotos y las distribuyeron en su escuela preparatoria, de más de 1,000 estudiantes. No mucho después, Audrie, devastada y sin esperanza, se suicidó.

En Canadá, Rehtaeh Parsons, entonces de 15 años, fue agredida sexualmente por varias personas, según su familia, y las fotografías también fueron publicadas en línea para que el mundo las viera. Estuvo atormentada y atemorizada durante más de un año sin que se emprendieran acciones legales por parte de las autoridades, quienes declararon que no había pruebas suficientes para presentar cargos. Rehtaeh también se suicidó.

¿Por qué sucedieron estas tragedias?

La tasa de agresiones sexuales es alarmantemente alta entre los adolescentes. Una investigación de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades y del Instituto Nacional de Justicia indican que entre el 30% y el 35% de las mujeres sobrevivientes a las agresiones sexuales fueron violadas entre los 11 y 17 años. Muchos de estas agresiones se dan cuando las víctimas están bajo la influencia del alcohol, y un sorprendente número de violaciones a adolescentes involucra a varios agresores. Un estudio reciente halló que el 12.4% de las agresiones sexuales cometidas contra adolescentes de entre 13 y 17 años fueron violaciones en grupo.

La violación es un delito de poder y dominación, y las redes sociales ofrecen nuevas formas de reafirmar ese poder para hacer daño a las víctimas una y otra vez. La violación en grupo adquiere un nuevo significado cuando las imágenes y los insultos son publicados y reenviados y diseminados hasta el infinito. Las agresiones sexuales a adolescentes son particularmente propensas a altamente reproducirse (más que los casos de violaciones a adultos) debido a la cultura que prevalece en la secundaria y la preparatoria: "todos saben todo de todos". La ubicuidad de los teléfonos celulares con cámaras y el poder de la red dan lugar a que los chismes y las ofensas sean de mayor alcance, que se acabe más rápido la reputación y, finalmente, la desesperación de la víctima.

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Lo que antes era un terrible incidente que la víctima recuerda y padece en agonía privada ahora se ha convertido en un hecho de humillación pública que todos pueden observar.

Existe mucha evidencia de que el delito de acoso se ha expandido, aunque el de violación siempre ha estado vigente. Vivimos en una cultura en la que las víctimas son culpadas por la agresión y se les hace sentir como si ellas fueran criminales y sucias y vergonzosas. Muchas víctimas de violación tienen miedo de denunciar la agresión a la policía porque creen que el sistema penal no las ayudará. Y están en lo correcto

Un estudio reciente realizado por el Instituto Nacional de Justicia encontró que entre las víctimas adolescentes de agresión sexual que tuvieron el valor de ir al sistema —presentaron un informe ante la policía, se reunieron con los investigadores, soportaron un examen médico forense y una toma de muestras de las huellas de la violación—, 60% de los casos no fueron procesados por el sistema de justicia penal. Estas tasas son aún peores para las víctimas mayores de edad: en promedio, el 86% de las agresiones sexuales que se denuncian a la policía nunca pasan a los fiscales ni siquiera para ser consideradas para un proceso de juicio. Es un 86% que va a ninguna parte.

Los casos no fueron remitidos a los fiscales debido a que la policía dijo que no había "pruebas suficientes", o porque pensaban que la víctima estaba "presentando una denuncia falsa", o porque la víctima "no era de confiar", a pesar del hecho de que todos estas víctimas había sido sometidas a un examen médico forense de agresión sexual y a una recolección forense de evidencias ("toma de muestras de las huellas de la violación"). A estos casos se les dio carpetazo sin investigación alguna, o con un mínimo esfuerzo de investigación. Un informe reciente de Human Rights Watch señala que esta es una alarmante práctica común.

Cuando el sistema de justicia penal no escucha, no investiga, no parece importarle, el sistema envía un mensaje a los violadores: no tendrán que rendir cuentas por sus delitos.

Quizá no sea sorprendente que varios estudios hayan encontrado que la mayoría de los violadores son violadores seriales. Para las víctimas, esta inacción envía un mensaje: su sufrimiento no es de nuestra inquietud. Ustedes no interesan.

El caso Rehtaeh fue a ninguna parte. Solo hasta ahora, después de su muerte, será reabierto.

¿Cómo se puede cambiar esto?

Uno, reformar el sistema de justicia penal. Capacitar al personal jurídico para mejores prácticas en la investigación y persecución de estos delitos. Estimular a las dependencias judiciales para empezar a partir de creerle a la víctima e investigar, no dejar archivados estos crímenes. Exigir que la policía observe estas imágenes en las redes sociales como lo que son: no como capturas pornográficas, sino como pruebas de un delito.

Dos, debemos llevar a los sobrevivientes a asesorías que puedan ayudarles. La desesperación que experimentan las víctimas puede consumirlos muy rápido y destruir sus vidas. La Ley Federal de Violencia contra las Mujeres y la Ley de Víctimas de Delitos otorgan financiación a todos los estados y territorios para las líneas telefónicas directas de crisis por violación, asesorías ante casos de crisis y programas de defensa de las víctimas. Estos servicios se proporcionan de manera gratuita. Amigos, familiares, profesores, todos, pueden ayudarle a los sobrevivientes a que se enteren que la ayuda está disponible.

Y por último, se debe hacer más para prevenir el ciberacoso. Lo verdaderamente importante y lo que no hay que perder de vista es que la mayoría de los adolescentes no cometen agresiones sexuales y la mayoría de ellos no acosa. Tenemos que apoyar y empoderar a estos jóvenes a expresarse y a intervenir con sus iguales.

Para chicas como Audrie Potts, Rehtaeh Parsons e incontables más, su agonía se había convertido en demasiado, y la única solución que vieron fue el suicidio. Nunca más volveremos a escuchar sus palabras, sus historias, sus voces.

Pero nuestras voces pueden seguir escuchándose, y debemos exigir soluciones a este aparentemente intratable problema. A todas las víctimas les debemos justicia y compasión.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Rebecca Campbell.

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