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¿Europa renunció a la austeridad?

Varios países abogan por eludir las reglas del límite de endeudamiento, dice Cyrus Sanati; sin embargo, la medida podría avivar el riesgo de la crisis de deuda soberana, opina el experto.
lun 03 junio 2013 02:22 PM
La austeridad ha provocado que el PIB de Grecia dispare su déficit presupuestario al aplicar recortes masivos en el gasto público. (Foto: Cortesía CNNMoney.com)
austeridad europa (Foto: Cortesía CNNMoney.com)

Las principales economías de Europa no deberían eludir la normativa sobre los techos de deuda de la Unión Europea sólo porque es "muy difícil" o "impopular". Si lo hacen no solo serían hipócritas, ya que anteriormente han insistido en que las severas medidas de austeridad sean observadas por los países miembros de la UE mucho más pequeños y vulnerables, también sería una decisión peligrosa, pues podrían reavivar la crisis de deuda soberana.

Es posible tener crecimiento económico y a la vez implementar políticas de austeridad siempre que se lleven a cabo reformas estructurales significativas, algo que las grandes economías europeas han tardado en reconocer.

El resultado de esta falta de acción en lo tocante a las reformas han sido déficits desproporcionados y crecimiento negativo, una tendencia que seguramente continuará si Bruselas les concede a los países demasiado margen de libertad como lo ha hecho. Promesas incumplidas y metas fiscales irrealistas simplemente no servirán. Aun cuando los mercados le han dado algo de respiro a la Unión Europea tras las repercusiones de Chipre, el barómetro bursátil ha sido caprichoso y cambiante en el pasado. Es mucho mejor asumir las reformas ahora, cuando reina cierta calma en el ambiente, que hacerlo bajo la presión de un mercado descontento.

Han pasado más de tres años desde que la crisis de deuda soberana europea paralizó al continente. Si bien se ha avanzado mucho en la corrección de los desequilibrios fiscales en la periferia de Europa, como en Grecia, Portugal, España e Irlanda, el núcleo del bloque, a saber, Francia, Italia, los Países Bajos y Bélgica, no ha adoptado las severas reformas necesarias para tener un impacto significativo en su desorden fiscal. Mientras que la periferia tuvo una montaña más grande que escalar en materia de reformas laborales, tributarias y del sistema de pensiones, ha llegado el momento para que los países centrales sigan esa misma ruta y ajusten sus políticas fiscales para que concuerden con su producción económica.

Desde la creación del euro, los países miembros han tenido que cumplir con una serie de medidas fiscales para garantizar la solidez y estabilidad de la moneda única. La medida más importante fue el llamado "Pacto de Estabilidad y Crecimiento", que estipulaba, entre otras cosas, que una nación no podía tener un déficit presupuestario superior al 3% de su PIB en un año determinado. Si una nación incumplía esa regla habría consecuencias, que van desde sanciones hasta la expulsión de la comunidad monetaria. Pero en la década anterior a la crisis de la deuda soberana, Bruselas no aplicó seriamente esta regla clave. Como resultado, casi todos los Estados de la UE, incluidos los supuestamente prudentes, como Alemania, incurrieron consistentemente en déficits superiores a la norma del 3%. Esto produjo a la larga una zona euro desequilibrada y endeudada.

El umbral de 3% parece un tope arbitrario, que algunos creen que debe ser visto más como una meta y  no tanto como un umbral. Pero teniendo en cuenta los problemas de los últimos años, esa línea se ha convertido en un símbolo de la verdadera solvencia de una nación a ojos de los mercados y los inversores de deuda soberana.

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No es de extrañar que las naciones que constantemente violaron el límite del 3% sean las mismas que han enfrentado la ira de los vigilantes del mercado de bonos. Grecia, por ejemplo, nunca tuvo un déficit por debajo del 3%. Sus déficits presupuestarios en la década desde que se unió al euro han oscilado entre el 4.5% en 2001 (el primer año de su adhesión) hasta un máximo de 16% en 2009 (año en que comenzó a colapsar). Irlanda al parecer ganó el dudoso premio de la que más rebasó el límite; registraba un déficit presupuestario de 31% de su PIB, más de 10 veces la marca del umbral, cuando el Gobierno decidió asumir las deudas incobrables de sus bancos para evitar un colapso económico total.

Sin duda, la periferia de Europa tiene un largo camino por recorrer para sanear su situación fiscal, pero muchos han logrado grandes progresos. Irlanda, por su parte, ha reducido con éxito sus niveles de deuda al 7.6% del PIB en 2012. Pero para otros, como Grecia y Portugal, las duras medidas de austeridad impuestas por sus vecinos más ricos en el corazón de Europa han provocado que su PIB se reduzca a tal grado que han disparado sus déficits presupuestarios incluso después de aplicar recortes masivos en el gasto público. Estas secuelas han suscitado que algunos líderes de la Europa medular digan que la austeridad no es la respuesta que resolverá los problemas de la eurozona. Como resultado, los gobiernos de Francia e Italia han revertido las medidas de austeridad y los aumentos impositivos implementados por anteriores regímenes más prudentes en un esfuerzo por demostrar su teoría.

Las naciones europeas centrales tienen problemas económicos distintos a los de sus vecinos de la periferia, por lo que es comprensible que algunos pugnen por una solución "diferente". Pero la austeridad sigue siendo necesaria en los países centrales, ciertamente no en la medida en que era necesaria para la periférica Grecia, por ejemplo. Los principales problemas del núcleo europeo son cuestiones relativas a las prestaciones de pensiones y jubilación, y las ineficiencias relacionadas con la fiscalidad y el empleo. Pero a menos que consigan controlar su gasto, nunca podrán crear soluciones viables a esos problemas de largo plazo.

Francia, en particular, precisa de una reforma económica total, pero sus líderes se niegan a hacer nada al respecto. Francia tuvo un déficit presupuestario de 4.8% en 2012, muy por encima del umbral del 3%. Pero en lugar de sancionar o forzar a París a cambiar su curso, Bruselas le otorgó esta semana un periodo de gracia de dos años. Como están las cosas actualmente, Francia rebasará nuevamente ese límite del 3% , registrando un déficit presupuestario de 3.9% en 2013 y 4.2% en 2014.

Bruselas ha reprendido a François Hollande, presidente de Francia, por haber revertido los cambios en las leyes de pensiones instituidos por el anterior presidente Nicolás Sarkozy, quien elevó la edad de jubilación de 60 a 62 años. Como resultado, se prevé que Francia tendrá un déficit de pensiones de alrededor de 20,000 millones de euros en 2020. Aunque Hollande dice que su Gobierno presentará reformas al sistema de pensiones a finales de este año, es improbable que proponga algo que baste para atajar esta peligrosa situación de  sobreendeudamiento.

Francia fue una de las naciones amonestadas por Bruselas esta semana por violar las reglas de déficit presupuestario, pero parece ser la única que carece de un plan de acción creíble para que el país recupere el equilibrio económico. Hollande ha intentado justificar su inacción diciendo que la austeridad no funciona. Por desgracia, rezar para que haya crecimiento tampoco funciona.

Francia puede fácilmente mantener la prudencia fiscal si así lo quisiera, pero ha elegido no hacerlo. Todavía tiene uno de los sistemas de protección social y uno de los programas de desempleo más generosos en la Unión Europea, algo que Bruselas subrayó esta semana. Poner al país en línea con las prestaciones que otorgan sus vecinos, que para los estándares de Estados Unidos ya son súper generosos, es una obviedad. Elevar la edad de jubilación y reformar las arcaicas leyes laborales ayudaría a incrementar la competitividad francesa, algo que contribuiría más a impulsar el crecimiento y reducir los déficits que lo que se lograría si la nación revierte las reformas de pensiones o grava a sus ciudadanos más ricos con un 75%.

Bruselas quizá es demasiado débil para hacer cumplir sus propias reglas, pero los mercados no van a tolerar tanta arrogancia indefinidamente. Los gobiernos de Francia y otras naciones europeas centrales que están infringiendo las normas presupuestarias están jugando con fuego. ¿Por qué los inversionistas seguirían poniendo su dinero en gobiernos que están en camino de la insolvencia?

El hecho de que el costo de endeudamiento sea bajo ahora no significa que será así por siempre, el mercado es veleidoso, y como hemos visto, las tasas pueden dispararse de un día para otro. Este escenario fue muy preocupante cuando se registró en Grecia e Irlanda, y si se diera en Italia y Francia los resultados serían catastróficos. Simplemente no existe un fondo de rescate o una imprenta de dinero lo suficientemente grandes para mantener a flote a naciones de la talla de Italia y Francia por mucho tiempo. Pero si los mercados ven que las naciones centrales toman medidas concretas para corregir su mal proceder presupuestario, ello servirá con mucho para reconstruir la confianza, ayudando a evitar una nueva "crisis".

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