OPINIÓN: La medicina moderna volvió complicada a la muerte
Nota del editor: Stephan A. Mayer es director de la Unidad de Cuidados Intensivos del Centro Médico de la Universidad de Columbia y del Hospital Presbiteriano de Nueva York.
(CNN) — La vida es difícil. La muerte solía ser sencilla. Simplemente morías y eso era todo. Ahora, en la era de la medicina de alta tecnología, también la muerte es difícil.
El predicamento en el que se encuentra Nelson Mandela —quien lleva cinco semanas en estado grave y cumplió 95 años el pasado jueves 18 de julio— nos alerta sobre la importante cuestión que tarde o temprano nos afectará a todos. ¿Cómo queremos morir?
Mandela es una de las personas más influyentes sobre la Tierra, pero su situación no tiene nada de singular o especial. Los médicos especializados en el cuidado de los pacientes en terapia intensiva te dirán que cada día miles de personas en todo el mundo pasan por lo mismo. Al final de su vida, muchos se encuentran unidos a un ventilador con una oportunidad ínfima de recuperar aquella noción de las cosas que conocían y amaban.
La sociedad moderna enfrenta una epidemia trágica y silenciosa de ancianos frágiles que sufren innecesariamente una muerte lenta, conectados a las máquinas. Como especialista en cuidados intensivos he visto este proceso muchas veces y puede ser muy doloroso.
¿Cómo terminamos aquí? ¿Por qué la muerte se volvió tan complicada?
La medicina moderna es poderosa, pero tiene dos filos. Es realmente asombroso cómo puede hacer que la gente vuelva del umbral de la muerte. Profesionalmente no hay nada más satisfactorio que un paciente agradecido que regresa a la Unidad de Cuidados Intensivos tras sobrevivir a una experiencia cercana a la muerte. Sin embargo, el soporte de vida agresivo no funciona tan bien para las personas muy ancianas. Los cuidados intensivos prolongados se convierten en un callejón sin salida conforme pasa el tiempo.
Los especialistas saben lo que significa la descripción "crítica pero estable" de la condición de una persona anciana que lleva semanas hospitalizada. Después de varias semanas de tratamiento agresivo, el paciente no puede sobrevivir sin el ventilador.
Cuando esto ocurre, los músculos comienzan a deteriorarse a causa de una condición llamada miopatía del paciente en estado crítico. Parecería que ocurren pocas cosas, pero conforme el cuerpo se debilita inevitablemente, se presenta una serie de complicaciones secundarias como neumonía, delirios y fallas del sistema circulatorio o de los riñones. En la mayoría de los casos, los pacientes deben estar sedados continuamente para minimizar el dolor y el sufrimiento evidentes.
¿Cuándo hay que parar? ¿Cómo detenerse? ¿Quién decide? Estas son las dolorosas cuestiones que la familia debe enfrentar. La fundamental es: ¿cuándo es momento de aceptar que la muerte es ineludible, de brindar comodidad al paciente y permitir que se vaya en paz?
Los médicos solían dudar en retirar el soporte vital o ni siquiera lo tomaban en consideración. En la época de Jack Kevorkian, a mediados de la década de 1990, el director del comité de ética de nuestro hospital —un gran amigo y colega— me dijo que retirar el soporte vital siempre debería ser difícil y me haría sentir incómodo. No estaba de acuerdo, pero no se lo dije.
Afortunadamente, con el paso de los años han cambiado las posturas de la mayoría de los médicos. A diferencia de mi generación, los estudiantes de medicina ahora estudian ética y técnicas paliativas. Cada vez más pacientes tienen manifestaciones de voluntad anticipada y testamentos vitales.
Muchos te dirán que retirar el soporte de vida y ayudar a alguien a "hacer la transición" con comodidad y dignidad es una de las cosas más satisfactorias y útiles que pueden hacer. Pero a pesar de este progreso, persiste una desconexión fundamental. Prevalece la epidemia de soportes artificiales al final de la vida.
La principal razón es una tormenta perfecta creada al combinar el poder de la tecnología médica moderna, nuestro énfasis cultural en la autonomía del paciente y la tendencia innata de los humanos a negar y esconderse de la realidad de la muerte.
La muerte es atemorizante y nos hace sentir incómodos. La cultura moderna nos ha impedido atestiguar la muerte. Perdimos el contacto con el ciclo de la vida. Negamos a la muerte.
También creemos que los pacientes deben decidir y recibir los cuidados que desean. Pero, ¿qué pasa cuando el paciente ya no puede manifestar su voluntad? Los cónyuges, hijos y familiares están obligados a tomar decisiones de vida o muerte para las que nunca se ofrecieron, a veces no están preparados para tomarlas o asumieron ingenuamente que nunca tendrían que hacerlo. Pero no te equivoques: a menos que la muerte sea súbita, un día tendrás que decidir cuándo permitir que un ser querido muera o alguien lo deberá hacer en tu lugar.
La gente a menudo dice: "Sé que mi papá no lo querría así, pero simplemente no puedo hacerlo". Las manifestaciones de voluntad anticipada o los testamentos vitales no implican necesariamente que recibirás los cuidados finales que deseas. Esto se debe a que el retiro del soporte vital depende de tus representantes, que usualmente serán tus seres queridos, cuando entiendan y crean que cruzaste el punto sin retorno. Depende de aceptar la muerte.
Mandela luchó toda su vida por la libertad y el mundo no quiere perderlo . Lo único que podemos esperar es que esté cómodo y reciba la atención necesaria. Cuando llegue el día en que se haya cansado de luchar, será correcto dejarlo libre.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Stephan A. Mayer.