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OPINIÓN: La 'semilla' de la violencia germina en las canchas de la LigaMX

Las autoridades del futbol mexicano no parecen haber dado importancia a los incidentes registrados dentro y fuera de las canchas
jue 06 febrero 2014 10:14 AM
violencia aficionados San Luis Tigres
violencia aficionados San Luis Tigres violencia aficionados San Luis Tigres

Nota del Editor: Miguel Ángel Briseño es periodista especializado en deportes. Es conductor y narrador en TDN (Televisa Deportes Network), TDW y W Radio. Tiene 11 años de trayectoria y previamente laboró en el periódico Reforma. Síguelo en twitter: @MiguelAngelBris

(CNNMéxico) — Las primeras amenazas de agresión que recuerdo en tiempos recientes en el futbol mexicano las vi cuando Omar Bravo llegó al Atlas. Las mantas decían: "Si nos vamos al descenso, ustedes se van al panteón" y "Esta gente no olvida, Omar Bravo".

Después, en el Estadio Omnilife, de las Chivas, ante los malos resultados, otras más: "Se van o mueren", "Se acabó la paciencia" y "Antes de un descenso, el panteón".

Una más en el entrenamiento de Rayados, hacia Lucas Silva: "MTY no es un motel de paso. Aquí se trabaja". Ah, pero no es mensaje de violencia, toleraron algunos.

Y en la Liguilla del Apertura 2013, cuando faltaban segundos para que se concretara la inminente eliminación de Cruz Azul ante Toluca, portazo y La Sangre Azul invadió el terreno para perseguir a los jugadores, quienes alcanzaron a refugiarse en el vestidor.

Un partido de veto, nada más. Porque la violencia es lo de menos, ¿no? Son eventos menores. Y este semestre…

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En San Luis, la barra Libres y Lokos desató una campal en la tribuna y obligó a la gente a invadir el terreno para protegerse y suspender el partido de Copa entre Tigres y San Luis.

Un día después, aficionados de Gallos y Celaya se encontraron afuera del Estadio Miguel Alemán en un enfrentamiento de 15 minutos ante la complacencia policiaca. Tres días después, pedradas de aficionados de Pumas a un autobús con seguidores del Toluca, afuera del estadio de Ciudad Universitaria.

México es el país de 'no pasa nada'… hasta que pasa. ¿Por qué tener que esperar a que haya un muerto que robe todas las primeras planas de los diarios deportivos (y de información general, y hasta de la prensa internacional) para que entonces salga Decio de María —el presidente de la LigaMX— a poner cara de que no nos aguanta —a los medios—, y así anunciar que ya no habrá aficionados visitantes en los estadios o alguna medida por el estilo?

Llevamos así 15 años, aguantando brotes, brotecitos y brotezotes y nadie los detiene.

En 2005, Justino Compeán dijo que las barras eran el cáncer del futbol mexicano, y que había que extirparlo de golpe. Nueve años después seguimos en las mismas, o tal vez un poquito peor.

El fenómeno de la violencia en el futbol me recuerda una película que ya vi, la de la violencia en el país. Y no tendría por qué ser diferente. Misma nación. mismo contexto, misma indiferencia de las autoridades. ¿Por qué esperar distinto desenlace?

Es la cultura del "no le hagas caso, solito se va". Pero se los aseguro, esto no se va a ir con el viento.

No con todos los beneficios que han tenido las barras como reserva y regalo de boletos, custodia especial de la policía en traslados a los estadios, salarios en nómina de los clubes, y en algunos casos, otorgamiento de licencias para explotar la imagen institucional (caso Rebel —una de las porras de los Pumas de la UNAM—).

Yo no tengo nada contra las barras. De hecho me gustan ciertos aspectos del colorido que le imprimen a los estadios. Pero cuando el poder se transfiere sin precaución a particulares en nombre del espectáculo, las consecuencias pueden ser fatales.

En Argentina, las barras van a los entrenamientos a "apretar" a jugadores y técnicos para que metan más porque de lo contrario… *ponga aquí su amenaza preferida*.

Recuerdo a mi abuelo, priista de toda la vida, decir hace 25 años que el narco solo operaba en algunos pueblitos, pero que no era de cuidado porque todo estaba controlado.

Recuerdo a Tomás Boy, DT del Atlas, decir hace un año en una pregunta que yo mismo le hice, que los cartelones de amenaza a Omar Bravo solo eran "un par de mantitas".

Espero que en cinco, tres o un año, las palabras de Boy no me den tanto coraje como el que me da al recordar las de mi abuelo.

Por el bien de todos.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Miguel Ángel Briseño.

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