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¿Por qué China odia ser el número uno?

Pekín ve con aversión la estimación de que será la mayor economía mundial en 2014, dice Minxin Pei; este nombramiento le daría mayores obligaciones internacionales y generaría presión social.
mar 06 mayo 2014 06:02 AM

Pocos países rechazarían el título de la economía más grande del mundo. Puedes contar a China entre ellos.

Sólo Estados Unidos ha disfrutado del inmenso poder y prestigio conferido por esta posición en los últimos 140 años (Estados Unidos superó a Gran Bretaña como la mayor economía del mundo en 1872 y ha ocupado ese lugar desde entonces). Pero la semana pasada, el gobierno chino reaccionó con hostilidad apenas disimulada a un acreditado informe económico que anunció que China superaría a Estados Unidos en 2014 como la economía más grande del mundo en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA).

De acuerdo con el Programa de Comparación Internacional del Banco Mundial, en 2011, la economía china totalizó 13.5 billones de dólares en paridad de poder adquisitivo. Está en vías de crecer 24% entre 2011 y 2014, en comparación con un crecimiento acumulado del 7.6% para Estados Unidos. Por su parte, Estados Unidos registró 15.5 billones de dólares en PPA en 2011.

Se espera que la economía china tenga 16.7 billones de dólares en PPA a finales de este año, una cifra ligeramente más grande que la proyectada de 16.6 billones de dólares para Estados Unidos

Antes del lanzamiento del más reciente informe del Banco Mundial, la estimación de consenso entre los economistas era que China superaría a Estados Unidos como la mayor economía mundial en términos de PPA en 2019.

El hecho de que China haya logrado alcanzar a Estados Unidos cinco años antes se debe principalmente a los efectos de la crisis financiera y la Gran Recesión , que provocó un crecimiento anémico en Estados Unidos pero que afectó a la economía china sólo moderadamente.

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En lugar de jactarse de su coronación como la economía mundial número 1, China primero trató de suprimir la referencia a la nueva estimación del PPA de su economía del informe del Banco Mundial y luego prácticamente suprimió su cobertura en los medios de comunicación nacionales de China.

En apariencia, la reacción hostil de Pekín no tiene sentido. Desde la represión de Tiananmen en 1989, el Partido Comunista de China ha dependido del crecimiento económico como la fuente más importante de su legitimidad. Ser coronado como la mayor economía del mundo solamente ayudaría a reforzar las afirmaciones del partido respecto a sus méritos por traer prosperidad y respeto internacional a China.

Los responsables de las relaciones exteriores en China han estado jugando hábilmente el juego de las expectativas alrededor del mundo. Al observar el inevitable ascenso de China como la mayor economía del mundo y el declive relativo de Estados Unidos, Pekín ha tenido un éxito considerable al cambiar los cálculos económicos y geopolíticos en muchas capitales, especialmente en África, América Latina y Medio Oriente.

Así que, ¿por qué a Pekín no le gusta ser llamado el número 1 ahora?

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Dos emociones contradictorias están en juego aquí. Sí, el Gobierno chino ansía el derecho a presumir y la legitimidad política otorgada por destronar a Estados Unidos como la gran economía de mayor tamaño en el mundo. Pero al mismo tiempo, los funcionarios chinos son almas pragmáticas. Comprenden que, junto con el título, vendrían obligaciones internacionales engorrosas. Por ejemplo, probablemente ahora China sería convocado a aportar más ayuda para el desarrollo y a pagar más cuotas a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) (por el momento, China paga sólo el 5% del presupuesto de la ONU, lo cual lo convierte en el sexto mayor contribuyente).

Más preocupante aún, la recién descubierta condición de superpotencia de China podría debilitar su posición negociadora en las conversaciones sobre el cambio climático — Pekín encontraría menos justificación al insistir en que, como país en desarrollo, no debería tener que soportar una carga financiera sustancial en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.

En el frente geopolítico, los riesgos de estar en la cima de la pila económica son considerables. Estados Unidos y sus aliados, impulsados por los temores del poder chino, podrían unirse contra China. Debido a que la economía china es menor a la mitad de la de Occidente (incluido Japón), China no puede competir contra un potencial bloque antiChina.

A nivel nacional, el Gobierno chino tampoco ve ninguna ventaja en permitir que su población conozca el último pronunciamiento del Banco Mundial (ningún gran medio de comunicación oficial llevó la noticia).

Pekín entiende demasiado bien que el informe del Banco Mundial es, a lo sumo, un ejercicio contable. No cambia nada en el terreno; es improbable que el ciudadano chino ordinario se sienta súbitamente rico, o agradecido hacia el partido, porque su ingreso per cápita aumentó más de 40% de la noche a la mañana si es convertido a la medida de PPA.

La probable reacción entre el público chino ante tal revelación sería exigir que Pekín gaste más en servicios sociales y en el medio ambiente.

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Para la comunidad empresarial, las implicaciones del ascenso acelerado de China hacia la cima podrían ser un poco académicas también. Para aquellos que hacen negocios con China, dos cosas importan más que otras.

Una de ellas es el ingreso per cápita, el cual determina el poder efectivo de consumo de los individuos. En este punto, el ingreso per cápita de China, incluso basado en el PPA, es sólo una quinta parte del de Estados Unidos.

Lo que esto significa es que el mercado chino agregado puede ser grande, pero el poder real de consumo, que está determinado por el ingreso disponible, será relativamente bajo durante las próximas décadas.

El otro factor es la competitividad general, una función de las instituciones políticas, la sofisticación tecnológica, la innovación y el desarrollo del sector financiero. Aquí, una vez más, China ha hecho enormes progresos en las últimas tres décadas, pero sigue muy por detrás de Estados Unidos

Por lo tanto, no esperes que Pekín comience a recitar los favores del partido pronto.

*Minxin Pei ocupa la cátedra Tom y Margot Pritzker en el Claremont McKenna College y es investigador no residente de la institución German Marshall Fund of the United States .

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