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OPINIÓN: No solo es Francia, ahí está el horror en Nigeria con Boko Haram

La comunidad internacional debe apoyar a Nigeria en su lucha contra los radicales del mismo modo en que respalda al país europeo
mié 14 enero 2015 06:15 AM

Nota del editor: J. Peter Pham es director del Centro África del Atlantic Council.

(CNN) — El domingo 11 de enero, casi al mismo tiempo que docenas de líderes mundiales se tomaban de los brazos para dirigir a millones de personas por las calles de París para conmemorar a las 17 víctimas de los ataques terroristas que ocurrieron la semana anterior en Francia, los explosivos que llevaban dos niñitas estallaron en un mercado en la ciudad de Potiskum, en el noreste de Nigeria.

Las explosiones, en las que murieron tres personas además de las niñas y causaron más de 46 heridos, ocurrieron un día después de que otra bomba, atada a una niña que de acuerdo con los testigos tenía unos 10 años, explotara en un mercado concurrido de la ciudad de Maiduguri y cobrara la vida de al menos 20 personas.

Aunque ocurrieron en escenarios considerablemente diferentes, a miles de kilómetros de distancia, los ataques en Francia y Nigeria surgieron de una ideología islamista radical que rechaza al mundo moderno, moldeado por el liberalismo político, social y económico (y en el caso de Boko Haram, cuyo nombre puede traducirse como "la educación [occidental] está prohibida") y que también rechaza el progreso científico.

Para lograr este fin no hay táctica demasiad cruel ni baja, como se deja ver en los actos recientes de Boko Haram y el video del pistolero que mató a cuatro rehenes en una tienda de abarrotes kosher cerca de París.

La diferencia ha sido que mientras ha habido una oleada de solidaridad con las víctimas francesas y compromisos de solidaridad internacional con la postura de Francia en contra del extremismo violento, no se ha manifestado nada parecido respecto a la lucha de Nigeria contra el creciente poder de Boko Haram, al menos no desde el fenómeno efímero y en gran medida ineficaz de la campaña #BringBackOurGirls que circuló en internet en 2014.

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Esto ocurre a pesar de que a lo largo de los meses pasados, Boko Haram ha demostrado que es una amenaza tan grande para la paz y la seguridad internacionales como el llamado Estado Islámico de Iraq y Siria.

De hecho, como lo hace notar Jacob Zenn, analista de terrorismo de la Fundación Jamestown, los videos de Boko Haram muestran una convergencia preocupante de militantes nigerianos y sus similares de ISIS, no solo en términos de simbolismo e ideología, sino de doctrina insurgente.

Por ejemplo, el líder de Boko Haram, Abubakar Shekau, manifestó su "apoyo" al califa de ISIS, Abu Bakr al Baghdadi, a mediados de 2014. Mientras tanto, Boko Haram añadió el estandarte yihadista negro a su logotipo y el himno de ISIS al repertorio musical de sus videos.

En un video reciente, parecía incluso que Shekau declaró que establecerá su propio "Califato Islámico" y saludó a sus "hermanos" de Afganistán, Pakistán, Somalia y Yemen, así como "al  Califato en Iraq y Siria".

La cada vez mayor sofisticación militar que Boko Haram ha demostrado debería ser aún más preocupante que la ideología radical y los horripilantes actos terroristas de los militantes nigerianos.

Aunque los líderes de Estados Unidos y Europa los han ignorado en gran medida y los principales medios de comunicación apenas han hablado de ellos, Boko Haram ha ganado terreno constantemente en su guerra contra Nigeria.

Como escribí hace unos meses, Boko Haram ha dejado atrás los ataques asimétricos aislados y ha adoptado tácticas militares sofisticadas al igual que ISIS, lo que ha provocado la asimilación de grandes extensiones territoriales, así que ahora domina y controla efectivamente grandes porciones de tres estados del noreste de Nigeria que, según algunos cálculos, equivalen a la superficie combinada de Holanda, Bélgica y Luxemburgo.

El grupo ha usado su base territorial como base de una campaña constante de ataques terroristas, tales como las explosiones del pasado fin de semana, con los que atacan constantemente a más de media docena de estados nigerianos y a países vecinos como Níger, países que ya están bajo una presión considerable por parte de los militantes de la filial norafricana de al Qaeda.

El presidente de Níger, Mahamadou Issouof, incluso declaró a la revista Jeune Afrique que "el Estado Islámico está a nuestra puerta".

Según algunos cálculos, tan solo en Nigeria murieron más de 10,000 personas como resultado de la violencia de Boko Haram en 2014, mientras que ha habido más de un millón y medio de desplazados.

Apenas la semana pasada, los militantes irrumpieron en Baga, una de las últimas ciudades de la región que aún está bajo el control del gobierno, situada en las orillas del lago Chad. Se dice que mataron a más de 2,000 civiles .

Es más, los militantes muestran capacidades militares convencionales cada vez más avanzadas, a diferencia del desmoralizado ejército nigeriano al que se enfrentan.

A principios de septiembre de 2014, por ejemplo, el grupo derribó un avión de combate nigeriano y capturó al piloto, a quien al parecer decapitó más tarde, según un video que obtuvo la agencia noticiosa Associated Press.

Lo que da mayor importancia a la amenaza de Boko Haram es el contexto económico y político de Nigeria, el país más poblado de África y la mayor economía del continente.

El país del oeste de África está en medio de una reñida contienda electoral que incluye el intento de reelección del actual presidente, Goodluck Jonathan, quien se enfrenta al ex dictador militar Muhammadu Buhari; la elección se llevará a cabo en febrero.

No hay duda de que Boko Haram, que rechaza el proceso democrático, así como otras ideas "infieles", se aprovechará de la campaña y del proceso electoral para intensificar los ataques. Es difícil imaginar que la amenaza no tendrá efecto en la votación.

El domingo, en París, la policía y las fuerzas armadas se desplegaron en la capital francesa, lo que significa que los manifestantes gozaban de una sensación de seguridad considerable.

En Nigeria, aunque el país desplegara hasta al último soldado y policía, apenas serían capaces de apostar un agente de seguridad en cada una de las casillas electorales.

Como si no fuera lo suficientemente malo, los menguantes precios del petróleo han reducido radicalmente los ingresos del gobierno nigeriano, con lo que se disminuyeron considerablemente los recursos disponibles para derrotar a los extremistas en batalla y lograr una paz que propicie el desarrollo social y económico en una zona cuya marginación prolongada ayudó a que surgiera la insurgencia.

Claro que no es preciso decir que tanto la clase política de Nigeria como sus fuerzas armadas, con todas las patologías que conllevan, son responsables de la difícil situación en la que se encuentra el país.

Pero eso por sí solo no debería absolver a la comunidad internacional de su obligación (por interés propio) de ayudar a enfrentar a la creciente amenaza de Boko Haram; debe tenerse presente que las dudas legítimas que despiertan la deslucida dirigencia del presidente de Francia, François Hollande, y el fracaso de la élite política francesa en lidiar de lleno con el potencial de radicalización de los segmentos de la población musulmana marginada del país, no impidieron que los líderes mundiales mostraran su apoyo a Francia en días recientes.

Como alegó el arzobispo católico de Jos, Nigeria, en una entrevista reciente con la cadena británica BBC: "necesitamos que ese espíritu se propague… No solo cuando ocurre en Europa, sino cuando ocurre en Nigeria, en Camerún".

En la lucha contra el extremismo islamista y por la coexistencia pacífica y el progreso, es hora de que la comunidad internacional reconozca que no hay lugar para la dualidad.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a J. Peter Pham.

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